jueves, 12 de junio de 2014

Venezuela: Estado-Supernación. Por Kelder Toti.

Venezuela: Estado-Supernación.


                     Por Kelder Toti.

Según algunas escuelas de la ciencia política, un Estado-Nación se caracteriza por tener un territorio claramente delimitado, una población constante, si bien no fija, un gobierno y una cultura propia, que los diferencia de otros Estados-Nación. El Estado se crea históricamente, mediante el tratado de Westfalia, al final de la guerra de los 30 años (1648). Mediante este tratado se acaba con el antiguo orden feudal, y se da paso a organizaciones territoriales y poblacionales definidas en torno a un gobierno que reconoce sus límites espaciales, y por lo tanto, de poder.

El progreso del Estado moderno no consistió solamente en un desplazamiento de las viejas instituciones religiosas, sino su completa renovación, su predominio con las nuevas autoridades de la nación, creando un nuevo orden social (liberal, burgués y capitalista), al eliminarse las viejas formas estamentales de origen feudal del "Antiguo Régimen" mediante un triple proceso revolucionario: Revolución liberal, Revolución burguesa y Revolución industrial.

Sin embargo, el proceso distó de ser una revolución instantánea, pues a pesar de que se produjeron periódicamente estallidos revolucionarios ( La Revuelta de Flandes, La Revolución Inglesa, La Revolución Estadounidense, La Revolución Francesa, La Revolución de 1820 en España, La Revolución de 1830 en Francia y Las Revoluciones de 1848), como proceso de larga duración, lo que produjo fue una lenta evolución y transformación de las monarquías feudales en regímenes parlamentarios. Primero se transformaron en monarquías autoritarias y luego en monarquías absolutas, que durante el Antiguo Régimen fueron conformando la personalidad de naciones y Estados en base a alianzas territoriales y sociales cambiantes; tanto de unas monarquías con otras como de cada monarquía en su interior: en lo social con la ascendencia de la burguesía y con los estamentos privilegiados, y en lo espacial con el mantenimiento o vulneración de los privilegios territoriales y locales (fueros).

El racionalismo creó la idea del "ciudadano", el individuo que reconoce al Estado como su ámbito legal. Creó un sistema de derecho uniforme en todo el territorio nacional y la idea de "igualdad legal". Pero fracasó al inculcarle al ciudadano deberes, que sólo se fomentaron en los regímenes bonapartistas contrario al Estado Liberal. A  la larga sólo militarizando la sociedad se le inculcará los deberes cívicos a los ciudadano, para algunos es una medida extremista pero en  realidad es que una forma de darle uniformidad a la nación apoyada en la religión como baluarte de la nacionalidad.

Las distintas escuelas de las ciencia políticas definen de diversas maneras el concepto del Estado-Nación. Sin embargo, en la mayoría de los casos se reconoce que las naciones, grupos humanos identificados por características culturales, tienden a formar Estados con base en esas similitudes. Cabe anotar que bajo esta misma óptica la nación es un agrupamiento humano, delimitado por las similitudes culturales (lengua, religión, historia, imaginario colectivo, etc) y físicas (tipología). Un Estado puede albergar a varias naciones en su espacio territorial y una nación puede estar dispersa a través de varios Estados.

Si bien el Estado-Nación surge hacia el año 1648 (Tratado de Westfalia), las instituciones políticas de esta entidad tienen un desarrollo más lento, que se puede rastrear hasta una maduración en 1789 (Revolución Francesa). Los modelos de agrupación en torno a una autoridad central siguen dos visiones contrapuestas, la pesimista y optimista, acerca del hombre en  la naturaleza, marcadas por los trabajos filosófico-políticos de Hobbes y Rousseau, sin excluir otras tradiciones del pensamiento político: el concepto platónico de La República o la Política de Aristóteles, y el funcionamiento y las políticas de la democracia ateniense y la República romana en la Edad Antigua; los debates de la Edad Media entre los poderes universales y el intento fallido del conciliarismo (Concilio de Constanza de 1413, Concilio de Florencia o Concilio de Basilea de 1431).

La Edad Moderna es el establecimiento del ius gentium, los justos títulos y el tiranicidio por los españoles de la Escuela de Salamanca -Bartolomé de las Casas, padre Mariana- o el holandés Grotius, el humanismo de Nicolás de Cusa, el racionalismo de Leibniz o el empirismo de Locke;  todos ellos refundidos y retomados por la Ilustración europea (primero Montesquieu y luego los enciclopedistas), así como la percepción de ejemplos de algunas experiencias políticas indígenas americanas -las comunidades precolombinas en las Antillas, el mito de El Dorado, el imperio incaico del Tahuantinsuyo o la confederación iroquesa- que vistas desde la perspectiva eurocéntrica conformaron la idea del buen salvaje y del utopismo. La primera exposición política de este proceso intelectual fueron los textos de la Revolución estadounidense: la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (4 de julio de 1776) y la Constitución de 1787.

"Nosotros, el Pueblo de los Estados Unidos, a fin de formar una Unión más perfecta, establecer Justicia, afirmar la tranquilidad interior, proveer la Defensa común, promover el bienestar general y asegurar para nosotros mismos y para nuestros descendientes los beneficios de la Libertad, estatuimos y sancionamos esta CONSTITUCIÓN para los Estados Unidos de América".

Esta idea del Estado implicaba su surgimiento ante la necesidad armonizar los intereses del individuo y de la comunidad de obtener al mismo tiempo seguridad, igualdad jurídica y libertad; y para garantizar el derecho de propiedad, como un desarrollo natural de la cooperación entre los individuos en su egoísta búsqueda de la felicidad a través del propio interés individual (teoría de la mano invisible de Adam Smith).

El desarrollo del concepto, a partir del siglo XVII había generado los primeros mapas europeos de naciones-estado, donde las fronteras se pretendían establecer firmemente para garantizar la paz, al menos en principio, puesto que la estabilidad de las fronteras  nunca se consiguió. A la par de este desarrollo de concepto se busca justificar la existencia de un Estado-Nación natural, delimitado por fronteras naturales en contraposición con la idea de la nación como producto de las similitudes culturales. Este tipo de concepción territorial del Estado llevará a la conformación de Estados Imperiales o Superestados, más que nacionales, donde se agrupan varias comunidades nacionales bajo una misma autoridad estatal centralizada, que entran en conflictos debido a sus profundas diferencias culturales, históricas y religiosas; acendradas en tiempos de una depresión económica, viviendo perennes revueltas urbanas contra la autoridad estatal.

Las naciones divididas o dispersas en distintos Estados también generan conflictos de muy difícil solución (el caso del pueblo judío, el kurdo o el gitano). En otros casos las comunidades de una misma nación eliminan las fronteras, de manera que hay libre tránsito a través de fronteras, como es el caso de los indígenas del norte de México y el sur de EUA.  Debido a los factores como fronteras cerradas, grupos nacionales muy pequeños y procesos históricos complejos, resulta poco práctico (según la perspectiva política, económica y social de los Estados modernos), reintegrar la soberanía o permitir el surgimiento de naciones alternativas de tamaño menor que las que conforman a los Estados modernos.

La identificación del Estado nacional con el mercado nacional, de un tamaño suficiente para permitir a la burguesía el desarrollo del mercado capitalista en el periodo de desarrollo de la Revolución Industrial (siglo XIX), simultáneo al periodo conocido como nacionalismo, en el que se inician los movimientos nacionalistas contemporáneos. Esta tendencia a la adecuación entre el tamaño del mercado y el tamaño del Estado se complementó con los Imperios Coloniales en Europa o Rusia, en la denominada época del imperialismo (1870-1914), proceso que fue identificado y analizado en aquel momento por Hobson y Lenin.

La Primera Guerra Mundial, disolvió los grandes imperios (II Imperio Alemán, Imperio Austrohúngaro, Imperio Otomano e Imperio Ruso), ya que toda lucha entre Superestados conlleva históricamente a su destrucción. La caída de los Imperios, facilitó por un lado el intento de construcción de un Estado Socialista, y por otro con el intento de aplicación al resto de Europa de los Catorce puntos de Wilson, que matizados por las potencias vencedores en los tratados de paz (Tratado de Versalles), condujeron a una política de plebiscitos en que las poblaciones deberían elegir el Estado en que querían vivir (por ejemplo el Sarre), lo que en Europa Oriental no garantizó unas fronteras seguras ni una estabilidad que pudiera evitar la explotación de un extendido sentimiento de victimismo nacionalista por el fascismos y el estallido de una nueva guerra (la Segunda Guerra Mundial);

Tras lo cual, las Potencias Aliadas vencedoras de la Primera Guerra Mundial, optaron por traslados forzosos y masivos de las poblaciones y una política de bloques liberal, reforzó al fascismo y al nacional socialismo, que buscaron proteger sus comunidades de la investida de otras comunidades armadas, militarizando no solo al Estado sino a la Sociedad en su conjunto, preparándola para Guerra Total cometiendo el error de no aliarse con los nacionalistas ucranianos o rusos, que hubieran cambiado la cara del frente oriental.

El término Estado nacional, que suele utilizarse indistintamente junto al término Estado, se refiere más propiamente a un Estado identificado con una sola nación como es el caso de Venezuela. Tras el proceso de descolonización de mediados del siglo XX, esta forma de Estado ha llegado a ser la más común, de modo que la inmensa mayoría de los Estados se consideran Estados nacionales. Sin embargo, nunca a lo largo de la historia ha habido una identidad indiscutida entre ambos términos (Estado y nación) y siempre ha habido objeciones sobre la identificación con una sola nación de cualquiera de los Estados existentes.

Los que se consideran ejemplos de Estado nacional desde finales de la Edad Media (Francia, ejemplo de centralismo y de nación construida con los mecanismos unificadores de la sociedad por el Estado)  como de los surgidos de movimientos unificadores románticos (Unificación de Alemania y Unificación de Italia). Esto hace aún más difícil la pregunta sobre qué es una nación. Hay muchos Estados, como Bélgica y Suiza, con múltiples idiomas, religiones o grupos étnicos dentro de ellos, sin que ninguno sea claramente dominante. A menudo (y especialmente en el caso de Suiza y los Estados Unidos) una identidad nacional ha sido construida desafiando esas diferencias. Un mejor ejemplo de Estado plurinacional sería el Reino Unido, constituido por cuatro naciones: Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte y Gales, lo que no implica que predomine la conciencia nacional sobre el concepto de lo british (para algunos lo más próximo a una nación británica).

El concepto de Estado de las autonomías surgido de la vigente Constitución Española de 1978 (que se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas -artículo 2-) es interpretado de forma distinta por cada fuerza política española, desde posturas centralistas hasta otras que entienden a España como una Nación de naciones, desde un denominado patriotismo constitucional a un nacionalismo español más tradicional, y desde las reivindicaciones independentistas de los más radicales entre los nacionalismos periféricos, a las más moderadas de los que a veces se denominan regionalistas y a veces nacionalistas moderados.

La única forma de que Venezuela pueda sobrevivir ante la presión al Norte de los Estados Unidos, al Sur de Brasil y al Este de la inestable Colombia, y del piojo que quiere guiar una manada de elefantes (Cuba), se evitará chocar con las potencias enemigas.  Venezuela se convertirá en un Estado-Supernación, que le  permita enfrentar políticamente, económicamente y militarmente la amenaza de los Superestados (Estados Unidos y Brasil), que buscarán absorberla  para garantizarse sus materias primas y energía, y  de  la convulsa Colombia que expandirá su violencia como una peste hacia sus vecinos al finiquitarse la ayuda americana. Sólo un régimen nacionalista, altamente pragmático, con capacidad de maniobra política podrá superar semejante desafío, de no hacerlo la nación sucumbirá a la anarquía y a la colonización, convirtiéndose en un triste recuerdo de lo que pudo ser.

Se debe constituir un Ejército y Armada poderosa militarizando a la sociedad hasta donde sea posible, sin chocar con las peculiaridades de los diferentes estratos, es indispensable catolizar al país como un vínculo de identidad nacional, que le permita galvanizar al país en la cruzada que se avecina. Al tener una Armada de ataque anfibio entrenada, que nos permitirá tener en el Caribe un espacio de dispersión geoestratégica, ya que tendremos un campo de batalla alejado de nuestras costas; al reentrenar a las perezosas FAN, para que puedan disuadir y defender a nuestros aliados, se tiene que instalar una industria militar que aprovisione de arma al país y a sus aliados, constituyendo alianzas de carácter estratégico, sin distorsiones ideológicas, que defiendan sus fronteras naturales o administrativas del avance de Brasil y sus vasallos, aprovechando los altos precios del barril de petróleo para conquistar mercados de mercancías industriales y agrícolas.

Para mantener a largo plazo un aparato militar sin los sobresaltos de las caídas abruptas del precio del petróleo, hay que necesariamente reindustrializar al país, eliminando la obsolescencia planificada en el complejo fabril, y distribuir los ejidos estatales entre los hijos de los campesinos, convirtiendo a Venezuela en el granero del Caribe. Es necesario el consenso entre las Fuerzas Vivas (Empresarios, Profesionales y Sindicatos), ya que su apoyo es vital, en la lucha por la supervivencia, dejándole una participación activa en el Congreso, limitando el poder abusivo de la burocracia estatal.

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