El Mar de la
Felicidad.
Por Kelder Toti.
Jaimito después de
portarse muy bien en la tierra subió al Paraíso, al ser atropellado por un
coche, cuando salía del Ministerio de Educación, porque intentó cobrar su
liquidación por haber firmado en el revocatorio. Estando en el cielo dijo;
“-sin duda el cielo es maravilloso, pero un poco aburrido.”- Así que, un buen
día Jaimito va andando por las nubes blancas de algodón y llega a una enorme
puerta. “-¿Qué hay ahí adentro?”, pregunta al enano que hace de guardia. -“El
infierno”, responde el enano. Jaimito palidece y le pregunta a Lucifer: -¿El
infierno es tal como lo pintan? A lo que él respondió: -Eso son descalificativo
del gobierno y de la oposición, yo solo cuando tengo que ser bueno, soy muy
bueno, y cuando tengo que ser malo, soy el
mejor.
Cuando Jaimito le
pregunta si puede echar un vistazo, el enano le contesta: -¡Por supuesto¡” Así
que Jaimito entra, y cuando cree descubrir lo que es el infierno en realidad,
no puede dar crédito a sus ojos. Todos bailan y beben, y hacen el amor con unas
mulatas sensuales. Entonces Jaimito cae en la cuenta de que eso es en realidad
el paraíso, y que el cielo es el infierno.
Así, después de haber
gozado durante una semana de la hospitalidad de aquella gente, da las gracias
al enano y vuelve al cielo. Durante cierto tiempo el hombre está muy inquieto.
Todas las noches sueña con sus aventuras, especialmente con las hermosas
mulatas a las que había conocido y con los hombres que pasó el día bebiendo
anís y jugando truco. Día tras día, esos hermosos recuerdos pesan cada vez más
es su mente, hasta que llega el día en que no puede seguir aguantando la
presión. Le pide a San Pedro una cita con Dios. Cuando llega el día de la
cita, el hombre está ante la luz
cegadora del Todopoderoso, le comunica que quiere marcharse del paraíso.
Dios se queda
anonadado ante su petición. Hasta entonces nadie le había pedido permiso para
marcharse del cielo. A Dios le preocupa que siente precedente, pero algo
después, decide que incluso Jaimito debe contar con libre albedrío. Tras
meditar largo tiempo llama a Jaimito: “-Como quieras, hijo mío”-, le dice.
“-Puedes irte con mi bendición. Pero recuerda que una vez que abandones el cielo,
nunca más podrás volver”-. Feliz de ser libre, Jaimito hace sus maletas, se
despide de todos los santos y ángeles – que realmente son buena gente, aunque
un poco aburridos- y se pone en camino.
Cuando por fin llega
al infierno, el enano con traje rojo, cachos y cola; se sorprende de volverlo a
ver. “-¿Tú otra vez?”, le dice. “-¿Qué quieres?” -“Quiero ir al infierno”-,
responde Jaimito. Al oírle, el enano se ríe, y solo logra decir:-“Serás mi
invitado”.
“-Cuando entras en el
infierno”-, habló el Diablo, que se inclinó hacia adelante, con la cara
sonrojada por un entusiasmo que no auguraba nada bueno, ya que se había
colocado lentes oscuros y un bigote postizo, a veces pensó el diablo en voz
alta, “-me disfrazo: de médico de Barrio Adentro, de caprilista o chavista, que
es la misma mierda; hasta me he llegado a disfrazar de marico, todo lo hago
para llevármelos al mar de la felicidad” -, “-a ti te sorprende –Jaimito- ver
que las cosas han cambiado mucho. Ni rastro de las hermosas mujeres, música o
rumba. Solo hay ratas, suciedad, escasez, asaltos, robos, colas hasta para
comprar papel toilette para limpiarse el rabo, insultos y amenazas-. Alrededor
hay disturbios y oyes agónicos alaridos de las torturas de los hombres enfermos
y hambrientos-. El lugar es irreconocible”-.
Jaimito, empieza a
ser presa de la angustia, se vuelve hacia Belcebú y le dice: -“Perdone, señor
Lucifer, debe de haber un error. ¿Dónde está el lugar feliz que vi? ¿Dónde está
la belleza, y las risas, y la dulce música? Entonces el Diablo, que está
llorando de risa y casi no puede hablar, mira a Jaimito y le dice: -“¡Pobre,
pobre idiota! Cuando nos visitaste la otra vez, venias como turista. Ahora
vives aquí en el Mar de la Felicidad”.
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