viernes, 15 de agosto de 2014

El Imperio de La Ley: Carl Schmitt. Por Kelder Toti.

El Imperio de La Ley: Carl Schmitt.

                                     Por Kelder Toti.


Carl Schmitt (Plettenberg, Prusia, Imperio alemán; 11 de julio de 1888 – ibídem, 7 de abril de 1985) fue un juspublicista y filósofo jurídico alemán, adscrito a la escuela del llamado realismo político, lo mismo que a la teoría del orden jurídico.

Escribió centrado en el conflicto social como objeto de estudio de la ciencia política, y más concretamente la guerra. Su obra atraviesa los avatares políticos de su país y de Europa a lo largo del siglo XX. Militó en el Partido Nacionalsocialista y ejerció diversos cargos bajo el régimen nazi entre 1933 y 1936, pero las amenazas de las SS, que le consideraban un advenedizo, le apartaron del primer plano de la vida pública. No obstante lo anterior, su fuerte compromiso con el régimen de Hitler condujo a que se lo tildara de "Kronjurist" del Tercer Reich.


Schmitt fue uno de los principales ideólogos del Movimiento Revolucionario Conservador de Alemania. Su teorización se basa sobre la necesidad de instaurar un poder de «decisión» adecuado que termine con la guerra interna, cosa que no es posible en un Estado liberal, en el cual no se puede justificar la exigencia del sacrificio de la vida en favor de la unidad política.

Schmitt concibe la «acción política» como «decisión» que debe tener la talla de producir un «mito» que comprometa a los individuos: tal «producción» solo puede resultar de la guerra. El Estado ya no es el portador del monopolio político, pues se ha visto reducido en importancia a tan solo una «asociación» más y que no se encuentra por encima de la sociedad.

Schmitt propone una pluralidad, con el Estado como comunidad suprema y más intensa. Concibe la idea de «comunidad» con «personas esencialmente ligadas» y no una sociedad de «personas esencialmente separadas». Schmitt mantuvo una polémica con Hans Kelsen acerca de la concepción del Estado, la defensa de la Constitución y demás formas jurídicas democráticas.

Esa «comunidad» es la que puede llevar a superar la degradación que al Estado ha producido el liberalismo que, con su negación de la política, le ha convertido en un «sirviente burocrático armado». Su rechazo a las democracias parlamentarias pluralistas, en cuanto incapaces de controlar los nuevos potenciales surgidos de la socialización creciente del siglo XX, le hacen optar por la dictadura como forma de gobierno.

El concepto de lo político.

El concepto de Estado presupone el de «político», y el Estado es definido como el estatus político de un pueblo organizado sobre un territorio delimitado. En la época actual, el Estado se encuentra entremezclado con la sociedad, al punto que lo político no admite ser definido a partir de lo estatal. Por eso, para llegar a una definición de lo político se requiere el descubrimiento y la fijación de una distinción específica a la cual sea posible referir las acciones y los motivos políticos. Esa distinción es la distinción de «amigo y enemigo», la cual determina la esencia de lo político, y desde este criterio se puede determinar lo político y lo apolítico. En la medida que no es derivable de otros criterios, ella corresponde, para la política, a los criterios relativamente autónomos de otros ámbitos humanos: bueno y malo para la moral, bello y feo para la estética, etc.

Así, la esencia de las relaciones políticas es el antagonismo concreto originado a partir de la posibilidad efectiva de lucha. Lo político es, entonces, una conducta determinada por la posibilidad real de lucha; es también la comprensión de esa posibilidad concreta y la correcta distinción entre amigos y enemigos. El medio político es, por ende, un medio de combates concretos.

El significado de la distinción de amigo–enemigo es el de indicar el extremo grado de intensidad de una unión o de una separación, que puede subsistir teórica y prácticamente sin que, al mismo tiempo, deban ser empleadas otras distinciones morales, estéticas, económicas, etc., pues no hay necesidad de que el enemigo político sea moralmente malo o estéticamente feo, «el enemigo es simplemente el otro que está en contra de mi posición». El enemigo político es un conjunto de hombres que combate, al menos virtualmente, o sea sobre una posibilidad real, y que se contrapone a otro agrupamiento humano del mismo género. Enemigo es sólo el enemigo público, puesto que todo lo que se refiere a semejante agrupamiento, y en particular a un pueblo íntegro, deviene por ello mismo público, es por esto que aunque el enemigo sea político no necesariamente tiene que ser un enemigo en la esfera de las relaciones individuales.

El antagonismo político es el más intenso y extremo de todos y cualquier otra contraposición concreta es tanto más política cuanto más se aproxima al punto extremo, el del agrupamiento basado en el concepto amigo–enemigo. Esta relación tiene las siguientes características:

Sentido polémico. Todos los términos y expresiones políticas poseen un sentido polémico, tienen presente una conflictividad concreta cuya consecuencia extrema es el agrupamiento en la polaridad amigo–enemigo (que se manifiesta en la guerra y la revolución).

Sentido político-partidario. En el uso de la polémica cotidiana en el interior del estado, político es hoy usado a menudo en el mismo sentido que político-partidario, la inevitable carencia de objetividad de todas las decisiones políticas (reflejo de la distinción amigo–enemigo inmanente a todo comportamiento político).
La eventualidad en términos reales de lucha. En todo agrupamiento amigo–enemigo siempre está latente la posibilidad de la guerra. La guerra es un presupuesto siempre presente como posibilidad real y que determina de modo particular el pensamiento y la acción del hombre, provocando así un comportamiento político.

El grado de intensidad. Todo enfrentamiento puede extraer su fuerza de los más diversos sectores de la vida humana, de contraposiciones religiosas, económicas, morales, etc., pero es verdaderamente político si es lo bastante fuerte como para reagrupar a los hombres entre amigos y enemigos. El grado de intensidad es el que imprime el carácter político.

Amigo-Enemigo:

Lo político no visto ya como una referencia específica a un objeto, sino como una relación de oposición que se caracteriza, fundamentalmente, por la intensidad, la hostilidad y por la posibilidad extrema de la guerra.

I.   La persecución de 'lo político' en Schmitt y la deconstrucción del espacio liberal

La historia de la modernidad ha sido representada por Schmitt como una tragedia; la considera una época de decadencia y de ruina, como el momento en que lo político se desdibuja frustrando la promesa del orden. Así, la valentía de su miedo, como señala Derrida, hizo que descubriera la fragilidad de las estructuras liberales, dotándonos con ello de elementos en contra de la 'despolitización', "Como si el miedo de ver venir lo que viene efectivamente hubiese agudizado la mirada de este centinela asediado". En su obra es posible distinguir una aguda preocupación por la desaparición de lo político y, en su afán de persecución, por recuperarlo, nos hereda un modelo que permite imaginar nuevas formas de identificación y sobrevivencia de lo político.

El planteamiento teórico de Carl Schmitt inevitablemente obliga a volver la mirada hacia la historia y reflexionar sobre la función que ha tenido el Estado en relación con lo político. Hasta antes de la aparición del liberalismo en el siglo XIX, lo político se había podido explicar a partir de su relación con el Estado. Desde el punto de vista de la jurisprudencia, mientras el Estado y sus instituciones estuvieron constituidas como algo firme, lógico y natural, pudo mantener el monopolio de lo político.

Con el surgimiento de las democracias parlamentarias liberales se inició un proceso de contaminación recíproca entre el Estado y la sociedad civil, sus fronteras se volvieron borrosas y lo político dejó de formar parte exclusivamente de la esfera del Estado. Algunas instancias estatales se volvieron sociales y visceversa, "los ámbitos 'neutrales' –religión, cultura, educación, economía–, dejaron de ser naturales en el sentido de no estatales y no políticos". En este proceso surgió el Estado Total con sus intentos de abarcarlo todo: Estado y sociedad. Estos sucesos fueron eliminando la posibilidad de lo político al desdibujar la relación de oposición que permitía su existencia. El 'desplazamiento borroso' de lo político comienza a darse a partir del siglo XVIII con el Estado Absolutista, pasando por el Estado Natural (no intervencionista) del siglo XIX, hasta llegar al Estado Total del siglo XX. En este sentido, el liberalismo es señalado por Schmitt como el que impide la distinción y la existencia de lo político, al volver 'porosas' las fronteras que existían entre el Estado y la sociedad, además de intentar disolver la oposición amigo-enemigo al reducir a este último, a ser un simple competidor del mercado y un oponente en la discusión.

Al tocar su fin la época de la estatalidad, se vuelve imprescindible re-conocer el concepto de lo político que había sido circunscrito al Estado y desentrañar tanto el lugar donde aparece como los nuevos vínculos que establece. El concepto sobrevive, lo que cambia es su ubicación. Tal vez por esta razón Schmitt inicia su persecución con el siguiente enunciado: "El concepto de Estado presupone el de político." Esta afirmación sugiere que lo político no presupone necesariamente el concepto de Estado, por lo que ello implicaría que, aunque en algunos momentos de la historia ha formado parte únicamente del terreno del Estado, puede sobrevivir fuera de él.

Esto muestra una primera definición de lo político como una decisión constitutiva y polémica. Constitutiva porque su nueva forma exige la configuración infinita de los pueblos alrededor de una identidad (en la esfera pública), para oponerse y construirse frente a otros pueblos; y, polémica, porque en ella se establece una agrupación, dentro y fuera de las arenas estatales, con vistas a un antagonismo concreto entre amigos y enemigos que se manifiesta en una relación de hostilidad. Lo político deja de ser monopolio del Estado. En este proceso de dislocación de lo político-estatal se observa un salto de la estructura cerrada a una no cerrada en la que se ubica un centro que no escapa al juego infinito de las diferencias. Lo político, paradójicamente, estará dentro del terreno institucional del Estado pero también fuera de él.

De esta manera Schmitt plantea que "Se puede llegar a una definición conceptual de lo político sólo mediante el descubrimiento y la fijación de las categorías específicamente políticas. Lo político tiene, en efecto, sus propios criterios que actúan de manera peculiar frente a diversas áreas concretas, relativamente independientes, del pensamiento y de la acción humana, en especial del sector moral, estético y económico. Lo político debe por esto contener y alguna distinción de fondo a la cual pueda ser remitido todo el actuar político en sentido específico. Admitamos que en el plano moral las distinciones de fondo sean bueno y malo; en el estético, belleza y fealdad; en el económico, útil y dañino o bien rentable y no rentable. El problema es entonces si existe un simple criterio de lo político, y dónde reside; una distinción específica, aunque no del mismo tipo que las distinciones precedentes, sino más bien independiente de ellas, autónoma y válida de por sí".

Señalo de manera total esta cita porque considero que de aquí se desprenden varias cuestiones que permiten identificar en Schmitt la articulación del concepto de lo político.

Cuando subraya la necesidad de descubrir y fijar las categorías específicamente políticas, está apuntando en su planteamiento un criterio de decisión y, por consecuencia, un criterio de discriminación. Si estos criterios corresponden a formas concretas y peculiares que actúan de manera relativamente independiente de otras acciones humanas, significa que están construidos de manera a priori con el fin de alejarlos de toda impureza. De ahí concluye que la distinción específica, aquella a la que pueden reducirse todas las acciones y motivos políticos, es la distinción amigo-enemigo.

Esta distinción, que se configura como la esencia de lo político, permite identificarlo a partir de un criterio y no como una definición exhaustiva. Sugiere también que es un concepto polémico y no estático, y que su relación con otras oposiciones ya existentes –bueno y malo, belleza y fealdad, o beneficio y perjuicio–, también es cambiante. Lo político no visto como algo que se ubica en un espacio espefíco, sino en relación con la oposición amigo-enemigo. La verdadera especificidad de lo político está dada por el hecho de que no se funda en ninguna otra distinción y tampoco puede reducirse a ninguna de ellas.

Al hablar de un concepto y no de un cuerpo específico, histórico, Schmitt sumerge a lo político en el tiempo y en las circunstancias dándole vida. Rompe los esquemas de ubicación fijos. Abandona la totalidad racionalizadora en la que lo político estaba referido al monopolio del Estado, a un centro. Al definir el criterio amigo-enemigo como la esencia de lo político, lo 'fija en el movimiento'. Lo político sale y a su vez permanece en el espacio institucional de la política, aparece la doble inscripción de lo político. La idea abstracta de 'distinción' se disuelve, para reaparecer constantemente en relaciones diferentes.

II.  El criterio amigo-enemigo como distinción específica del concepto de "lo político"

El criterio amigo-enemigo, planteado por Schmitt como una expresión de la necesidad de diferenciación, conlleva un sentido de afirmación de sí mismo (nosotros), frente al otro (ellos). Así pues, es posible observar el contenido positivo de la relación amigo-enemigo como conciencia de la igualdad y de la otredad, la cual se define marcando al grupo entre los que se distinguen de los otros con base en ciertos referentes. La diferencia nosotros-ellos establece un principio de oposición y complementariedad. La percepción que un grupo desarrolla de sí mismo en relación con los otros es un elemento que al mismo tiempo que lo cohesiona, lo distingue. La posibilidad de reconocer al enemigo implica la identificación de un proyecto político que genera un sentimiento de pertenencia. Pero, ni la identificación con/del enemigo, ni el sentimiento de pertenencia, ni la misma posibilidad de la guerra que le dan vida a la relación amigo-enemigo son inmutables. Antes bien, se encuentran sometidos a variaciones continuas, es decir, no están definidos de una vez y para siempre.

Schmitt argumenta que la esencia de lo político no puede ser reducida a la enemistad pura y simple, sino a la posibilidad de distinguir entre el amigo y el enemigo. El enemigo no puede pensarse en términos de cualquier competidor o adversario, como lo planteaba el liberalismo, ni tampoco como el adversario privado (inimicus). La oposición o antagonismo de la relación amigo-enemigo se establece si y sólo si el enemigo es considerado público (hostis). "Enemigo es sólo un conjunto de hombres que siquiera eventualmente, de acuerdo con una posibilidad real se opone combativamente a otro conjunto análogo. Sólo es enemigo el enemigo público, pues todo cuanto hace referencia a un conjunto tal de personas, o en términos más precisos a un pueblo entero, adquiere eo ipso carácter público".

El término 'eventualidad' remite a la posibilidad latente de la guerra que aún antes de iniciar ya está presente en la relación remarcar el concepto de analogía como condición fundamental entre los dos grupos que se oponen, es posible pensar que el hermano es el que se revela como el enemigo. Por último, si como señala Derrida, el enemigo está en casa, en la familiaridad del propio hogar, se puede adivinar la presencia y la acción del enemigo, ya que se constituye como la proyección y el espejo del propio amigo, incluso es más que su sombra: no hay representación, es real, está aquí y ahora, se puede identificar y nombrar. Pero si ambos se albergan en la misma casa significa que 'aprendieron a convivir', y la hostilidad que definía la relación entre ellos de pronto desapareció cuando el enemigo decidió marcharse. Ahora solamente está presente en la memoria, se recuerda, se añora y se habla de él. Cuando Schmitt habla del grado máximo de intensidad de unión o separación entre el amigo y el enemigo está exigiendo el regreso del enemigo, lo nombra para traerlo nuevamente a casa y de esta manera re-abrir el espacio de la hostilidad que reclama ambas presencias. El amigo y el enemigo están aterrados en la soledad, uno apela al otro, sin olvidar nunca que la llegada del otro puede también ser peligrosa.

      Hay un enorme parecido entre el amigo y el enemigo; son hermanos, gemelos y, sin embargo, también subyace en ellos una esencia que los hace existencialmente distintos en un sentido particularmente intensivo: '¿quién decide por quién?' Responder a esta pregunta es lo que los lleva, quizás, al punto más extremo de su relación ya que se podría generar un conflicto. ¿Existe alguien, fuera de ellos, que pueda intervenir en la decisión del conflicto? Schmitt responde a esta cuestión diciendo que sólo es posible intervenir en la medida en que se toma partido por uno o por otro, cuando el tercero se convierte en amigo o enemigo. De ahí que el conflicto sólo pueda ser resuelto por los implicados, pues sólo a ellos les corresponde decidir si permiten su domesticación o visceversa como una forma de proteger su forma esencial de vida.[22] Sin embargo, este punto de vista de Schmitt se verá modificado cuando aborda el término de neutralidad como se verá más adelante.

El criterio amigo-enemigo implica la autonomía de la oposición y se concibe en relación a cualquier otra dotada de consistencia propia. Esto muestra el rasgo específico y polémico de lo político. Es posible amar al enemigo en la esfera privada y en la esfera pública desarrollar el antagonismo político más intenso hasta el extremo de la guerra. Schmitt hace una importante distinción con respecto a la guerra, dentro del criterio amigo-enemigo. La guerra es una lucha entre dos unidades organizadas y la guerra civil es la lucha dentro de una unidad organizada. La finalidad de la lucha, lo esencial en el concepto del armamento es que se trata de producir la muerte física de las personas.

De esta manera, la esencia de la oposición amigo-enemigo la explica a partir de la intensidad máxima de su relación, la esencia de la lucha, no es la competencia, ni la discusión, sino la posibilidad de la muerte física. La guerra procede de la enemistad y tiene que existir como posibilidad efectiva para que se pueda distinguir al enemigo. En este sentido, la guerra no es entendida por Schmitt como la extensión pura de la política por otros medios como señalaba Clausewitz, sino como el presupuesto presente que determina el pensamiento y la acción. Sin embargo sí hay un punto de coincidencia en ambos autores cuando afirman que la finalidad de la guerra no es anular al enemigo, sino desarmarlo, domesticarlo, para que se rinda ante el opositor en la relación.

La domesticación no obliga a la neutralidad con el otro, ya que como señala Schmitt, "Si sobre la tierra no hubiese más que neutralidad, no sólo se habría terminado la guerra sino que se habría acabado la neutralidad misma, del mismo modo que desaparecería cualquier política […] Lo decisivo es pues siempre y sólo la posibilidad de este caso decisivo, el de la lucha real, así como la decisión de si se da o no se da ese caso.

La oposición amigo-enemigo no tiene pues, como fundamento, la neutralidad, sino la posibilidad del enfrentamiento, lo que hace excepcional la oposición amigo-enemigo es la posibilidad particularmente decisiva que pone al descubierto el núcleo de las cosas. Y justamente, es esta referencia a la posibilidad extrema de la vida la que hace posible la existencia de lo político.

Es por esta razón que no se puede pensar en la neutralidad como el fin último del hombre ya que esto significaría la pacificación y la desaparición de lo político. El fenómeno político sólo se dará en la medida en que se agrupen amigos y enemigos, independientemente de las consecuencias extrañas que esto pueda generar, "La guerra como el medio político extremo revela la posibilidad de esta distinción entre amigo-enemigo que subyace a toda forma de representarse lo político".

Para concluir este apartado es necesario plantear dos preguntas, ¿por qué Schmitt elige la distinción amigo-enemigo, en los términos planteados anteriormente, si la vida y la muerte son fenómenos individuales? ¿Será, tal vez, que la distinción amigo-enemigo permite crear un imaginario colectivo en términos de vida y muerte? Luego, entonces, si el único sentido de la pasión son los eternos modificables, como dice Maffesoli,[31] la vida y la muerte del imaginario colectivo se inscriben en el ámbito de la pasión. La distinción amigo-enemigo tiene en sus extremos la distinción entre la vida y la muerte.

III. Desaparición del espacio certero de lo político

La argumentación realizada en los apartados anteriores permite vislumbrar algunos elementos que conducen a la idea de la noción de ubicuidad y desterritorialización de lo político. Al construir Schmitt el criterio amigo-enemigo como forma esencial del concepto de lo político y desentrañar lo político del terreno estatal, permite abandonar la idea de referir lo político únicamente a las arenas institucionales. Si lo político ha dejado de referirse a un espacio para ubicarse en una relación de oposición, significa que toda relación está sujeta a ser politizable, con lo cual lo político adquiere las características de estar presente en varios sitios a la vez y de habitar en diversos territorios.

Schmitt permite imaginar una nueva forma de pensar lo político al plantear que el rasgo que lo distingue es la relación de oposición amigo-enemigo, sin límite asignable, sin tierra segura y tranquilizadora. Tal vez pueda ubicarse en un mundo que ya no puede mantenerse unido, que se disloca, que ya no se cierra y que está más cercano a la incertidumbre, al caos y a la contingencia. Un mundo al cual se pertenece sin pertenecerle.

V. ¿Anulación del otro, anulación de lo político?

Para Schmitt lo político no existiría sin la figura del enemigo y sin la posibilidad determinada de una verdadera guerra. La desaparición del enemigo marcaría el comienzo de la despolitización, el fin de lo político. Perder al enemigo no significaría reconciliación o progreso y mucho menos recuperación de la paz o de la fraternidad humana, sino por el contrario, traería consigo la violencia desterritorializada y ubicua. El enemigo permite la identificación de la violencia, el reconocimiento del peligro y por lo tanto la posibilidad de la defensa, de la protección y de la tranquilidad. El reconocimiento del otro, del extranjero, del enemigo, permite la construcción de la identidad política.

En el criterio amigo-enemigo, Schmitt reconoce implícitamente que la construcción del enemigo es fundamental para la reproducción histórica, cultural y moral del amigo y de su sentido peculiar del mundo, del centro, del conocimiento, del poder. Reconoce el hecho de que nombrar es poseer y domesticar es extender el dominio. El amigo está dispuesto a reconocer las diferencias del enemigo en la medida en que permanezcan dentro de su dominio, de su conocimiento y de su control.


Este ensayo oscila entre 'lo que es' y el 'como si' de lo político, pero si como señala Schmitt, el concepto de Estado presupone el de político y la existencia de lo político tiene su esencia en la relación amigo-enemigo, ambas cuestiones se vuelven polémicas y contradictorias. Si por un lado lo político ha existido en el liberalismo, a pesar de haberle abierto la puerta al enemigo para despedirlo de casa y a cambio darle la bienvenida al 'discutidor-competidor', sugiere que puede existir fuera del estricto ámbito del estado; apelando a la propuesta de Schmitt, hay que re-pensarlo de otra manera en el marco de lo que lo distingue: la ubicuidad y la desterritorialización.

Por el otro, la idea de ubicar a lo político en la relación amigo-enemigo y no en un espacio, conduce a la conclusión de que lo político es el resultado de un imaginario colectivo que lo ha visto morir y a su vez lo ha revivido a lo largo de la historia; todo el tiempo lo reconstruye a partir de la idea de que el hombre tiene que atravesar y restaurar, parte a parte, la existencia y la carne. Es decir, lo político, como el concepto que a fuerza de morir, ha acabado ganando una inmortalidad real.

El Estado Absoluto. Todo dentro del Estado nada fuera del Estado. 

En pleno auge de los Estados totalitarios en Europa, es cuando Carl Schmitt realiza el trabajo titulado `El Leviatán en la teoría de Tomás Hobbes´ de 1938.

Este libro es el que ha sido utilizado para el análisis de nuestro trabajo, y cuya investigación fue complementada con otras obras, tales como, `El Concepto de lo Político, `Teología Política, `Legalidad y Legitimidad´, `Sobre el Parlamentarismo´, todas estas de Schmitt, y `La noción de Legitimidad en el concepto de lo político de Carl Schmitt ´ de Bertín y Corbetta.

Al efectuar el estudio de estas obras, hemos arribado la siguiente interrogante: ¿Cuán lejos se halla Carl Schmitt de la concepción contractualista de Tomás Hobbes?

Para poder dar una respuesta a dicha pregunta hemos intentado resaltar algunos conceptos que se hallan estrechamente vinculados en ambos autores, así como: el de Estado y sus fines, el Soberano, el derecho de resistencia y el vínculo protección-obediencia.

Nuestra intensión es presentar en este trabajo, la influencia tan notable que ha producido Hobbes en el pensamiento de Carl Schmitt, y por ende, resaltar los puntos comunes en ambos.
Conforme a lo indicado deberíamos aclarar, en esta primera oportunidad, qué es y como se constituye el Estado para los autores.

EL ESTADO

Para Carl Schmitt el Estado se crea por la unión del pueblo con el führer, mediante la representación política, entendida ésta no por medio de elecciones, sino que se concibe y tiene lugar a partir de la aclamación o asentimiento por parte del pueblo, es decir, que se daría a través de un plebiscito; siendo resultado del mismo, la aparición del Soberano.

Es importante destacar que para éste, el concepto de Estado es primordial; el mismo, dice el autor, es una unidad decisiva que depende de su carácter político, pues si esta existe es una unidad Suprema."En verdad no existe ninguna `sociedad´ o `asociación´ política, sino sólo una unidad política, una `comunidad´ política . Si esta unidad desaparece inclusive como eventualidad, entonces desaparece también lo `político´ mismo".
Para poder comprender este concepto es fundamental recordar, que para Schmitt lo esencial en lo político se basa en la relación amigo-enemigo. Siendo así, el Estado, mientras exista, debe decidir sobre la distinción de la mencionada relación, puesto que de lo contrario, si carece de la capacidad de establecer dicha diferencia, (entre amigo y enemigo) deja de existir políticamente. Al respecto podemos advertir que para nuestro autor el Estado es una unidad política dominante, la cual se evidencia cuando menciona que:

"Al Estado, en cuanto unidad substancialmente política, le compete el jus belli, o sea la posibilidad de determinar al enemigo y combatirlo en casos concretos y por la fuerza de una decisión propia¼"
Este jus belli es la facultad que el Estado posee para hacer la guerra y disponer de la vida de cada uno de los miembros de la comunidad política. Esto implicaría que los hombres, bajo la posibilidad que tiene la unidad política de disponer de ellos, destinen su vida matando y muriendo para derrotar al enemigo que el propio Estado ha declarado como tal.

Significa que el soberano tiene, ni más ni menos, que la capacidad y el poder de decidir sobre la vida de los hombres.

De lo expuesto dice Schmitt:

"El Estado como unidad política decisiva ha concentrado en sus manos una atribución inmensa: la posibilidad de hacer la guerra y por consiguiente a menudo de disponer de la vida de los hombres. En efecto el jus belli contiene una disposición de este tipo; ello implica la doble posibilidad de obtener de los miembros del pueblo la disponibilidad a morir y a matar, y la de matar a los hombres que están de parte del enemigo¼"
Ahora bien, en Tomás Hobbes, la génesis del Estado estaría dada por la celebración de un contrato, que cada individuo realizaría con los demás, cediendo, cada uno de ellos, todo el poder a la comunidad, transfiriendo a un tercero el derecho de autogobernarse. Y como dice Norberto Bobbio, el pacto social consistiría en un acuerdo para la constitución de un poder común.

"El único modo de erigir un poder común que pueda defenderlos de la invasión de extraños y de las injurias entre ellos mismos, dándoles seguridad, es el de conferir todo su poder y toda su fuerza individuales a un solo hombre o a una asamblea de hombres que, mediante una pluralidad de votos, puedan reducir las voluntades de los súbditos a una sola voluntad. Esto es algo más que consentimiento o concordia; es una verdadera unidad de todos en una y la misma persona, unidad a la que se llega mediante un acuerdo de cada hombre con cada hombre, como si cada uno estuviera decidiendo al otro. Una vez hecho esto, una multitud así unida en una persona es lo que llamamos Estado".

De allí, menciona Hobbes, surge el nacimiento del Dios mortal, al que se le debe la paz y seguridad, puesto que es por obra de la cesión de derechos que realiza cada individuo, miembro del Estado, que este Dios adquiera tanta autoridad, y es por ese miedo que su poder inspira que obliga y hace que los hombres logren una paz interna y luchen en contra del enemigo externo.

"Se dice que un Estado ha sido instituido, cuando una multitud de hombres establece un convenio entre todos y cada uno de sus miembros, según el cual se le da a un hombre o una asamblea de hombres, por mayoría, el derecho de personificar a todos, es decir de representarlos.  Cada individuo de esa multitud, autorizará todas las acciones y juicios de este hombre, igual que si se tratara de los suyos propios, a fin de vivir pacíficamente en comunidad, y de encontrar protección contra otros hombres.
De esta institución del Estado se derivan todos los derechos y facultades de aquéllos a quienes les es conferido el poder soberano por consentimiento del pueblo".

Claro es que para Hobbes el móvil que lo lleva a la construcción del Estado es ese miedo que reina en el Estado de naturaleza. En este Estado se encuentra manifiesto que los hombres están en guerra con cada hombre, hasta tanto no se sitúe alguien que los controle y los mantenga atemorizados. "¼Los hombres no encuentran placer, sino, muy al contrario, un gran sufrimiento, al convivir con otros allí donde no hay un poder capaz de atemorizarlos a todos. Mientras los hombres vivan sin ser controlados por un poder común, están en la condición llamada Guerra".

Siendo resultante de todo ello, como se dijo anteriormente, la realización de un pacto entre los individuos atemorizados.

En tanto que en el autor alemán, el nacimiento del Estado no sería la celebración del contrato, sino que estaría dada por la aclamación del pueblo, manifestando de esta manera su identificación con su líder.
Debemos suponer, entonces, que ambos autores defienden un Estado Absolutista, pero la diferencia sería, que: "para Hobbes la mejor forma de gobierno es la Monarquía". Mientras que para Schmitt sería el Estado Administrativo, el que bien se podría comparar con un Estado Totalitario, tal como lo plantea Schmitt al mencionar que, "El Estado Totalitario es, por su propia naturaleza, un Estado Administrativo".

EL SOBERANO:

Al respecto Schmitt menciona: "Soberano es aquel que decide sobre el estado de excepción"
Dicho estado no significa que sea el desorden, puesto que "el caso excepcional, el que no está previsto en el orden jurídico vigente, puede tal vez ser calificado como caso de extrema necesidad, de peligro para el Estado".

Lo excepcional dice Schmitt "¼es lo que no se puede subsumir; escapa a toda determinación general, pero, al mismo tiempo, pone al descubierto en toda su pureza un elemento específicamente jurídico, la `decisión. El caso excepcional reviste carácter absoluto cuando se impone como primera medida la necesidad de crear una situación dentro de la cual puedan tener validez los preceptos jurídicos".

Párrafos después continua diciendo Carl que "La excepción es más interesante que el caso normal. Lo normal nada prueba; la excepción, todo; no sólo confirma la regla, sino que ésta vive de aquella"
Entonces el líder carismático, se encontraría en la cúspide del poder estatal, poseyendo en sus manos , extensos poderes extraordinarios, con los cuales decidiría en estos momentos de excepción. Obtenido de este modo la jefatura de garante y guardián responsable de la Constitución.

"Soberano es quien con carácter definitivo decide si la situación es, en efecto, normal.  El soberano crea esa situación y la garantiza en su totalidad. El asume el monopolio de la ultima decisión. En lo cual estriba precisamente la esencia de la soberanía del Estado".

En el Leviatán, dice Hobbes, radica la esencia del Estado, definiendo así a una persona que sería la competente para la concentración del poder estatal, precisamente para lograr la paz y la seguridad de la sociedad en pleno. Esta persona no es más que el Soberano, pues en él se encarna el Estado; y cada uno de los individuos le debe respeto y sumisión en calidad de súbdito.

La función de éste afirma Hobbes, "consiste en el fin para el cual fue investido con el poder soberano, a saber, procurar la seguridad del pueblo, a lo cual está obligado por ley de naturaleza".

Importa citar aquí a Schmitt cuando dice que: "La persona soberana representativa es infinitamente más que lo que la fuerza sumada de todas la voluntades participantes pudiera dar de sí. La angustia acumulada de los individuos que tiemblan por su vida produce el Leviatán, un poder nuevo;  el nuevo Dios es trascendente a los individuos que han celebrado el contrato también a su suma, pero sólo en sentido jurídico, no en sentido metafísico".

"El Soberano de un Estado, no está sujeto a las leyes civiles. Pues como tiene el poder de hacer y deshacer las leyes, pude librarse de estar sujeto a ellas cuando le plazca, derogando la leyes que le molestan, y promulgando oras nuevas. Quien es libre, puede librarse siempre que quiera; y tampoco es posible que una persona esté sujeta a sí misma, pues quien puede obligar, puede también liberar, y el que solo está obligado a sí mismo, no está obligado en absoluto".

Este soberano es tanto en Hobbes como en Schmitt un legislador, pues es él el que hace las leyes y las interpreta, por tal razón nadie puede derogarlas, a excepción del soberano.

Como habrá de mencionarse, el soberano en Hobbes, el Führer en Schmitt, tienen a cargo funciones similares en cuanto a: asegurar la paz interna y de defender a la comunidad de la penetración extranjera.
Es evidente que aquí Schmitt vuelve a acercarse a Hobbes en cuanto la figura que representaría los intereses de los hombres en el Estado.

FINES DEL ESTADO:

Para el autor del Leviatán el fin será encontrar la paz y conservarla, imponiendo límites que considere necesario para evitar la discordia entre los hombres, de guerra constante de todos contra todos. Será entonces necesario encontrar la seguridad del Estado Civil Político, (el que sería la superación del Estado de naturaleza) en el que el hombre es para el hombre un Dios `homo homini deus´ , y en el cual cada uno de los individuos estarían seguros y tranquilos, por la sencilla razón, que estarían gobernados y protegidos por un Soberano capaz de establecer la armonía civil.

Por lo expuesto aclara Hobbes: "Y como la finalidad de esta institución del Estado es la paz y defensa de todos, quienquiera que tenga derecho a procurar ese fin, lo tendrá también de procurar los medios. Pertenece al derecho de cualquier hombre o asamblea que tenga la soberanía el juzgar cuáles han de ser los medios de alcanzar la paz y de procurar la defensa, así como el tomar las medidas necesarias para que esa paz y esa defensa no sean perturbadas, y el hacer todo lo que crea pertinente para garantizar la paz y la seguridad, tanto en lo referente a medias preventivas que eviten la discordia entre los súbditos y la hostilidad que pueda venir del exterior, como para recuperar esa paz y esa seguridad cuando se hayan perdido"
Ahora bien, para Carl Schmitt, en coincidencia nuevamente con el contractualista, nos dice que, la labor del Estado consiste, especialmente, en asegurar un orden interno, brindar tranquilidad y seguridad a los hombres de la sociedad, para mantener la tan preciada unidad política, también tiene que combatir en contra de otros estados que pretendan despojarle identidad.

Arguye a lo mencionado el autor que: "La tarea de un Estado normal consiste sin embargo, sobre todo en asegurar en el interior del Estado y de su territorio una paz estable, en establecer `tranquilidad, seguridad y orden´ y en procurar de ese modo la situación normal que funciona como presupuesto para que la normas jurídicas puedan tener vigor"
Pero otro objetivo muy importante para este autor, es el poder lograr una homogeneidad, eliminando antagonismos que se encuentran en el propio territorio. Aquí el Estado, como se mencionó anteriormente, debería y tendría que hacerse cargo de la decisión política para instituir la paz y transformar la hostilidad que se halla presente entre los individuos.

A esta homogeneidad se llega cuando la nación tiene un sólo interés, dicho de otro modo, cuando se eliminen a los enemigos del Estado y cuando la sociedad no se encuentre dividida en grupos con intereses enfrentados e identificándose los individuos con la figura del Führer.

De la mencionada distinción entre un autor y otro, en cuanto al fin del Estado se infiere que: hay coincidencia en ambos en la búsqueda de la paz y la seguridad dentro del territorio, como objetivos primarios.

DERECHO DE RESISTENCIA:

El mismo tiene su explicación tanto en Schmitt como en Hobbes.

Este derecho es totalmente ilógico en la teoría de Tomás Hobbes, es decir, en su modelo de Estado, puesto que frente al Leviatán sería estéril cualquier intento de resistencia.

Así lo explica el propio Schmitt, cuando sostiene que: "la construcción jurídica del derecho de resistencia resulta imposible hasta como problema. No se puede construir ni como derecho objetivo ni como derecho subjetivo. No tiene cabida posible dentro del ámbito dominado por la gran máquina irresistible.  O el Estado existe realmente como tal y funciona como instrumento inconstrastable de la paz, de la seguridad y del orden,  o no existe realmente y no cumple su función de asegurar la paz. Entonces no hay estado, sino estado de naturaleza.  Si se admitiera este derecho dentro del Estado de Hobbes, sería tanto como admitir un derecho a la guerra civil reconocido por el Estado, es decir, un derecho a destruir el Estado: por consiguiente, un absurdo".

Continua diciendo el autor, que frente al Leviatán de Hobbes: "¼no cabe derecho alguno de resistencia fundado en un derecho superior o distinto, o por motivos y argumentos de religión".

PROTECCIÓN Y OBEDIENCIA:

Es esta la relación que sostiene unidos al Estado y al pueblo, según lo dice el autor alemán; "en realidad no existe ninguna relación de dominación o de subordinación, ninguna legitimidad o legalidad racional, que prescinda de la conexión entre protección y obediencia. El protego ergo obligo es el cogito ergo sum del estado, y una doctrina del Estado que no sea sistematicamente consciente de una máxima quedará como un fragmento insuficiente".

Schmitt siguiendo a Hobbes, nos plantea un esquema de la mencionada relación, en el cual podemos observar nuevamente, su similitud con el inglés.
Parte superior abierta a la trascendencia

1 Veritas: Jesus Christus 5
2 ¿Quis interpretabitur? 4
3 Autoritas, non veritas, facit legem 3
4 Potestas directa, non indirecta 2
5 Oboedientia Oboedientia 1
et Protectio et Protectio

Parte inferior cerrada: sistema de las necesidades

Si repasamos el gráfico de arriba hacia abajo se haya, Jesus es el Cristo, luego se encuentra la frase: ¿quién interpreta?, ¿quién acuña la verdad en monedas poseedoras de valor legal?, "a este problema se responde con la máxima: Autoritas, non veritas, facit legem. La verdad no se cumple por sí sola sino que tiene necesidad de comandos coercibles. A realizar esto es llamada una protesta directa que -a diferencia de una protestas indirecta- consiste en el accionamiento del comando, tiene obediencia y puede defender a quien la obedece. De ese modo se crea una cadena de arriba hacia abajo, desde la verdad del culto público hacia la obediencia y la protección del individuo aislado. Si, en cambio, se parte de abajo  entonces la cadena parte de la exigencia de protección y de seguridad del hombre aislado, `por naturaleza´ necesitado de consejo y de ayuda, y de obediencia de él conseguida, y conduce  a la puerta de la trascendencia".

Aquí surgen interrogantes que el propio Carl Schmitt se formula años posteriores, tal como lo menciona Bertin y Corbetta: "Pero ¿por qué obedece usted? La obediencia no es ni mucho menos arbitraria, sino que esta motivada por algo y en alguna medida. ¿Por qué entonces dan los hombres su consenso al poder?. En algunos casos se hacen por confianza, en otros por miedo, a veces por esperanza, a veces por desesperación. Pero lo que necesitan siempre es protección y esta protección la buscan en el poder.  Quien no tiene el poder de proteger a alguien no tiene tampoco derecho a exigirle obediencia. Y a la inversa: quien busca y acepta protección no tiene derecho a negar obediencia".

Podemos decir entonces que es Schmitt, partidario como Hobbes de una obediencia absoluta e incondicional. Siendo la relación de protección-obediencia "...la piedra angular de la construcción política de Hobbes..."

Dando pues, una respuesta a la pregunta inicial, podríamos concluir entonces, que: sabiendo que existen diferencias entre ellos, no podamos dejar de reconocer que existe un paralelismo, que se ha ido manifestando en las respectivas obras.

Teoría del Partisano.

El término partisano es sinónimo de guerrillero, revolucionario, y surge tras la ocupación de España por parte de Napoleón entre 1808 y 1813. El partisano es un soldado, un individuo armado que a diferencia del soldado regular tiene las siguientes características:

Irregularidad: puede portar armas o no, no ha hecho una carrera profesional, no porta uniforme, no tiene una función definida.

Telurismo: está vinculado a un lugar determinado, no necesita la logística de una batalla regular, actúa generalmente dentro de su propia gente que lo ayuda.

Extrema movilidad: tiene una gran facilidad de movimiento en el campo de batalla, no tiene tácticas establecidas.

Intenso compromiso político: posee un intenso compromiso con su tierra natal, lo cual significa que distingue a los amigos del enemigo real.

Estado Total.

Para Schmitt la democracia es entendida a partir del concepto de «Estado total». El Estado total es aquel que ha superado el momento liberal. Es un Estado fuerte, que se inmiscuye en todas las esferas de la vida en sociedad. En la democracia, para Schmitt, todo es político.

En este marco, se entienden sus críticas al liberalismo, al parlamento como institución y al parlamentarismo como forma de gobierno. La democracia para él no requiere del voto secreto (pues la política se hace en el espacio público). Por el contrario es la acclamatio, la elección a viva voz y en masa, la que le resulta compatible con su idea de democracia. La democracia es directa: no hay representantes, ni elecciones. La representación necesariamente mediatiza la inmediatez de la voluntad popular, haciéndola, en definitiva, desaparecer.

Tampoco admite la idea de pluralismo, ya que sostiene que a la democracia le es propia la homogeneidad, por lo que la unanimidad es el carácter propio de esta democracia. Las diferencias serán entonces excluidas o eliminadas al interior de la unidad política.

Obras de Carl Schmitt (en orden cronológico).

Gesetz und Urteil. Eine Untersuchung zum Problem der Rechtspraxis. 1912. (hay traducción al español).
Der Wert des Staates und die Bedeutung des Einzelnen. Hellerau 1917 (1ª ed. Tübingen, 1914) (hay traducción al español)
Theodor Däublers „Nordlicht“. Duncker & Humblot. Berlín 1991 (1ª ed. München 1916).
„Die Sichtbarkeit der Kirche“, en: Summa 1/2 (1917) (hay traducción al español).
Politische Romantik. Duncker & Humblot, Berlín, 1919. (hay traducción al español)
Die Diktatur. Von der Anfängen des modernen Souveränitätsgedankens bis zum proletarischen Klassenkampf. Berlín 1964 (1ª ed. 1921) (hay traducción al español).
Politische Theologie. Vier Kapitel zur Lehre von der Souveränität. Berlín 1996 (la 1ª ed. es de 1922) (hay traducción al español).
Römischer Katholizismus und politische Form. Stuttgart 1984 (Hellerau. 1ª ed. 1923) (hay traducción al español).
Positionen und Begriffe im Kampf mit Weimar–Genf–Versailles 1923–1939. Hanseatische Verlagsanstalt. Hamburgo 1940.
„Die Lage der europäischen Rechtswissenschaft“, en: Verfassungsrechtliche Aufsätze aus den Jahren 1924–1954. Materialien zu einer Verfassungslehre. Berlín 1958.
„Der Staat als ein konkreter, an eine geschichtliche Epoche gebundener Begriff“, en: Verfassungsrechtliche Aufsätze aus den Jahren 1924–1954. Materialien zu einer Verfassungslehre. Berlín 1958.
Verfassungslehre. Berlin 1954 (1ª ed. 1928) (hay traducción al español).
Der Hüter der Verfassung, Duncker & Humblot, 1996. (1ª ed. 1931) (hay traducción al español).
„Der Mißbrauch der Legalität“ en: Tägliche Rundschau, 19 de julio de 1932.
Legalität und Legitimität. Duncker & Humblot. Berlín 1998 (6ª ed.; 1ª ed. 1932) (hay traducción al español).
Der Begriff des Politischen. Duncker & Humblot. Berlín 1996 (texto del año 1932 con un prólogo y tres corolarios; también: Hamburgo 1933) (hay traducción al español).
Über die drei Arten des rechtswissenschaftlichen Denkens. Duncker & Humblot. Berlín 2ª ed. 1993 (1ª ed. 1934) (hay traducción al español)
„Der Führer schützt das Recht. Zur Reichstagsrede Adolf Hitlers vom 13. Juli 1934“, en: Deutsche Juristen-Zeitung 39 (1934).
„Politik“, en: H. Francke (ed.), Handbuch der neuzeitlichen Wehrwissenschaften, tomo 1. Berlín/Leipzig 1936.
„Die deutsche Rechtswissenschaft im Kampf gegen den jüdischen Geist“, en: Deutsche Juristen-Zeitung 41 (1936).
Der Leviathan in der Staatslehre des Thomas Hobbes. Sinn und Fehlschlag eines politischen Symbols. Colonia 1982 (la 1ª ed. es de 1938) (hay traducción al español)
„Beschleuniger wider Willen oder: Problematik der westlichen Hemisphäre“, en: Das Reich, 16 (19 de abril de 1942).
Land und Meer. Eine weltgeschichtliche Betrachtung. Colonia–Lövenich 1981 (1ª ed. Leipzig 1942) (hay traducción al español).
Glossarium. Aufzeichnungen der Jahre 1947–1951. Berlín 1991.
Donoso Cortés in gesamteuropäischer Interpretation. Colonia 1950. (hay traducción al español)
„Drei Stufen historischer Sinngebung“, en: Universitas, 5 (1950).
Der Nomos der Erde im Völkerrecht des Jus Publicum Europaeum. Colonia 1950 (hay traducción al español).
Ex Captivitate Salus. Erfahrungen der Zeit 1945/47. Colonia 1950 (hay traducción al español)
„Die Einheit der Welt“, en: Merkur 47 (1952).
„Die geschichtliche Struktur des heutigen Weltgegensatzes von Ost und West“, en: Freundschaftliche Begegnungen. Festschrift für E. Jünger zum 60. Geb. Frankfurt a.M. 1955.
„Die andere Hegel-Linie – Hans Freyer zum 70. Geburtstag“, en: Christ und Welt 30 (26 de julio de 1957).
„Gespräch über den neuen Raum“, en: Estudios de Derecho Internacional en homenaje a Barcia Trelles. Zaragoza 1958.
Theorie des Partisanen. Zwischenbemerkung zum Begriff des Politischen. Berlín 1995 (1ª ed. 1963) (hay traducción al español).
Politische Theologie II. Die Legende von der Erledigung jeder Politischen Theologie. Berlín 1996 (1ª ed. Berlín 1970) (hay traducción al español)
„Gespräch über den Partisanen“, en: J. Schickel (ed.), Guerilleros, Partisanen. Theorie und Praxis. München 1970.
Carl Schmitt und Álvaro d'Ors. Briefwechsel (ed. Montserrat Herrero) Berlín 2004.
Tagebücher vom Oktober 1912 bis Februar 1915, Akademie Verlag, 2005.
Carl Schmitt. Die Militärzeit 1915 bis 1919, Akademie Verlag, 2005.
Tagebücher 1930 bis 1934, Akademie Verlag, 2010.

EN ESPAÑOL:

"Sobre el parlamentarismo" Editorial Tecnos. Madrid, 1996.
"Sobre los tres modos de pensar la ciencia jurídica". Editorial Tecnos. Madrid, 1996.
"El Estado como integración. Una controversia de principio". Editorial Tecnos. Madrid, 1997.

Bibliografía:


http://es.wikipedia.org/wiki/Carl_Schmitt. "Carl Schmitt"

http://www.filosofia.net/materiales/num/num14/n14d.htm. "Criterio Amigo-Enemigo en Carl Schmitt". María Concepción Delgado Parra.

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