jueves, 10 de marzo de 2016

El Héroe: Thomas Carlyle. Por Kelder Toti.



El Héroe: Thomas Carlyle.



                                       Por Kelder Toti.



Thomas Carlyle (Ecclefechan, Escocia, 4 de diciembre de 1795-Londres, 5 de febrero de 1881) fue un historiador, crítico social y ensayista británico.

De familia estrictamente calvinista, estudió teología en la Universidad de Edimburgo con el deseo de transformarse en pastor, pero perdió la fe en una crisis que expuso en parte en su posterior novela Sartor Resartus, y abandonó esos estudios en 1814, aunque siempre siguieron vivos en él los valores que le inculcaron.

Se dedicó entonces a la enseñanza de las matemáticas durante casi cuatro años. Después viajó a Edimburgo y empezó a estudiar leyes y a escribir diversos artículos (1819-1821). Su carácter se agrió profundamente desde entonces al ser víctima de una úlcera estomacal que lo acompañaría todos los días de su vida. Además empezó a apasionarse por la lengua y la literatura alemanas, que llegó a conocer perfectamente.

En particular le impresionó profundamente el idealismo alemán (Fichte); animado por sus descubrimientos empezó a divulgar la literatura alemana entre sus compatriotas traduciendo obras de Goethe, escribiendo una Vida de Schiller (1825) y publicando numerosos artículos sobre Alemania y su cultura.

Tras un viaje a París y Londres, volvió a Escocia y ayudó en la revista literaria liberal Edinburgh Review. En 1826 se casó con Jane Baillie Welsh, una escritora a la que había conocido en 1821. A partir de 1828 vivieron en Craigenputtock (Escocia), donde Carlyle compuso el poioumenon o metanovela Sartor Resartus, traducible como El sastre resastrado, publicada originalmente entre 1833 y 1834 por la Fraser's Magazine. Se trata, en general, de una sátira del utilitarismo y materialismo de los ingleses que recurre ampliamente a la ironía con un estilo retórico y académico de amplio párrafo.

Para Carlyle son una falsedad las riquezas materiales porque conducen a una crisis personal de la que solo puede salvar un idealismo espiritual. Con esta obra, Carlyle se perfila además como un crítico social de mirada preocupada por las condiciones de vida de los trabajadores británicos, en la que deja ver su profundo desencanto por los estragos que ha causado la Revolución industrial.

Durante sus días en Craigenputtock entabló una amistad de por vida con Ralph Waldo Emerson, el célebre ensayista estadounidense. En 1834 se trasladó a Londres, donde recibió el apodo "el Sabio de Chelsea" y formó parte de un círculo literario en el que figuraban los ensayistas Leigh Hunt y John Stuart Mill.

El Héroe:

La obra que aquí presentamos El Héroe, está formada por una compilación de las seis conferencias que impartió durante el mes de mayo de 1840. Estructuradas bajo el tema común de El culto a los héroes, en éstas, Carlyle le da, como se dice comúnmente, vuelo a la hilacha en su manifestación de angustia ante el derrumbe de los valores bajo los cuales Europa había vivido. En efecto, el cataclismo provocado por el nuevo concepto del mundo que consigo trajo la Revolución Francesa, iba rápidamente pulverizando todas las estructuras autoritarias basadas en criterios absolutistas en favor de las ideas liberales y democráticas. Ante esa realidad Carlyle pone el grito en el cielo, desarrollando su concepción de buscar la interpretación de la historia a través de destacados individuos, y el término de héroes será el nombre que escoja para definirlos.

Su curiosa, y en cierta medida trasnochada teoría que no pocos consideran como fascista, al representar la angustia de algunos núcleos sociales europeos, por lógica alcanzó notoriedad e importancia. Y así, que sus desplantes como el de considerar el advenimiento democrático como un claro síntoma de la angustia de las sociedades ante la carencia del héroe que las dirija, demuestra el claro resentimiento de los sectores sociales proclives al absolutismo, y, sobretodo, la elaboración de una coraza ideológica justificante que les permitiera sobrevivir ante un panorama del todo adverso para ellos.

Así, el autor de la voluminosa obra Historia de Federico II en Prusia,  Carlyle, consolida su presencia en cuanto teórico de esa reacción embozada, que anhelante esperaba el momento de volver a apropiarse de lo que consideraba suyo y que se creía despojada: el poder absoluto. La lectura de El culto a los héroes, proporciona una oportunidad de reflexionar sobre nuestro entorno. Pues, a pesar de que las ideas manifiestas en esta obra hayan sido expresadas hace más de siglo y medio, su substancia ha trascendido el tiempo, por lo que no es extraño que de vez en vez nos topemos con familiares, amigos o conocidos, que de una u otra forma reivindican, en algunos casos hasta de manera inconsciente, las concepciones de  Carlyle.

Carlyle sigue describiendo a Mahoma como a un “¡hombre espontáneo, apasionado, y sin embargo justo y bien intencionado! Lleno de facultades portentosas, del fuego y de la luz; de un mérito sin domar, completamente iletrado, desplegando la tarea de su vida en las profundidades del desierto” (53). Para Carlyle, Mahoma posee secretos a los cuales debemos intentar “llegar” para que “nos permitan comprender lo que pretendió hacer con el mundo. Carlyle intuye que con tal comprensión podemos después responder la pregunta de lo “que el mundo significó y significa para él”. Carlyle reconoce diáfanamente a Mahoma como a un gran hombre, distinguiéndole como un héroe. Pero esta etiqueta se vuelve problemática cuando se contempla la descripción romántica y estereotipada que Carlyle hace de Mahoma. Éste no es tanto un héroe que debería inspirar“nos” (como ocurre con la audiencia intencionada de Carlyle), sino aquel que inspira a los musulmanes y por lo tanto, exige nuestro análisis. Mahoma es un ejemplo convincente de un héroe precisamente debido a lo que Carlyle estima como su falta de educación, espontaneidad y primitivismo. Carlyle llama nuestra atención repetidamente sobre la impresionante influencia de Mahoma y sus multitudes de seguidores, mientras que los adjetivos que utiliza para describir al profeta implican la creencia de Carlyle en la superioridad de un cristiano blanco como él, educado, cauto y “letrado”.


Muchas de estas cuestiones se pueden considerar en relación con la descripción de Carlyle sobre lo que él ve como las opiniones imperantes de Mahoma:

Nuestra hipótesis actual sobre Mahoma, de que fue un impostor manipulador, alguien falsamente encarnado, que su religión es una mera masa de charlatanería y fatuidad, comienza ahora a ser realmente inaceptable para cualquiera. Las mentiras, que el fervor bien intencionado ha amontonado a su alrededor, sólo nos resultan a nosotros escandalosas… Ahora, la palabra que este hombre articuló se ha convertido en el patrón de vida de ciento ochenta millones de hombres durante estos doce siglos. Dios creó a estos ciento ochenta millones como nos creó a nosotros… ¿Debemos suponer que se trató de un juego miserable de prestidigitación espiritual, juego por el que tantas criaturas del Todopoderoso han vivido y muerto? Yo, por mi parte, no puedo hacer tal suposición… Estaríamos completamente perdidos en cuanto a lo que pensar de este mundo, si la charlatanería creciera de semejante modo y fuera sancionada aquí… pienso que teoría más impía que ésta jamás se promulgó en esta tierra. ¿Un hombre falso fundó una religión? ¡Bueno, un hombre falso no puede construir una casa de ladrillos!... se caerá inmediatamente [Carlyle 44].

Carlyle también describe su encuentro con el Corán y opinión acerca del mismo, y lo errado de la visión occidental:


"…Debo decir que nunca emprendí una lectura tan laboriosa como la del Corán. Un revoltijo fatigoso y confuso, crudo, irregular, con repeticiones infinitas, excesiva verbosidad, lleno de enredos; un texto de lo más falto de refinamiento, mal compuesto; ¡una estupidez insoportable, en breve! Nada salvo el sentido del deber podría conducir a ningún europeo a través del Corán… Es el germen confuso de una gran y ruda alma humana; primitiva, sin instrucción, que incluso no puede leer, pero que batalla vehemente, ferviente y entusiastamente por pronunciarse a sí misma mediante palabras… Dijimos “estúpida”, sin embargo, la estupidez natural no constituye de ningún modo el carácter del libro de Mahoma; más bien es una incultura natural. Este hombre no ha estudiado oratoria, y en la premura y presión de la lucha continua, no ha tenido tiempo para madurar en un discurso adecuado… Este hombre fue un inculto y semibárbaro hijo de la naturaleza, y gran parte de su esencia beduina todavía se aferraba a él: y así es como debemos asumirle. Pero por un infeliz simulacro, un impostor hambriento sin ojos o sin corazón… no lo tomaremos ni podemos tomarlo. La sinceridad, en todos los sentidos, parece ser el mérito del Corán, lo que lo ha convertido en algo precioso para los indómitos árabes… Curiosamente, a través de estas irregulares masas de tradición, vituperación, queja, jaculatorias del Corán, una vena de introspección verdadera y directa de lo que casi podríamos denominar poesía, se encuentra rezagada [Carlyle 64-67]".


Conclusión:


En Londres escribió una exitosa Historia de la Revolución francesa (1837), estudio histórico basado en la opresión de indigentes que inspiró a Charles Dickens su Historia de dos ciudades. Luego publicó conferencias entre las que destaca Los héroes (1841), donde sostiene que el avance de la civilización se debe a los hechos de individuos excepcionales y no de las masas. Este desdén por la democracia y su alabanza de la sociedad feudal se advierten en buena parte de sus escritos posteriores, especialmente en El cartismo (1839) y Pasado y presente (1843). Escribió una vez: "La democracia es la desesperación de no encontrar héroes que nos dirijan". Para entender a este autor, en una gran reflexión que Ernst Cassirer realiza sobre el mito del héroe en su libro "El mito del Estado", nos recomienda poner atención en su devoción por Goethe y por Fichte para comprender su filosofía de la vida: "soy lo que hago". Esto eliminaría de sus interpretaciones las visiones románticas que nutrieron a los escritores filonazis, como Lemhan, que encontraba en sus textos una justificación para el caudillaje moderno. Precisamente el escritor Jorge Luis Borges en su obra Otras inquisiciones califica a Carlyle como "el primer nazi de la historia".

En Londres escribió Historia de la Revolución francesa (1837), un estudio histórico basado en la opresión de los pobres que resultó un éxito inmediato porque explicó la alianza entre los descamisados y los jacobinos por la miseria existente por los inviernos y las sequías tan fuertes. A continuación publicó una serie de conferencias entre las que destaca Los héroes (1841), donde sostiene que el avance de la civilización se debe a la actividad de los héroes. Su odio y temor a la democracia y su alabanza de la sociedad feudal se reflejan en buena parte de sus escritos posteriores, especialmente en El Cartismo (1839) y Pasado y presente (1843). Su concepto de la historia queda patente en obras como Cartas y discursos de Oliver Cromwell (1845) e Historia de Federico II de Prusia  (10 volúmenes, 1858-1865), su obra más extensa. Tras la muerte de su esposa, Carlyle editó las cartas escritas por ella. Su autobiografía,   Cartas y discursos de Oliver Cromwell.

Recuerdos se publicó en 1881. Durante toda su vida, y durante la mayor parte del siglo XIX, Carlyle fue considerado uno de los principales pensadores de su tiempo, pese a que hoy no goza de amplia estima por la persecución a los pensadores del fascismo.


En la literatura, Carlyle se apartó cada vez más de las ideas democráticas. El Cartismo, Los héroes, Pasado y presente y Cromwell, todas desarrollaron su tesis de que el pueblo necesita de un gobernante fuerte y despiadado a quien obedecer."Panfletos de nuestros días", que incluye la “Estatua de Hudson”, derramó todo su desprecio por las tendencias filantrópicas y humanitarias del momento. Su última exaltación monumental de la fuerza fue la historia de seis volúmenes de Fedérico II de Prusia: llamado Fedérico el Grande. Siguiendo su costumbre, visitó en dos ocasiones Alemania para inspeccionar la escena (en 1852 y en 1858), y generó cantidades ingentes de material. Los dos primeros volúmenes aparecieron en el otoño de 1858, se tradujeron en el acto al alemán y fueron aclamados como obras maestras. Los volúmenes restantes aparecieron en 1862, 1864, y 1865. En este último año, Carlyle fue nombrado Rector de la Universidad de Edimburgo. Cuando todavía estaba en el norte, después de pronunciar su discurso inaugural, se enteró de la muerte repentina de su esposa a causa de una enfermedad coronaria, sumiéndose por tanto en la aflicción más profunda.


Desde entonces, una decadencia progresiva sobrevino. En el otoño de 1866, Carlyle se unió al comité para la defensa del gobernador Eyre de Jamaica, quien fue llamado por supuesta crueldad en la supresión de la rebelión. Al año siguiente, escribió el tratado, Disparando Niagara, en contra de la ley de reforma (Reform Act) que había introducido mejoras en el sistema de voto británico. Tomó partido por los prusianos en la guerra de 1870-71, y en 1874, se le concedió la condecoración de la Alta Orden Prusiana “Al Mérito”, y el mismo año rechazó la oferta de Disraeli de la Gran Cruz de la orden de Bath y una pensión. Falleció el 4 de febrero de 1881 y fue enterrado en Ecclefechan. 

El carácter personal de Carlyle y su filosofía están igualmente llenos de contradicciones, y son  susceptibles de una exposición resumida. Aunque era el devoto más altruista de un ideal, podía llegar a ser maleducado y poco caritativo hasta el nivel más ínfimo con respecto al trabajo y a las personalidades de los otros, incluso con un hombre como Charles Lamb. Apóstol de la valentía y de la resistencia, fue sin embargo el gruñón más vociferante y descortés. Su amor por su mujer fue profundo y duradero, no obstante, su vida con él fue a menudo un tormento. A medida que aborrecía la filantropía y la legislación liberal según los parámetros utilitaristas, y admiraba cada vez más el despotismo, podría ser nocivo sobre el “juego que preservaba a la aristocracia” y en su vida personal era raudo en aliviar el desconsuelo.


Introdujo en su país el idealismo alemán como base intelectual para atacar al materialismo y al utilitarismo imperantes tras el triunfo de la «revolución industrial» (por ejemplo en Pasado y presente, de 1843, donde resalta el contraste entre el mundo moderno y una idealizada comunidad religiosa de la Edad Media). Al defender la necesidad de un liderazgo heroico frente a las tendencias democráticas e igualitarias de su tiempo, Carlyle ha sido interpretado a veces como valedor intelectual del Fascismo.

De sus enseñanzas no podemos extraer ninguna ideología coherente de filosofía, ya que fue más bien un profeta y visionario que encontró su lugar. Fue ciego ante el fenómeno más grande de su época, la emergencia de la ciencia como intérprete del universo, y habló ofensivamente de Darwin, al que no entendió. La economía formal también mereció su censura. Su actitud teológica es la más difícil de definir. Desde una edad temprana, se vio a sí mismo incapaz de suscribirse a ninguno de los credos ortodoxos, pero condenó al el ateísmo (atheism),  más que a la Iglesia anglicana, y nunca dejó de creer apasionadamente en un Dios personal. que lo alejó de la fe. Su principal culto fue la fuerza y, tras comenzar sus primeros escritos como radical, llegó a despreciar el sistema democrático y a enaltecer cada vez más el valor y la necesidad de un gobierno fuerte y severo en el que el pueblo no pudiera participar, presentando al elitismo como solución.

En literatura fue un pionero que exploró y dio a conocer el trabajo intelectual de  Alemania. Sus juicios literarios fueron penetrantes, y (y cuando abordaba un tema con el que congeniaba), justos, y respecto a hombres como Voltaire, Burns, y Johnson emitió veredictos que se aproximaron a la irrevocabilidad. Como historiador, se sitúa en el puesto más elevado. Restringiendo ciertos errores insignificantes sobre los detalles del biografiado, Carlyle iluminó el pasado con un entendimiento extraordinario y convirtió a sus personajes en reales y a sus escenas en dramáticas. Su estilo es un fárrago extraordinario que danza, que no fluye, que acuña palabras extrañas y ejecuta evoluciones extravagantes, pero que sin embargo, acumulativamente, impresiona con un estilo magistral, impregnado de humor, ironía y pasión, siendo imposible de imitar al ser rematadamente personal, abrasador y convincente.

“El genio de Carlyle”, escribió Hector Macpherson, “tenía muchas caras. Él tocó y ennobleció la vida nacional en todos sus aspectos. Él rescató a toda una generación de jóvenes de la atmósfera estancada del materialismo y de la ortodoxia  hasta elevarla a la región del idealismo. Con el Maestro de Balliol, creemos que 'ningún escritor inglés ha hecho más por alzar y purificar nuestras ideas sobre la vida y por concienciarnos de que las cosas del espíritu son reales, y que en última instancia no existe otra realidad'”.

Frases de Thomas Carlyle:


Puede considerarse bienaventurado y no pedir mayor felicidad el hombre que ha encontrado su trabajo.

La verdadera libertad del hombre consiste en que halle el camino recto y en que ande por él sin vacilaciones.

El presente es la viviente suma total del pasado.

El hombre que puede, es rey.

Una vida bien escrita es casi tan rara como una vida bien vivida.

Toda noble empresa parece al principio imposible.

Obedecer es el deber nuestro, es nuestro destino, y aquel que no quiera someterse a la obediencia será necesariamente despedazado.

El hombre ha nacido para luchar, y es como se le define mejor diciendo que es un guerrero nato y que su vida desde el principio al fin no es sino una batalla.

Quien no trabaja no descansa.

El único deber del hombre es andar siempre adelante.

Toda grandeza es inconsciente, o es poco y nada.

Aún en tus ocupaciones habituales trata siquiera por un día de guardar el secreto de aquello que intentas y a la mañana siguiente verás con mayor claridad tus ideas.

La virilidad empieza cuando hemos aprendido a vivir en la necesidad.

La historia es como una destilación del chismorreo.

El genio es el infinito arte de trabajar con paciencia.

Un monstruo hay en el mundo: el ocioso.

Únicamente el trabajo con fe cumplido es eterno como el Constructor del universo.

El trabajo es vida.

Es un error esencial considerar la violencia como una fuerza.

La contemplación es un lujo, mientras que la acción es una necesidad.


Tarea delicada la de apaciguar muchedumbres, porque hacer mucho puede ser tan funesto como no hacer nada.

A dos hombres venero yo en este mundo: al labrador sufrido de mano callosa y nervuda, en la que permanecerá para siempre una real e indeleble majestad, puesto que en ella está el cetro de este mundo. Y a aquel que trabaja por las imprescindibles necesidades del espíritu; no por el pan cotidiano, sino por el pan de la verdadera vida.

Una verdadera pintura del más pequeño hombre es capaz de interesar al hombre más grande.

El periodismo es grande. Cada periodista ¿no es un regulador del mundo, si lo persuade?

La corona de la verdadera nobleza es una corona de espinas.

El universo no es sino un vasto símbolo de Dios.

De la conquista podemos decir que no se ha producido jamás por la fuerza y la imposición brutal, pues no dura una conquista de esta naturaleza. La conquista, lo mismo que el poder de imposición, ha de aportar, cosa esencial en toda sociedad humana, algún beneficio consigo, o bien los hombres con toda su fuerza la rechazarán.

El hombre ha sido creado no para dudar sino para trabajar.

Trae el hombre reclusa en el alma una eternidad, y algo puede aprender el hombre en esta eternidad con respecto a la esencia de su alma misma.

El inventor de una máquina puede estar seguro de que será recompensado en vida; pero el autor de un gran poema, así como el apóstol de una verdadera religión, han de estar casi seguros de todo lo contrario.

Toda obra es deleznable, sólo su ejecución no lo es.

El hombre no es más que un omnívoro que viste pantalones.

Puede decirse que el grito de la historia nace con nosotros y que es uno de nuestros dones más importantes. En cierto sentido somos históricos todos los hombres.

“Nada levanta tanto al hombre por encima de las mezquindades de la vida como admirar, sea lo que sea o a quienquiera que sea”.

“Sólo en un mundo de hombres sinceros es posible la unión”.

“Los libros son amigos que nunca decepcionan”.

“La verdadera nobleza consiste en saber valerosamente sufrir por los demás y no permitir que los demás sufran por nosotros”.

“La educación y la cortesía abren todas las puertas”.

“No hables, en manera alguna, hasta que tengas algo que decir”.

“El verdadero hombre siente su superioridad al reverenciar lo que realmente le supera. El corazón no abriga sentimiento más noble ni bendito”.

“Una vez despertado el pensamiento no vuelve a dormitar”.

“Un cuerpo sano es cosa buena; pero un alma sana vale más que todo lo que el hombre pueda desear; un alma sana es lo más hermoso que el cielo pueda concedernos para hacer feliz esta pobre tierra nuestra”.

“El ideal está en ti; el obstáculo para su cumplimiento también”.
"Sólo hay dos medios de pagar las deudas: por el trabajo y por el ahorro".

"Un héroe lo es en todos sentidos y maneras, y ante todo, en el corazón y en el alma".

"El hablar que no termina en acción, mejor suprimirlo".

"Aquel que tiene fe no está nunca solo".

"Con números se puede demostrar cualquier cosa".

"La verdadera universidad de hoy en día es una colección de libros".

"El silencio es el elemento en el que se forman todas las cosas grandes".

"A menudo los grandes son desconocidos o peor, mal conocidos".

"El que no pueda guardar sus pensamientos, jamás sabrá analizar grandes cosas".

"El sarcasmo es el lenguaje del diablo".
"Puede ser un héroe lo mismo el que triunfa que el que sucumbe, pero jamás el que abandona el combate".

"Si se siembra la semilla con fe y se cuida con perseverancia, sólo será cuestión de tiempo recoger sus frutos".

"De nada sirve al hombre lamentarse de los tiempos en que vive. Lo único bueno que puede hacer es intentar mejorarlos".

"Para disipar una duda, cualquiera que sea, se necesita una acción".

"Nunca debe el hombre lamentarse de los tiempos en que vive, pues esto no le servirá de nada. En cambio, en su poder está siempre mejorarlos".

"Quien no puede guardar sus pensamientos dentro de sí, será incapaz de hacer grandes cosas".

"Siempre hay un lugar en las cumbres para el hombre valiente y esforzado".

"Un gran hombre demuestra su grandeza por el modo en que trata a los que son o tienen menos que él".

"¡Cuántas cosas hay en una risotada! Es la clave secreta con que se descifra un hombre entero".

"Hablar es el arte de sofocar e interrumpir el pensamiento".


Obras:

(1829) Signs of the Times The Victorian Web
(1831) Sartor Resartus Proyecto Gutenberg
(1837) The French Revolution: A History ("La Revolución Francesa: una historia") Proyecto Gutenberg
(1840) Chartism Google Books
(1841) On Heroes and Hero Worship and the Heroic in History ("De los héroes y sobre su culto y el culto a lo heroico en la Historia") Project Gutenberg
(1843) Past and Present (Pasado y Presente") Project Gutenberg
(1845) Oliver Cromwell's letters and speeches, with elucidations ("Cartas y Discursos de Oliver Cromwell, con disquisiciones"), ed. Thomas Carlyle, 3 vol. (1845, often reprinted). online version another online version
Morrill, John. "Textualizing and Contextualizing Cromwell." Historical Journal 1990 33(3): 629–639. ISSN 0018-246X Texto completo en Jstor. Utiliza la edición de Abbott y Carlyle.
(1849) "Occasional Discourse on the Negro Question", Fraser's Magazine (anónimo), texto en línea
(1850) Latter-Day Pamphlets Proyecto Gutenberg
(1851) The Life Of John Sterling ("La vida de John Sterling") Proyecto Gutenberg
(1858) History of Friedrich II of Prussia ("Historia de Federico II de Prusia") Índice del Proyecto Gutenberg de Textos
(1867) Shooting Niagara: and After Texto en línea
(1875) The Early kings of Norway Project Gutenberg
(1882) Reminiscences of my Irish Journey in 1849 ("Recuerdos de un viaje irlandés en 1849") texto en línea
Colecciones de obras escogidas de Carlyle[editar]

En vida:

Edición no autorizada Thomas' Carlyle's Ausgewählte Schriften, 1855–56, Leipzig. Traducciones de A. Kretzschmar, abandonada tras el sexto volumen.
Edición autorizada de Chapman and Hall, 16 vols, 1857-58.
Segunda edición autorizada para bibliotecas Chapman and Hall, 34 vols (30 vols 1869-71, 3 adicionales en 1871 y uno más en 1875).
Edición popular autorizada, Chapman and Hall, 39 vols (37 vols 1871-74, con 2 vols. extra añadidos en 1874 y 1878).
Edición de gabinete autorizada Chapman and Hall, 37 vols en 18, 1874 (impresa de las planchas de la edición popular)
Ediciones póstumas:

Edición del Centenario Chapman and Hall, 30 vols., 1896-99 (reimpresa en 1907). Introducciones por Henry Duff Traill. El texto se funda en la edición popular.
Edición de Norman y Charlotte Strouse (originariamente llamada edición California Carlyle), University of California Press, 1993-2006. Solamente se han entregado 4 vols.: On Heroes (1993), Sartor Resartus (2000), Historical Essays (2003) y Past and Present (2006). Aunque incompleta, es la única edición crítica hasta el momento.


Bibliografía:

Alice Chandler. "Carlyle and the Medievalism of the North." En: Medievalism in the Modern World. Essays in Honour of Leslie J. Workman. Ed. Richard Utz and Tom Shippey (Turnhout: Brepols, 1998). pp. 173–91.
A. A. Ikeler. Puritan Temper and Transcendental Faith. Carlyle's Literary Vision (Columbus, OH: 1972).
Hugh A. MacDougall. Racial Myth in English History: Trojans, Teutons, and Anglo-Saxons (Montreal: Harvest House and UP of New England, 1982).
F. W. Roe. The Social Philosophy of Carlyle and Ruskin (Port Washington, NY: 1978).
W. Waring. Thomas Carlyle (Boston, MA: 1978).


http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1550. "Thomas Carlyle (Gran Bretaña 1795-1881).




http://www.proverbia.net/citasautor.asp?autor=168 "Thomas Carlyle". 1795-1881. Historiador, pensador y ensayista inglés.

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