Las Paredes del infierno.
Por
Kelder Toti.
Zzzzz ..... Cabalgando entre maldiciones y lamentos por la Calcuta Sudamericana,
decidí contemplar paisajes mas agradable, motivado quizás por la abrazante
miseria de Caracas, no por ello me desanime y busqué refugio en la soledad de
un largo caminar, desde la plaza Caracas hasta un lugar que por su belleza,
armonía y riqueza; es considerado un océano de perfección, que llaman Chacao,
en el transcurso del viaje, vi la pulcritud y orden de las avenidas; calles
asfaltadas y paredes recién pintadas.
Todo ello
pulido y arreglado por gente alegre y no temerosa de peligro alguno, ello me tranquilizo
y relajo. Sin darme cuenta casi resbalo en un escalón, que digo, era un inmenso
hueco, en frente de la casa de Irene Sáez, por poco caigo en él, pero hice un
ademán de equilibrista, pudiendo saltar el obstáculo, observe atentamente la
inmensa hondura, preguntándome como podía existir semejante disparate en tan
bello lugar, rebosante de felicidad. Y que no fuese reparado por la diligente
alcaldesa, pero de repente una voz perturbo mis reflexiones de ningún valor.
Ojeando en las profundidades no pude
encontrar mas que oscuridad, oyendo una voz implorante de socorro, encontrando
una niña con huesos de mujer y estatura de alfiler, el brillo de su ojos
delataban los amaneceres perdidos y el cabello tenia la apariencia de estopa
sin lavar, repentinamente una sensación de escalofrío recorrió el cuerpo de
ambos, y charlando con ella, me atreví a preguntar:
-¿Que haces
acá, no sabes el peligro que corres en este lugar?-.
Pareció no
entenderme a pesar que como descubrí mas tarde, hablamos el mismo idioma.
Ella
se limitó a responder, entre susurros y destellos de sonrisas:
- Resé por
tú venida, me dijo. Y grité a los
peatones que me ayudasen, pero ninguno quiso fijarse en mi, y solo me arrojaban
de vez en cuando alguna porquería de papel, sin ayudarme a salir de aquí, no
pudiendo trepar las paredes, que se agigantaban de día en día -.
Su
voz provocó una alegría marchita, y con una mirada mas de Sancho que de
Quijote, dispuse a rescatarla del hoyo. Busqué en los alrededores cables o
soga, pero no pude encontrar nada de utilidad, ya que esto dejado al azar,
significaba la anarquía en la alcaldía, fui a las casa vecinas, y cada vez que
tocaba la puerta y la llegaban a abrir, la estrellaban en mis narices, me
confundió con la persona que intentaba rescatar, así que me propuse salvar a la
damisela con los medios propios, como tantos héroes de literatura barata había
leído a temprana edad.
Resplandeciente de esperanzas, mas no de
realidades, le propuse la forma de abandonar las paredes de fuego que se habían
convertido en su inevitable hogar, un hueco en medio de la nada; ella me dio las gracias, con la ilusión de
escapar y de hacer una vida distinta atener que bañarse con el lodo y comer la
caridad de los transeúntes.
Intenté limpiarme con el acto su
inconciencia y ella evitar las
cucarachas que además de alimentos se convirtieron en sus buenas compañeras que
no preguntaban ni reprochaban.
Extendí las manos, pero el viento la toco
pensé que no la alcanzaba, me desabroche rápidamente el botón del pantalón, por
ser más largo que mi brazo sujetándolo por la correa sin soltarlo a las profundidades
del abismo, resbalando.
Pues al lanzarlos de un tirón me quede sin
ellos.
Medite lo
anterior en la penumbra metiendo la cabeza en el hueco, invadiéndome una
sensación de inseguridad, en un segundo mi cara choco contra una bola de
lodazal maloliente, grite a rabiar, por qué el grito fue corto y la ira grande,
corrí del lugar con los pies ligeros, por lo cual no se me hizo difícil
alejarme. Se habrá acostumbrado, me pregunte, no seria mi culpa reflejada en
ella y la deje huérfana entre los miedos del del diablo y las puertas del
infierno.
Preguntándome mientras saboreaba el lodo,
del rechazo de aceptar mi ofrecimiento de escapar de los muros de pobreza, se
debería a la imposibilidad de encontrar un escape de lo inevitable,
consiguiendo el goce en el fondo de una cloaca o seria que tanto tiempo en el
hueco la convirtió en un habitante rastrero más.
En las transitadas calles fui detenido por
una policía, con uniforme de insecticida, interrogándome sobre mi falta de
pudor, me acuso de falta de pudor, me acuso de falta de moral y desorden público,
remitiéndome a la comisaría sin otra distinción que la de "loco
peligroso", al saber el por qué de la escasa vestimenta que me acompañaba.
Se limitaron a regalarme una toalla y
después de 48 horas me liberaron de la piedad se extravía. Recogí pasando el
tiempo un periódico más basura, que información, llamado "El
Noticiero", reseñando; "Encontrada niña entre los muertos y su cuerpo
estaba putrefacto"....
Desperté de la cabalgata nocturna y me vi
en las sepulturas vacías.... Lo podré evitar.... si Siiiiiiiiiii. Pero al pasar
los años se convirtió en mi triste realidad.
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