lunes, 23 de marzo de 2015

Las Paredes del infierno. Por Kelder Toti.



Las Paredes del infierno.


                                            Por Kelder Toti.


          Zzzzz ..... Cabalgando entre maldiciones y lamentos por la Calcuta Sudamericana, decidí contemplar paisajes mas agradable, motivado quizás por la abrazante miseria de Caracas, no por ello me desanime y busqué refugio en la soledad de un largo caminar, desde la plaza Caracas hasta un lugar que por su belleza, armonía y riqueza; es considerado un océano de perfección, que llaman Chacao, en el transcurso del viaje, vi la pulcritud y orden de las avenidas; calles asfaltadas y paredes recién pintadas.

Todo ello pulido y arreglado por gente alegre y no temerosa de peligro alguno, ello me tranquilizo y relajo. Sin darme cuenta casi resbalo en un escalón, que digo, era un inmenso hueco, en frente de la casa de Irene Sáez, por poco caigo en él, pero hice un ademán de equilibrista, pudiendo saltar el obstáculo, observe atentamente la inmensa hondura, preguntándome como podía existir semejante disparate en tan bello lugar, rebosante de felicidad. Y que no fuese reparado por la diligente alcaldesa, pero de repente una voz perturbo mis reflexiones de ningún valor.

     Ojeando en las profundidades no pude encontrar mas que oscuridad, oyendo una voz implorante de socorro, encontrando una niña con huesos de mujer y estatura de alfiler, el brillo de su ojos delataban los amaneceres perdidos y el cabello tenia la apariencia de estopa sin lavar, repentinamente una sensación de escalofrío recorrió el cuerpo de ambos, y charlando con ella, me atreví a preguntar:

-¿Que haces acá, no sabes el peligro que corres en este lugar?-.

Pareció no entenderme a pesar que como descubrí mas tarde, hablamos el mismo idioma.

     Ella se limitó a responder, entre susurros y destellos de sonrisas:

- Resé por tú venida, me dijo.  Y grité a los peatones que me ayudasen, pero ninguno quiso fijarse en mi, y solo me arrojaban de vez en cuando alguna porquería de papel, sin ayudarme a salir de aquí, no pudiendo trepar las paredes, que se agigantaban de día en día -.

       Su voz provocó una alegría marchita, y con una mirada mas de Sancho que de Quijote, dispuse a rescatarla del hoyo. Busqué en los alrededores cables o soga, pero no pude encontrar nada de utilidad, ya que esto dejado al azar, significaba la anarquía en la alcaldía, fui a las casa vecinas, y cada vez que tocaba la puerta y la llegaban a abrir, la estrellaban en mis narices, me confundió con la persona que intentaba rescatar, así que me propuse salvar a la damisela con los medios propios, como tantos héroes de literatura barata había leído a temprana edad.

       Resplandeciente de esperanzas, mas no de realidades, le propuse la forma de abandonar las paredes de fuego que se habían convertido en su inevitable hogar, un hueco en medio de la nada;  ella me dio las gracias, con la ilusión de escapar y de hacer una vida distinta atener que bañarse con el lodo y comer la caridad de los transeúntes.

      Intenté limpiarme con el acto su inconciencia y ella evitar  las cucarachas que además de alimentos se convirtieron en sus buenas compañeras que no preguntaban ni reprochaban.

     Extendí las manos, pero el viento la toco pensé que no la alcanzaba, me desabroche rápidamente el botón del pantalón, por ser más largo que mi brazo sujetándolo por la correa sin soltarlo a las profundidades del abismo, resbalando.

     Pues al lanzarlos de un tirón me quede sin ellos.

Medite lo anterior en la penumbra metiendo la cabeza en el hueco, invadiéndome una sensación de inseguridad, en un segundo mi cara choco contra una bola de lodazal maloliente, grite a rabiar, por qué el grito fue corto y la ira grande, corrí del lugar con los pies ligeros, por lo cual no se me hizo difícil alejarme. Se habrá acostumbrado, me pregunte, no seria mi culpa reflejada en ella y la deje huérfana entre los miedos del del diablo y las puertas del infierno.

     Preguntándome mientras saboreaba el lodo, del rechazo de aceptar mi ofrecimiento de escapar de los muros de pobreza, se debería a la imposibilidad de encontrar un escape de lo inevitable, consiguiendo el goce en el fondo de una cloaca o seria que tanto tiempo en el hueco la convirtió en un habitante rastrero más.

     En las transitadas calles fui detenido por una policía, con uniforme de insecticida, interrogándome sobre mi falta de pudor, me acuso de falta de pudor, me acuso de falta de moral y desorden público, remitiéndome a la comisaría sin otra distinción que la de "loco peligroso", al saber el por qué de la escasa vestimenta que me acompañaba.

     Se limitaron a regalarme una toalla y después de 48 horas me liberaron de la piedad se extravía. Recogí pasando el tiempo un periódico más basura, que información, llamado "El Noticiero", reseñando; "Encontrada niña entre los muertos y su cuerpo estaba putrefacto"....

     Desperté de la cabalgata nocturna y me vi en las sepulturas vacías.... Lo podré evitar.... si Siiiiiiiiiii. Pero al pasar los años se convirtió en mi triste realidad.

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