martes, 6 de enero de 2015


Il Duce: Benito Mussolini

                                            Por KelderToti.

Benito Amilcare Andrea Mussolini (Dovia di Predappio, Forlí, 29 de
julio de 1883-Giulino di Mezzegra, 28 de abril de 1945) fue un
periodista, militar, político y dictador italiano. Primer ministro del
Reino de Italia con poderes dictatoriales desde 1922 hasta 1943,
cuando fue depuesto y encarcelado brevemente. Escapó gracias a la
ayuda de la Alemania nazi, y asumió el cargo de presidente de la
República Social Italiana desde septiembre de 1943 hasta su
derrocamiento en 1945, y posteriormente muerte por ejecución.
Mussolini —también conocido como el Duce— pasó de ser el número 3 en
el escalafón del Partido Socialista Italiano y dirigir su rotativo
Avanti!, a promover el fascismo dentro de Italia. Durante su mandato
estableció un régimen cuyas características fueron el nacionalismo, el
militarismo y la lucha contra el liberalismo y contra el comunismo,
combinadas con la estricta censura y la propaganda estatal. Mussolini
se convirtió en un estrecho aliado del canciller alemán Adolf Hitler,
caudillo del nazismo, sobre quien había influido. Bajo su gobierno,
Italia entró en la Segunda Guerra Mundial en junio de 1940, como
aliado de la Alemania nazi. Tres años después, los aliados invadieron
el Reino de Italia y ocuparon la mayor parte del sur del país. En
abril de 1945, trató de escapar a Suiza, pero fue capturado y
fusilado, cerca del lago de Como por partisanos comunistas. Su cuerpo
fue llevado a Milán, donde fue ultrajado.

Primeros años

Benito Mussolini nació en Dovia, una aldea del municipio de Predappio,
en la provincia de Forlí, región de Emilia-Romaña el 29 de julio de
1883. Su padre, Alessandro Mussolini, era herrero; su madre, Rosa
Maltoni, era una maestra que creía firmemente en la importancia de la
educación. El nombre «Benito Amilcare Andrea» fue decidido por su
padre,2 un líder local socialista, en memoria de Benito Juárez, héroe
reformista y expresidente de México; de Amilcare Cipriani, patriota
italiano y socialista; y de Andrea Costa, primer diputado socialista
elegido en el parlamento italiano.

Recibió la enseñanza básica en Dovia y luego en Predappio (desde 1889
hasta 1891). Luego ingresó al colegio salesiano de Faenza pero fue
expulsado por una pelea con un compañero. Prosiguió los estudios en el
colegio Carducci de Forlimpopoli donde obtuvo en septiembre de 1898 la
licencia de técnico inferior. A partir de octubre de ese año, por una
pelea que tuvo con otro compañero, se le obliga a asistir como alumno
externo (hasta el año 1901).

Allí en Forlimpopoli, por influencia paterna, Mussolini se acerca al
socialismo militante y en el año 1900 se inscribe en el Partido
Socialista Italiano. Mientras tanto, concluye los estudios y obtiene
la Maturità (título de bachillerato). El 13 de febrero de 1902 fue
nombrado suplente para la escuela elemental de Pieve Saliceto,
fraccionamiento de Gualtieri Emilia.

El 9 de julio de 1902, tras concluir el año escolar, se trasladó a
Lausana donde se inscribió en el sindicato de albañiles y obreros.
Luego es nombrado secretario y publica su primer artículo en el
periódico L'Avvenire del Lavoratore (El Porvenir del Trabajador).
Suiza.

Desde noviembre vivió en Suiza, tras huir de Italia para librarse del
servicio militar obligatorio, peregrinando de ciudad en ciudad y
desarrollando trabajos temporales. Fue expulsado dos veces del país:
el 18 de junio de 1903 fue arrestado por agitador socialista y
permaneció detenido en la cárcel durante 12 días. Luego fue expulsado
el 30 de junio; el 9 de abril de 1904 fue encarcelado por 7 días en
Bellinzona por haber falsificado su permiso de permanencia
(soggiorno). Vence las dificultades gracias al auxilio de algunos
socialistas y anarquistas del Cantón Ticino.

Durante estos años, colabora como periodista en diarios locales de
inspiración socialista (como Il Proletario) y estudia en la facultad
de ciencias sociales de Lausana, según parece, frecuentando las clases
de Vilfredo Pareto. Se alinea con el ala revolucionaria del partido
socialista, liderada por Arturo Labriola y envía correspondencia al
periódico milanés Avanguardia socialista. En este período muestra su
mayor cercanía ideológica con el sindicalismo revolucionario.
En 1904 conoció y comenzó a colaborar con la activista socialista
Angélica Balabanova y discute con el pastor evangélico Alfredo
Taglialatela sobre el tema de la existencia de Dios (las opiniones que
vertió en estas discusiones serán publicadas luego en el opúsculo
L'uomo e la divinità).

El retorno a Italia.

En noviembre de 1904, tras la amnistía que se dio a quienes habían
huido del servicio militar obligatorio con motivo del nacimiento del
heredero del rey, Mussolini volvió a Italia. Fue al servicio militar y se le asignó al 10.º Regimiento bersaglieri
de Verona, donde obtuvo una declaración de buena conducta por su
comportamiento. En febrero de 1905 murió su madre. Licenciado del
ejército, Mussolini volvió a Dovia de Predappio el 4 de septiembre de
1906 y fue profesor suplente en Tolmezzo desde el 15 de noviembre
hasta el final del año escolar.

En noviembre de 1907 obtuvo la habilitación para enseñar francés y en
marzo de 1908 fue enviado como profesor de francés en el Colegio
Cívico de Oneglia, donde enseñará también italiano, historia y
geografía. Allí dirige también el semanario socialista La lima con el
seudónimo de «Vero Eretico». Tras volver a Predappio, Mussolini se
puso al frente del paro de los trabajadores agrícolas y el 18 de julio
de 1908 fue arrestado por amenazar a un dirigente de las
organizaciones patronales. Procesado sumariamente, fue condenado a
tres meses de cárcel, pero fue puesto en libertad provisional después
de 15 días.

En septiembre del mismo año fue encarcelado de nuevo por
diez días por organizar en Meldola unas elecciones no autorizadas.
En noviembre se trasladó a Forlì, donde vivió en una habitación
alquilada junto con su padre viudo, en la cual éste abrió con su
compañera Anna Lombardi (viuda también y madre de la futura esposa de
Mussolini) la trattoria llamada Il bersagliere. Durante este período,
Mussolini publica en Pagine libere ('Páginas libres') —una revista del
sindicalismo revolucionario editada en Lugano y dirigida por Angelo
Oliviero Olivetti— el artículo «La filosofia della forza», donde hace
referencia al pensamiento nietzscheano.

En febrero de 1909 Mussolini se trasladó a Trento, donde fue
secretario de la Cámara del Trabajo y dirigió el periódico L'Avvenire
del Lavoratore. El 7 de marzo de ese mismo año fue protagonista de un
choque periodístico con Alcide De Gasperi, director del periódico
católico Il Trentino.

El 10 de septiembre de 1909 Mussolini fue encarcelado nuevamente en
Rovereto por difundir periódicos secuestrados y por instigar a la
violencia contra el Imperio de los Habsburgo; el 29 es expulsado de la
ciudad y vuelve a Forlì. En 1910 publica una novela llamada Claudia
Particella, l'amante del cardinale Madruzzo, sátira anticlerical.
El 17 de enero de 1911 Mussolini comenzó a convivir con Rachele Guidi,
su futura esposa; también colabora con la revista Soffitta. El 23 de
agosto participa en el congreso socialista de Milán. Desde 1910 había
sido nombrado secretario de la federación provincial de Forlí y poco
después se convirtió en editor del semanario La Lotta di Classe (La
Lucha de Clases).

El 11 de abril de 1911 la sección socialista de Forlì, guiada por
Mussolini, vota la autonomía del PSI. En mayo del mismo año publica un
ensayo titulado «El Trentino visto por un socialista» en el periódico
Quaderni della Voce. En octubre fue arrestado, procesado y condenado a un año de cárcel por
participar, junto a Pietro Nenni en una manifestación contraria a la
guerra iniciada por Italia contra el Imperio otomano por la posesión
de la Cirenaica y Tripolitania, que concluyó con actos de violencia
con la policía. Mussolini había definido la aventura colonial africana
del gobierno de Giolitti como un «acto de delincuencia internacional».
En febrero del año siguiente, el tribunal de apelaciones de Bolonia
redujo la pena a cinco meses y medio y al mes siguiente Mussolini fue
liberado.

La victoria del ala radical del Partido Socialista Italiano (PSI) en
el Congreso de Reggio Emilia, celebrado en 1912, le proporcionó a
Mussolini mayor protagonismo en el seno de la formación política, que
aprovechó para hacerse cargo del periódico milanés Avanti!, órgano
oficial del partido socialista. Aun así, sus violentas opiniones
acerca de los enfrentamientos armados de la semana roja de 1914
motivaron cierta preocupación entre sus compañeros de filas,
atemorizados por su radicalismo. En noviembre de 1913 fundó la revista
Utopia.

En el congreso del PSI de Ancona de 1914 presenta con Giovanni Ziboldi
una moción (que fue acogida) por la que se reconocía la
incompatibilidad entre el socialismo y la masonería. El 9 de junio fue
elegido consejero comunal de Milán. A fines de 1914 Mussolini presentó su renuncia al Avanti!. La división
entre Mussolini y el Partido socialista se acrecentó con la proclama
de neutralidad del PSI tras la entrada de Italia en la Primera Guerra
Mundial en mayo de 1915.

En noviembre del mismo año Mussolini fundó el periódico Il Popolo
d’Italia, de tendencia ultranacionalista, lo que le valió la expulsión
del PSI. En el ejército en la Primera Guerra Mundial
Cuando Italia entró en la Primera Guerra Mundial al lado de la
Entente, Mussolini manifestó su completo apoyo al esfuerzo bélico
italiano y, aunque no llegó a presentarse como voluntario, amenazó con
hacerlo ante el retraso de su reclutamiento; así, en agosto de 1915
fue asignado a la División 11° y el 2 de septiembre partió al frente.
Escribió un diario de guerra donde narra su vida en las trincheras y
se ve a sí mismo como héroe carismático de una comunidad nacional,
guerrera, socialmente jerárquica y obediente.

En marzo del año siguiente Mussolini fue promovido a cabo por méritos
de guerra. En su informe militar se lee: «Actividad ejemplar,
batallador, serenidad de mente, no toma en cuenta los desalientos,
celoso, regular en el cumplimiento del deber, primero en cualquier
empresa que requiera trabajo y arrojo». El 23 de febrero de 1917 fue
herido al estallar un mortero durante un ejercicio. Fue inmediatamente
dado de baja. Aunque algunos han sostenido que el motivo de su baja
haya sido alguna enfermedad infecciosa, la presencia de tales
patologías no ha sido comprobada con los datos que emergieron de la
autopsia que le fue practicada. En este año, y según se ha
descubierto, trabajó de espía para los servicios secretos británicos
Al volver del frente, publica en Il Popolo d'Italia el artículo
Trincerocrazia, donde reivindica para los soldados italianos que
habían combatido en las trincheras el derecho a gobernar Italia tras
la guerra.

El fascismo y la «revolución fascista».

Posteriormente, quiso capitalizar el sentimiento de insatisfacción que
se apoderó de la sociedad italiana tras el fin de la contienda, debido
a que Italia había obtenido muy pocas ventajas territoriales y
económicas en el Tratado de Versalles, pese a las grandes promesas de
Francia y Gran Bretaña con las cuales se había estimulado la
participación italiana en la contienda. Ese descontento se manifestó
en continuas huelgas y protestas de obreros y campesinos a los cuales
se unían veteranos retornados del frente de guerra, ante lo cual
Mussolini empezó haciendo un llamamiento a la lucha contra los
partidos de izquierdas, a los que señaló como culpables del descalabro
social. Para ello Mussolini creó en Milán el 23 de marzo de 1919 los
Fasci Italiani di Combattimento, grupos armados de agitación que
constituyeron el germen inicial del futuro Partido Nacional Fascista,
fundado en noviembre de 1921. El 18 de noviembre es arrestado de nuevo
por tenencia ilegal de armas y explosivos pero fue liberado gracias a
la intervención del senador liberal Luigi Albertini.

El 24 y 25 de mayo de 1920 Mussolini participó en el segundo Congreso
de los Fasci di Combattimento, que se realizó en el Teatro Lírico de
Milán. En noviembre, con el artículo Rapallo, comenta favorablemente
el tratado ítalo-yugoslavo firmado por Giovanni Giolitti por el que la
ciudad de Fiume queda libre.

El 28 de marzo de 1921 Mussolini desfiló en Milán con sus columnas de
«camisas negras» con ocasión del funeral de las víctimas del
terrorismo anarquista del Teatro Diana. Al mostrarse como enemigo de
socialistas y comunistas el fascismo consiguió ganarse el favor de los
grandes terratenientes e industriales y Mussolini logró salir electo
diputado en las elecciones de mayo de 1921, gracias también al apoyo
de Giolitti (ya situado en los «bloques nacionales antisocialistas»).

Toma del poder de Mussolini.

A partir de este éxito, los camisas negras se van convirtiendo en
protagonistas de numerosos episodios de violencia y agresión física o
verbal contra sus adversarios políticos, sobre todo contra los
socialistas y comunistas; el fenómeno fue llamado squadrismo debido a
las «escuadras de acción» organizadas por los camisas negras como
piquetes callejeros encargados de atacar arbitrariamente a sus
rivales.

El 2 de julio, Mussolini invitó a los socialistas, con un artículo en
Il popolo d'Italia, a establecer un pacto de pacificación para acabar
con la violencia squadrista, firmado el 2 de agosto gracias a la
mediación del presidente de la Cámara Enrico De Nicola; sin embargo
los episodios de violencia no cesaron porque la ejecución del acuerdo
se dejó a la decisión de los jefes locales de cada partido.

A propósito de la autonomía de la que gozaban los grupos particulares
de squadristas, Renzo De Felice escribe que Mussolini entró en
discusiones con algunos jefes que ponían en duda su posición de guía
del movimiento (sobre todo Dino Grandi) y que no aceptaban la voluntad
de Mussolini de presentarse como normalizador del orden social. De ahí
que, siempre según De Felice, Mussolini escribiera: «¿Puede el
fascismo dejar de contar conmigo? ¡Claro! Pero también yo puedo dejar
de contar con el fascismo».

Sin embargo, las divergencias internas fueron superadas y el 7 de
noviembre se realizó en Roma el tercer congreso de los fasci di
combattimento, que fueron transformados en el Partido Nacional
Fascista, con Michele Bianchi como primer secretario. El 1 de enero de
1922, Mussolini fundó la revista mensual Gerarchia ('Jerarquía'),
donde colabora su amante Margherita Sarfatti.

El 2 de agosto de 1922, las izquierdas promueven una huelga general
contra las violencias de los camisas negras, que intervienen
produciendo el fracaso de la iniciativa. Entretanto, los primeros días
de septiembre, las escuadras fascistas ocupan los municipios de Ancona
(Milán), Génova, Livorno, Parma, Bolzano y Trento, obteniendo el
control de éstos tras violentos episodios armados.

Se trata del inicio de la «revolución fascista», con la que Mussolini
intenta un ambicioso golpe de mano para adueñarse del poder,
aprovechándose del consenso adquirido ante los ambientes sociales más
importantes del reino, que combinaban el miedo a los socialistas y
comunistas con la convicción de que Mussolini y sus fascistas
aceptarían sujetarse a las viejas reglas de la monarquía
parlamentaria. El 24 de octubre Mussolini se encontraba ya en Nápoles
con 40.000 camisas negras allí reunidos, afirmando públicamente el
derecho del fascismo a gobernar el país.

La impotencia del gobierno para hacer frente a la situación en que se
encontraba el país y la disolución del Parlamento allanaron el camino
para la Marcha sobre Roma, el 28 de octubre de 1922. La entrada
triunfal de los camisas negras en la capital italiana no encontró
ninguna oposición, quedando el gobierno imposibilitado de intervenir
por la oposición del Rey Víctor Manuel III, quien se negó a firmar el
decreto de Estado de Asedio propuesto por el Jefe del Gobierno Ivanoe
Bonomi, imposibilitando así cualquier oposición armada por parte del
ejército. Como consecuencia, el Rey encargó formar un nuevo gobierno a
Mussolini, pese a que este no contara con una mayoría en parlamento,
el 30 de octubre de 1922.

Mussolini como presidente del Consejo.

El 16 de noviembre, Mussolini se presentó en la Cámara (obtuvo el voto
de confianza con 316 a favor, 116 en contra y 7 abstenciones) y dio su
primer discurso como Presidente del Consejo de Ministros (el llamado
«Discorso del bivacco»). Declaró:

“He rechazado la posibilidad de vencer totalmente y podía hacerlo. Me
autoimpuse límites. Me dije que la mejor sabiduría es la que no se
abandona después de la victoria. Con 300 000 jóvenes armados
totalmente, decididos a todo y casi místicamente listos a ejecutar
cualquier orden que yo les diera, podía haber castigado a todos los
que han difamado e intentado enfangar al fascismo. Podía hacer de esta
aula sorda y gris un campamento de soldados: podía destruir con
hierros el Parlamento y constituir un gobierno exclusivamente de
fascistas. Podía: pero no lo he querido, al menos en este primer
momento”.

El 24 de noviembre le fueron conferidos por el parlamento plenos
poderes en los ámbitos económico y administrativo hasta el 31 de
diciembre de 1923 con el fin de «restablecer el orden». El 15 de
diciembre de 1922 se reunió, por primera vez, el Gran Consiglio del
Fascismo ('Gran Consejo del Fascismo').

El 14 de enero de 1923 los camisas negras fueron institucionalizados a
través de la creación de la Milizia Volontaria per la Sicurezza
Nazionale ('Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional'). Luego, el
9 de junio presentó en la Cámara la nueva ley Acerbo sobre las
elecciones. Fue aprobada el 21 de julio. Ese mismo mes, gracias al
apoyo británico, en la Conferencia de Lausana se reconoció el dominio
italiano sobre el Dodecaneso, que había sido ocupado en el año 1912.
El 28 de agosto fue la masacre de Gioannina: la expedición militar
italiana Tellini —que tenía la tarea de definir la línea limítrofe
entre Grecia y Albania— fue aniquilada por soldados griegos. Mussolini
envió un ultimátum a Grecia para solicitar reparación y, tras el
rechazo del gobierno griego, ordenó a la marina italiana que ocupara
Corfù.

Con esta acción, el nuevo presidente del Consejo demostró tener una
política externa fuerte y obtuvo, gracias a la Sociedad de Naciones,
las reparaciones solicitadas (sólo tras abandonar la isla ocupada).
El 19 de diciembre Mussolini presidió la firma del acuerdo entre
Confindustria y la Confederación de las corporaciones fascistas. El
decreto real número 284 del 30 de diciembre de 1923 estableció la
creación de los Enti Comunali di Assistenza (ECA) con la misión de
«coordinar todas las actividades, públicas o privadas, dirigidas a
socorrer a los indigentes, proveyendo, si fuera necesario, de sus
cuidados o promoviendo donde fuera posible la educación, la
instrucción y el aprendizaje de profesiones, artes o trabajos». Fueron
unificados en dos entes territoriales que se dedicarían a la
asistencia sanitaria y material de los pobres y de la infancia
abandonada (véase el real decreto 383 del 3 de marzo de 1933).

El 27 de enero de 1924 se firmó el Tratado de Roma entre Italia y
Yugoslavia, con el cual esta última reconocía la italianidad de Fiume,
que fuera anexada el 16 de febrero. Después de esto, el rey confirió a
Mussolini la condecoración del Collare dell'Annunziata.

A partir del 7 de febrero, el gobierno italiano estableció relaciones
diplomáticas con la Unión Soviética. Un acuerdo con el Reino Unido
permitió a Italia adquirir una región que fue anexada a la Somalia
italiana. El 24 de marzo se intentó por primera vez radiotransmitir un
discurso político.

En las elecciones del 6 de abril de 1924, la Lista Nazionale (conocida
con el nombre de Listone) obtuvo el 60% de los votos y 356 diputados
(después quedaron en 355 por la muerte de Giuseppe De Nava, que no fue
sustituido); a ellos se añaden el 4,8 de los votos y 19 puestos
conseguidos por la «lista bis». En total las dos listas alcanzan el
64,9% de los votos válidos, obteniendo 375 parlamentarios, de los
cuales 275 inscritos en el Partido Nacional Fascista. Además del PNF
se habían unido al Listone la mayoría de los exponentes liberales y
democráticos (como por ejemplo Vittorio Emanuele Orlando, Antonio
Salandra y Enrico De Nicola, (que retiró su candidatura antes de las
elecciones), expopulares expulsados del Partito Popolare Italiano,
demosociales y del Partito Sardo d'Azione y numerosas personalidades
de la derecha italiana.

La consulta se desarrolló en un clima de violencia e intimidación
contra quienes se opusieran a los candidatos del régimen, y los abusos
perpetrados por los fascistas fueron denunciados el 30 de mayo por el
diputado socialista Giacomo Matteotti, que con un duro discurso en la
Cámara pidió que se anulara el resultado de las elecciones.
El 10 de junio de 1924, Matteotti fue secuestrado y asesinado por
squadristas fascistas. El evento provocó la «secesión del Aventino»,
es decir, el abandono del parlamento por parte de los diputados de la
oposición, quienes se reunieron en el Aventino para protestar por el
homicidio. Sin embargo, no realizaron ninguna acción política.
Fortalecido por la indecisión de la oposición, el 3 de enero de 1925
Mussolini dio un discurso en el parlamento en el que se muestra a las
claras la verdadera relación de fuerzas que había en el país: con el
fin de demostrar su propio poder, proclama que quiere asumir sobre sí
«cualquier responsabilidad histórica, política y moral» que se derive
del asesinato de Matteotti. Tal discurso es considerado el inicio del
régimen dictatorial fascista.

Atentados contra Mussolini.

Ya el día de la «Marcha sobre Roma», Mussolini estuvo cerca de morir:
en Milán un camisa negra tropezó y apretó por error el gatillo de su
fusil: la bala rozó su oreja. Tras ser nombrado presidente del
Consejo, Mussolini fue objeto de una serie de atentados.
El primero fue ideado el 4 de noviembre de 1925 por el diputado
socialista y adherente a la masonería Tito Zaniboni, quien se colocó
con un fusil en la ventana de una habitación del hotel Dragoni, frente
al balcón del palacio Chigi donde estaba previsto que Mussolini se
presentara con motivo del aniversario de la victoria. Algunos hombres
del OVRA llegaron antes y arrestaron a Zaniboni.

La mañana del 7 de abril de 1926 Mussolini salió del palacio del
Campidoglio, donde inauguró un congreso sobre cirugía; Violet Gibson,
una mujer irlandesa de 50 años, le disparó con su pistola. Mussolini
quedó con heridas no graves en la nariz. Atendido con un vistoso
parche, se permitió comentar: «Las balas pasan, pero Mussolini
permanece».

El tercer atentado fue obra de Gino Lucetti, un joven anarquista de
Carrara que combatió con los Arditi y que luego, agredido por los
fascistas, emigró a Marsella. El 11 de septiembre de 1926 esperaba que
Mussolini saliera de su habitación y le arrojó una bomba de mano que
golpeó el techo de su coche cayendo luego a tierra y explotando: ocho
personas quedaron heridas. En el interrogatorio posterior confesó que
quería vengar las masacres cometidas por los camisas negras en Turín
en diciembre de 1922.

El cuarto atentado es el más misterioso. La tarde del 31 de octubre de
1926, en Bolonia, Mussolini inauguró el nuevo estadio il Littoriale en
el ámbito de la conmemoración de la marcha sobre Roma; mientras se
dirige —con el coche descapotable— a la estación, una bala le pasa por
encima del zapato. El coche prosigue y los camisas negras se abalanzan
sobre el agresor y lo linchan: el cadáver muestra 14 puñaladas, un
balazo de revólver y huellas de estrangulamiento.

Era Anteo Zamboni, un joven de quince años de familia anarquista. Según algunas
reconstrucciones recientes, el atentado era el resultado de una
conspiración madurada dentro de los propios ambientes fascistas de
Emilia-Romagna (sospechosos fueron Farinacci, Balbo, Arpinati y
Federzoni), que eran contrarios a la «normalización» inaugurada por
Mussolini, quien desde su ascenso al poder supremo era hostil a
continuar con los excesos revolucionarios y las violencias de las
formaciones de camisas negras.

El atentado de Bolonia fue el pretexto para las leyes fascistísimas de
noviembre de 1931: anulación de los pasaportes, sanciones contra los
emigrantes clandestinos, supresión de los periódicos antifascistas,
disolución de los partidos opositores, institución de la «prisión
domiciliaria», creación de una policía secreta (que fue confiada a
Arturo Bocchini y tomará el nombre de OVRA), declaración de caducidad
del mandato parlamentario de 120 diputados, institución de la pena de
muerte para quien cometa un atentado contra la vida, la integridad o
la libertad personal del rey, de la reina, del príncipe heredero o del
presidente del Consejo, institución del Tribunal especial, que entra
inmediatamente en acción contra la «central comunista» (formada por
Gramsci, Terracini y otros).

Mussolini primer ministro: la dictadura fascista.

Con la ley del 17 de abril de 1925 (n. 473) se fijan las nuevas normas
higiénicas para las empresas que tendrán la obligación de proveer al
servicio sanitario en la hacienda, no cargar a mujeres y menores de
edad con cargas excesivas y señalar como tales y custodiar toda
sustancia nociva. Los convenios de trabajo nacionales adquieren fuerza
de ley y los «jefes» («empleadores») sólo pueden estipular contratos
individuales distintos de los colectivos de categoría si estipulan
condiciones mejores para los trabajadores. Sobre la observancia de tal
ley se encarga de vigilar el Ispettorato Corporativo. Con el real
decreto del 1 de mayo de 1925 (n. 582) nace la Opera Nazionale
Dopolavoro (OND) con el fin de «promover el sano y proficuo empleo de
las horas libres de los trabajadores intelectuales y manuales con
instituciones dirigidas a desarrollar sus capacidades físicas,
intelectuales y morales».

El 11 de junio de ese mismo año, el presidente del Consejo anuncia el
inicio de la «batalla del grano». La campaña tiene el objetivo de
alcanzar la autosuficiencia de Italia con respecto al extranjero en
materia de producción de trigo (la importación de trigo era causa del
50% del déficit de la balanza de pagos) y, más en general, la
autosuficiencia respecto de todos los productos agrícolas. El programa
(acabado en el año 1931) tuvo un éxito mediano pues si bien se aumentó
sustancialmente la producción de trigo (con la consiguiente mejora en
la balanza comercial italiana) nunca se alcanzó el objetivo de la
completa autosuficiencia en el sector alimentario.

El proyecto pudo realizarse sobre todo gracias a la recuperación, entre 1928 y 1932, de
los territorios pantanosos que todavía quedaban en la península
itálica. Los nuevos municipios nacieron con el fin de aprovechar al
máximo algún recurso natural: así, por ejemplo, Carbonia se creó para
favorecer la extracción en los yacimientos limítrofes de carbón.
Además, esto permitió la aplicación de un programa sanitario para la
lucha contra la malaria y otras enfermedades.

El 21 de junio de 1925 se realizó el cuarto y último congreso del PNF.
Mussolini invitó a los camisas negras a abandonar definitivamente la
violencia. El poder ejecutivo se reforzó con la reforma de la policía,
lo que dejó impotentes a los squadristas. Luego, el 18 de julio,
Italia y Yugoslavia firmaron el tratado de Neptuno para definir sus
fronteras en el área dálmata.

El 20 de octubre Mussolini nombró a Cesare Mori como prefecto de
Palermo con poderes extraordinarios y competencia también en Sicilia
para que pusiera freno al fenómeno mafioso en la isla. Mori, llamado
el «prefecto de hierro», obtendrá significativos resultados contra el
crimen organizado y su acción continuará durante todo el bienio
1926–1927. Sin embargo, bien pronto se descubrieron las relaciones de
la mafia con algunos personajes del gobierno y con altos líderes del
fascismo siciliano: Mori fue destituido de su cargo y nombrado senador
el año 1929, para evitar mayor escándalo, mientras la propaganda
fascista afirmaba que la mafia había sido derrotada.

Entre 1925 y 1926 se cancelan las leyes fascistísimas, inspiradas por
el jurista Alfredo Rocco. La ley del 26 de noviembre de 1925 (n. 2029) estipula que los cuerpos
colectivos que actúan en Italia (asociaciones, institutos, entes)
están obligados, tras requerimiento de la autoridad de seguridad
pública, a declarar sus estatutos, sus actos constitutivos, sus
reglamentos internos y, sobre todo, las listas de socios y dirigentes,
bajo pena —en caso de omitir la declaración o hacerla de manera
dolosa— de la disolución del cuerpo mismo, encarcelamientos a
determinar y sanciones económicas por un mínimo de 2000 y un máximo de
30.000 liras. De esa manera el gobierno se hizo con un mapa claro del
tipo y número de las asociaciones no gubernamentales presentes en el
país así como de sus integrantes, lo cual facilitó el control estatal
sobre sus actividades, además de desalentar la formación de
organizaciones encubiertas de opositores al régimen.

La ley del 24 de diciembre de 1925 (n. 2300), establece que todos los
funcionarios públicos que rechacen jurar fidelidad al Estado italiano
deben ser destituidos. Ese mismo día se aprueba el decreto 2263 que
prevé que el título de «presidente del Consejo» cambie a «jefe de
gobierno, primer ministro y secretario de Estado»; el «jefe de
gobierno» es nombrado o revocado sólo por el rey y es responsable solo
ante él. Los ministros son responsables sea ante el rey sea ante
Mussolini. La ley de prensa del 31 de diciembre de ese mismo año
declara ilegales todos los periódicos que no tengan un responsable
legal reconocido por el prefecto local. La ley del 31 de enero de 1926
(n. 100) atribuye a Mussolini, en cuanto jefe de gobierno, la facultad
de dictar normas jurídicas sin aprobación parlamentaria previa.
Con la ley del 4 de febrero de 1926 (n. 237) se eliminan del
ordenamiento municipal el consejo comunal y el alcalde; este último es
sustituido por la figura del podestà, que ejercita las funciones del
alcalde, de la junta y del consejo comunal y es nombrado mediante
decreto real por el poder ejecutivo.

El 3 de abril de 1926 es abolido el derecho de huelga y se establece que solo los sindicatos
reconocidos por el Estado pueden firmar contratos colectivos; en tal
contexto, el 8 de julio de 1926 queda constituido el Ministerio de las
Corporaciones, cuya dirección queda en manos del mismo Mussolini.
Mientras tanto, Mussolini impone a Albania (gobernada por Ahmet Zogu)
una forma no oficial de protectorado. Además, Italia se adhiere al
Pacto de Locarno para garantizar las fronteras y la seguridad general.
En abril, con un discurso pronunciado en Tripoli, Mussolini sugiere la
idea de Mare Nostrum (sobre el poder de Italia en el Mar Mediterráneo)
y contrapone, por primera vez, el fascismo y la democracia. También
revisa las fronteras de Libia controlando efectivamente Fezzan con
guarniciones italianas.

El 3 de abril de 1926 se funda la Opera Nazionale Balilla (ONB), con
el fin de «reorganizar la juventud desde el punto de vista moral y
físico», así como para la educación espiritual y cultural y la
instrucción premilitar, gimnástico-deportiva, profesional y técnica de
los jóvenes italianos entre 8 y 18 años de edad. En 1927 todas las
demás organizaciones juveniles son disueltas por decreto ley con
excepción de la Juventud Católica Italiana. En 1937 este organismo
será absorbido también por el régimen al quedar sustituido por la
Gioventù Italiana del Littorio (GIL).

El 18 de agosto, Mussolini pronunció un discurso en Pésaro donde
proclamó que para combatir la desvaloración de la moneda, el cambio
Lira italiana – Libra esterlina se fijaría en la cuota 90, buscando
una paridad: ese objetivo se logró aunque con dificultades para la
economía de Italia.

El 5 de noviembre fueron disueltos todos los partidos fuera del PNF y
se estableció que toda la prensa podía estar sujeta a censura. Se
introdujeron leyes de confinamiento policial   y la pena de muerte por
atentados perpetrados u organizados para dañar a las máximas figuras
del Estado  y se instituyó el Tribunal especial para la seguridad del
Estado. El 20 de diciembre el fascio littorio fue declarado símbolo
del Estado.

El 15 de enero de 1927 Winston Churchill, entonces, ministro de
hacienda de Gran Bretaña, fue acogido en Roma por Mussolini. Mientras
tanto, el fascismo lanzó la campaña para sostener el crecimiento
demográfico: los varones solteros deben pagar un impuesto especial,
para los matrimonios el Estado regala un premio en dinero y se
establecen préstamos, agilización de trámites económicos (incluso en
el campo de la educación de los hijos) y exenciones de impuestos para
las familias numerosas (premios de natalidad).

Se instituyen en 1927 los Grupos Universitarios Fascistas (GUF) para
la formación de la futura clase dirigente. Ese mismo año se fundó el
Comité Olímpico Nacional Italiano (CONI) con la finalidad de mejorar
la competitividad deportiva italiana en el ámbito internacional pues
la gestión de las actividades deportivas antes había quedado en manos
privadas. El 21 de abril el Gran Consejo aprobó la Carta del Lavoro
para reformar la economía italiana en dirección al corporativismo.

Los modelos corporativistas formales se basan en el contrato de grupos
corporativos, tales como afiliación agrícola, de negocios, étnica,
laboral, militar, científica o religiosa, en un cuerpo colectivo. Los
países que mantienen sistemas corporativistas típicamente utilizan una
fuerte intervención estatal para dirigir políticas corporativistas. El
corporativismo ha sido utilizado por muchas ideologías del espectro
político, incluyendo el absolutismo, colectivismo, conservadurismo,
nacionalismo, fascismo, progresismo, reaccionismo, socialdemocracia,
socialismo y sindicalismo.

En la ciencia política, se puede utilizar también el término
"corporativismo" para describir el proceso por parte de un Estado de
dar licencia y reglamentar para incorporar organizaciones sociales,
religiosas, económicas o populares en un solo cuerpo colectivo. Así,
se puede usar el término "corporativismo" cuando estos Estados cooptan
el liderazgo empresarial o circunscriben la capacidad de desafiar la
autoridad estatal mediante el establecimiento de organizaciones como
la fuente de su legitimidad o gobernando el Estado a través de las
corporaciones.

El 5 de junio, al hablar al Senado, Mussolini afirmó la línea del
revisionismo en política externa, declarando que los tratados
estipulados después de la Primera Guerra Mundial eran válidos pero no
se podían considerar «eternos e inmutables». Con la ley del 9 de
diciembre de 1928, n. 2693, se instituye el Gran Consejo del Fascismo,
máximo órgano del PNF (que era presidido por Mussolini mismo) y que
queda reconocido como órgano constitucional supremo del Estado, por
encima del parlamento.

El 14 de marzo de 1928, Mussolini presentó a la Cámara una propuesta
de ley de reforma (que luego fue aprobada) con la que propone la
reducción a 400 del número de los diputados, que serían elegidos en un
único colegio nacional; la confederación nacional de los sindicatos
fascistas y las asociaciones culturales habilitadas por el régimen se
ocuparían de presentar las candidaturas, poniendo fin a toda
competencia política fuera del PNF. El 11 de febrero de 1929 Mussolini
pone fin a la Cuestión Romana firmando ante el Cardenal Pietro
Gasparri los llamados Pactos Lateranenses, que fueron ratificados en
la Cámara durante el mes de mayo.

Las elecciones políticas del 24 de marzo de 1929 para renovar la
Cámara de diputados se plantean como un plebiscito: se vota «sí» o
«no» para aprobar un «listón» de diputados decidido y propuesto por el
Gran Consejo del Fascismo. La votación se desarrolló en un ambiente
intimidatorio: la ficha con el «sí» es tricolor y en cambio la del
«no» es blanca lo cual hace evidente el voto de cada individuo al
momento de depositar su ficha en la caja electoral. La participación
fue del 90% de los italianos que podían votar y el «sí» obtuvo el
98,4% de los votos.

A fines de 1929 Mussolini traslada la sede del gobierno desde el
Palacio Chigi al Palacio Venecia. En junio de 1930 publica para la
Enciclopedia Treccani junto con Giovanni Gentile la voz «fascismo».
Por iniciativa de Mussolini el 7 de junio de 1931 se firma en Roma el
«pacto de los cuatro» entre Italia, Francia, Gran Bretaña y Alemania.
Por medio de este tratado los firmantes asumen la responsabilidad de
mantener la paz y reorganizar Europa respetando los principios y
procedimientos previstos en el estatuto de la Sociedad de las
Naciones.

Las elecciones del 25 de marzo de 1934 para la renovación de la Cámara
de diputados se realizaron con el mismo sistema del «listón» usado en
la votación anterior de 1929 y como plebiscito. Aumentó el número de
participantes, se mantuvo la diferenciación de colores en las fichas
electorales y los votos contrarios al régimen fueron del 0,15%.
La ley del 22 de marzo de 1934 (n. 654) para la tutela de la
maternidad de las trabajadoras y la ley del 26 de abril (n. 653) para
la tutela del trabajo de la mujer y de los niños establecen el derecho
a la conservación del puesto de trabajo para las embarazadas, un
período de licencia antes y después del parto y permisos obligatorios
para el período de lactancia (las empresas con más de 50 trabajadoras
estaban obligadas a instalar un recinto para ello).

La ley del 24 de diciembre de 1934 (n. 2316) establece la creación de
la ONMI, Opera Nazionale per la Protezione della Maternità e
dell'Infanzia ('Obra Nacional para la Protección de la Maternidad y de
la Infancia'). La institución podía financiar a otras que colaborasen
en campos semejantes. En el año 1935 se instituyó el sábado fascista,
como jornada de trabajo presuntamente voluntario por parte de los
trabajadores.

El 14 y 15 de junio de 1935 Mussolini y Hitler se encontraron en Stra
y en Venecia. Las conversaciones fueron sobre la cuestión austriaca
(pues el canciller alemán buscaba la anexión de ese país). Sin
embargo, las relaciones entre ambos dictadores quedaron tensas: el 25
de julio hubo un fallido golpe de Estado en Austria con el cual la
Alemania nacionalsocialista buscaba proceder a la anexión del país —y
que comportó a muerte del canciller austriaco Dollfuß.

Ante ello, Mussolini envía dos divisiones de infantería italiana a la frontera
con Austria para defender su independencia. La situación se resolvió
después de que Hitler desistió de su propósito y el 21 de agosto
Mussolini se entrevistó con Kurt Alois von Schuschnigg, sucesor de
Dollfuß, manifestando su oposición a todo intento del Tercer Reich de
unir Austria con Alemania. El 6 de septiembre, en Bari, Mussolini se
alineó ante la política nazi.

Treinta siglos de historia nos permiten mirar con soberana piedad a
algunas doctrinas de más allá de los Alpes.
La guerra de Etiopía y el acercamiento a la Alemania nazi
¡Italia tiene finalmente su imperio!

De la constitución de la colonia del África Oriental Italiana
El 5 de diciembre de 1934 hubo un incidente en Ual Ual, localidad
entre Somalia (italiana) y Etiopía: 1500 soldados etíopes atacaron un
puesto militar italiano en la frontera. El contingente italiano era de
200 militares.

Mussolini exigió excusas oficiales y el pago de una indemnización por
parte del gobierno etíope, tal como estaba establecido en un tratado
firmado entre Italia y Etiopía en el año 1928. El Negus Haile Selassie
acudió el 2 de enero de 1935 a la Sociedad de las Naciones. Este
organismo intentó un arbitraje pero las relaciones ítalo-etíopes
estaban ya comprometidas. Mussolini apeló al episodio para declarar la
guerra. El problema se debía al deseo italiano de unir
territorialmente Somalia y Eritrea mientras que los etíopes querían
una salida al mar.

Entre el 4 y el 7 de enero de 1935 Mussolini se encontró en Roma con
el ministro del exterior francés Pierre Laval: se firmaron acuerdos
por los que Francia cedería a Italia la Somalia francesa y a reconocer
las minorías italianas que se encontraban en Túnez (que había sido
objeto de reivindicaciones por parte italiana) y a apoyar
diplomáticamente a Italia en caso de una guerra con Etiopía. Laval
pensaba que así podría acercar al régimen de Mussolini de manera que
pudieran firmar una alianza anti-alemana.

El 16 de enero Mussolini asumió la dirección del Ministerio de las
Colonias. El 19 de enero la Sociedad de la Naciones reconoció la buena
fe de Italia y Etiopía en el incidente de Ual Ual y decidió que el
caso debía ser tratado entre las partes interesadas; sin embargo, el
17 de marzo los abisinios presentan otro recurso, apelándose al
artículo XV de la organización.

En la conferencia de Stresa desarrollada entre el 11 y el 14 de abril,
Italia, Gran Bretaña y Francia condenaron conjuntamente las
violaciones del Tratado de Versalles cometidas por Alemania.
El 8 de junio en Cagliari, ante la hostilidad mostrada por Gran
Bretaña, Mussolini reivindica el derecho de Italia a efectuar una
política colonial propia. El 18 de septiembre, en un artículo
publicado en The Morning Post garantizó que no perjudicaría los
intereses franceses ni ingleses en África oriental.
El 2 de octubre declaró la guerra a Etiopía violando así el artículo
XVI de la Sociedad de las Naciones:

"Si un miembro de la liga recurre a la guerra, en contra de lo
estipulado en los artículos XII, XIII y XV, será juzgado ipso facto
como si hubiese cometido un acto de guerra contra todos los miembros
de la sociedad, que aquí se comprometen a someterlo a una ruptura
inmediata de todas las relaciones comerciales y financieras, a las
prohibiciones de relaciones entre los ciudadanos propios y los de la
nación que ha infringido el pacto, y a la abstención de cualquier
relación financiera, comercial o personal entre los ciudadanos de la
nación que ha violado el pacto y los ciudadanos de cualquier otro
país, sea o no miembro de la Sociedad".

Mientras tanto, Mussolini inauguró en el Agro Pontino las nuevas
ciudades de Guidonia y Pontinia. El 18 de noviembre Italia es castigada con sanciones económicas
impuestas por la Sociedad de Naciones, sanciones aprobadas por 52
estados con los votos contrarios de Austria, Hungría y Albania. El
gobierno responde con la promoción de programas económicos
autárquicos. Las sanciones resultan ineficaces, ya que numerosos
países, aunque las votaron oficialmente, mantienen sus buenas
relaciones con Italia y le siguen ofreciendo materias primas. La
Alemania nazi es uno de ellos y la guerra de Etiopía representa el
inicio del acercamiento entre Mussolini y Hitler.

La autarquía, autarcía (ambas del griego αὐτάρκεια) o autosuficiencia
es un término comúnmente usado en la economía que indica la condición
de las personas, lugares, mecanismos, sociedades, sistemas
industriales o naciones que luchan por su autoabastecimiento o que
rechazan toda ayuda externa. Se puede encontrar o proponer en países
con los suficientes recursos naturales como para no tener que disponer
de importaciones de ningún tipo.

Desarrollo del conflicto:

Con el recuerdo de la terrible derrota sufrida en Adua por las tropas
italianas y consciente de la fuerza y de los armamentos con que
contaban los abisinios, Mussolini siguió personalmente la preparación
y el desarrollo de las operaciones militares, que en solo siete meses
conducirán a la aniquilación de las fuerzas armadas del último Estado
independiente de África.

Para asegurarse una victoria rápida, Mussolini, tras examinar las
solicitudes de los jefes militares, llegó a triplicar tanto el número
de soldados como el armamento: en mayo de 1936 se encuentran en el
teatro de operaciones casi medio millón de soldados, 492 tanques,
18932 tanquetas y 350 aviones. El arsenal disponible incluye muchas
armas químicas y bacteriológicas, prohibidas por la Convención de
Ginebra y desembarcadas en secreto en Massaua.

Desde el inicio de los combates, el 3 de octubre, Mussolini tomó la
dirección de las operaciones y envió casi cotidianamente órdenes
telegráficas a sus generales (Rodolfo Graziani en el frente Sur,
Emilio De Bono y luego Pietro Badoglio en el Norte), dictándoles
lineamientos y órdenes operativas, incluyendo las de uso de armas
químicas. Mussolini se reservó toda determinación en relación con la
utilización de tales armas.

La primera orden que contempla el uso de armas químicas llega de
Mussolini a Graziani el 27 de octubre de 1935, para preparar el asalto
de Gorrahei. Sin embargo, bastaron seis toneladas de granadas
convencionales para acabar con la resistencia de los defensores dos
días después. Graziani solicitó después el uso de tales armas para
operaciones defensivas (destinadas a detener los asaltos de los
etíopes en Dolo, a fines de diciembre de 1935) y obtuvo el permiso
inmediatamente.

En el mismo período, Badoglio recibió la orden de emplear bombarderos
en el frente norte contra los abisinios, que habían pasado a la
ofensiva en Sciré. La orden, ya en curso de ejecución, fue suspendida
por motivos políticos en vista de una reunión de la Sociedad de las
Naciones prevista en Ginebra para el 5 de enero. Sin embargo, Badoglio
ignora la orden de suspensión y prosigue con los bombardeos químicos
hasta el 7 y luego nuevamente el 12 y el 18 de enero.

El 19 de enero, Mussolini vuelve a autorizar la guerra total con estas palabras:
Autorizo a vuestra excelencia a emplear todos los medios de guerra,
digo todos, tanto aéreos como terrestres. Máxima decisión.
Telegrama secreto de Mussolini a Badoglio.

Los bombardeos químicos de artillería y aéreos prosiguen en el frente
norte (hasta el 29 de marzo de 1936) como también en el sur (hasta el
27 de abril), llegando a emplear un total de 350 toneladas de armas
químicas. En este contexto, a fines de enero, cuando no obstante el
uso de tales medios el ejército italiano se encuentra en dificultades
en el frente norte, Mussolini no duda en ordenar al general Badoglio
que emplee armas bacteriológicas. Este expresa su contrariedad,
recordando al Duce las reacciones internacionales que tal decisión
podría provocar y el propio temor a las consecuencias incontrolables
del uso de un arma jamás experimentada con anterioridad.

Este uso de armas químicas fue escondido a la opinión pública italiana
y Mussolini ordenó que se desmintieran como animadas de sentimientos
anti-italianos las pocas denuncias sobre su empleo que aparecieron en
la prensa internacional. El crimen será negado durante mucho tiempo
incluso después del final del régimen y por testigos de la talla de
Indro Montanelli, que queda así al margen del resto de la
historiografía sobre el gobierno de Mussolini. Hay que esperar al 7 de
febrero de 1996 para que sea reconocido oficialmente, cuando el
entonces ministro de defensa, el general Domenico Corcione, admitió
ante el parlamento el uso de armas químicas por parte del ejército
italiano durante la guerra de Etiopía.

La conducción de una política de exterminio para con los etíopes no se
limitó al empleo de armas químicas, sino que se desarrolló con otros
instrumentos, como la orden de no respetar las señales de la Cruz
Roja, lo cual llevó a la destrucción de al menos 17 hospitales de
campo (entre ellos uno sueco), lo que causó el disgusto del Duce por
los problemas políticos que podía causar) e instalaciones médicas
abisinias, o el uso de tropas musulmanas contra las poblaciones
cristiano-coptas de Etiopía que causaron diversas masacres.
Los crímenes prosiguieron incluso tras el final de la guerra y hasta
1940 en relación con los rebeldes, contra la población y los monjes
abisinios en los santuarios cristiano-coptos, que fueron asesinados a
centenares en Debrà Libanòs y en otros lugares.

La Invasión Italiana de Etiopía, también llamada la Segunda Guerra
Italo-Etíope, duró 7 meses, entre 1935 y 1936. Es vista como una
muestra de la política expansionista que caracterizó las Potencias del
Eje y de la ineficiencia de la Sociedad de Naciones, antes del
estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Desde su llegada al poder Benito Mussolini había prometido la creación
del Imperio Italiano, que controlaría el Mediterráneo, en aquel
entonces en poder de Francia y Reino Unido. No deseando iniciar la
guerra con estos países, Mussolini enfocó su vista en Etiopía, una
nación independiente pero débil, situada entre las colonias italianas
de la Eritrea italiana y la Somalia Italiana.

Interpretando los tratados fronterizos a su conveniencia, los
italianos entraron cada vez más y más dentro del territorio etíope.
Etiopía acudió en busca de ayuda al gobierno del Reino Unido, que
conformó una comisión para arbitrar el problema, sin embargo,
inmediatamente los británicos se retiraron, siguiendo la política de
apaciguamiento que caracterizó a las naciones aliadas antes de la
guerra. Básicamente, los aliados creían que era mejor ceder a las
demandas de las Potencias del Eje antes que iniciar una guerra.
En diciembre de 1934 tropas etíopes e italianas se enfrentaron,
falleciendo 150 hombres del primer bando y 50 del segundo. La Sociedad
de Naciones exoneró de culpa a ambos bandos, e Italia empezó a
acumular fuerzas en la frontera.

El emperador etíope Haile Selassie empezó a reclutar hombres, llegando
a formar un ejército de 500.000 soldados, que sin embargo, estaba
armado simplemente con rifles y carabinas bastante anticuados, con
algunos soldados incluso sólo portando lanzas. Las tropas etíopes
carecían de mando único pues eran convocadas por clanes casi
independientes entre sí, y por todo poderío aéreo disponían de una
docena de aviones de la Primera Guerra Mundial.

La invasión.

El 3 de octubre de 1935, 100 000 soldados del Ejército italiano
comandados por el mariscal Emilio De Bono atacaron desde Eritrea (en
ese entonces posesión colonial italiana) sin declaración previa de
guerra. Al mismo tiempo una fuerza menor comandada por el General
Rodolfo Graziani atacó desde la Somalia Italiana. El 6 de octubre,
Adua, un lugar simbólico para el ejército italiano, fue capturada. En
dicho lugar, las tropas italianas habían sido derrotadas en la Primera
Guerra Italo-Etíope el año 1896. El 15 de octubre, las tropas
italianas capturaron Aksum, y el obelisco que adornaba la ciudad fue
arrancado de su sitio y enviado a Roma para ser colocado
simbólicamente frente al edificio del Ministerio de Colonias creado
por el régimen fascista.

La Sociedad de Naciones impuso numerosas sanciones económicas al Reino
de Italia, pero éstas incluían embargo de productos que no eran de
primera necesidad para la industria italiana: el mineral de hierro y
el petróleo no estaban considerados en dicha lista, y por ello
empresas de Estados Unidos (que no era miembro de la Sociedad de
Naciones) Reino Unido, Francia, y obviamente Alemania, siguieron
vendiendo tales productos a Italia.

Exasperado por el lento y precavido avance de De Bono, Mussolini
colocó al General Pietro Badoglio en su lugar. Las fuerzas etíopes
atacaron al ejército invasor recién llegado y lanzaron un contraataque
en diciembre de 1935, pero su ejército, rudimentariamente armado, no
pudo oponer mucha resistencia contra las armas modernas de los
italianos. Cabe indicar que inclusive el servicio de comunicaciones de
las fuerzas etíopes dependía de mensajeros a pie pues no disponían de
aparatos de radio. Con ello le bastaba a los italianos imponer un
estrecho cerco a destacamentos etíopes para dejarlos totalmente
ignorantes sobre los movimientos de su propio ejército.

La contraofensiva etíope logró detener el avance italiano por algunas
semanas, pero la superioridad del invasor en calidad de armamento
(particularmente artillería pesada y aviación), impidió a los etíopes
aprovechar sus éxitos iniciales. Badoglio también usó gas mostaza en
bombardeos aéreos, violando las Convenciones de Ginebra; no sólo fue
usado este gas contra los combatientes sino contra los civiles en un
intento de dañar la moral del pueblo etíope. Además se informó de
ataques italianos deliberados contra ambulancias y hospitales de la
Cruz Roja; los italianos retomaron la ofensiva a inicios de marzo.
El 29 de marzo de 1936, Graziani bombardeó la ciudad de Harar y dos
días después los italianos consiguieron una gran victoria en la
Batalla de Maychew, la cual anuló toda posible resistencia organizada
de los etíopes. El emperador Haile Selassie se vio forzado a escapar
al exilio el 2 de mayo, y las fuerzas de Badoglio llegaron a la
capital Adís Abeba el 5 de mayo.

Italia anexó oficialmente el territorio de Etiopía el 7 de mayo y el
rey italiano Víctor Manuel III fue proclamado emperador. Las
provincias de Eritrea, Somalilandia Italiana y Abisinia (Etiopía)
fueron unidas para formar la Provincia Italiana de África del Este.

El júbilo en Italia fue enorme al anunciarse la definitiva victoria
italiana el 9 de mayo. Personalidades como el Papa Pío XI y Sir
Winston Churchill expresaron su admiración por la eficacia de la
campaña italiana en Etiopía, pero también preocupación por lo que esto
significaba: el brutal expansionismo italiano acercaba a Mussolini a
la órbita de Adolf Hitler.

El 30 de junio de 1936, el exiliado emperador Haile Selassie intentó
dar un discurso ante la Sociedad de Naciones, en Ginebra, denunciando
a Italia, pero fue abucheado por los partidarios de Mussolini llegados
hasta allí y tuvo que abandonar el edificio. Haile Selassie declaró su
desprecio y enojo contra la comunidad internacional que no hizo nada
para evitar la conquista de su país, y declaró de manera casi
profética "Hoy nos sucedió a nosotros. A ustedes mañana".

La Sociedad de Naciones había ciertamente condenado la acción
italiana, pero nunca pudo implementar sanciones económicas eficaces
contra el Reino de Italia, pues a pesar de decretarse un embargo
comercial éste no privaba a los italianos de materias primas
necesarias para continuar la guerra.

Los principales miembros de la
Sociedad de Naciones (Francia y Reino Unido) tampoco mostraron
intención seria de detener a Italia, tratando más bien de seguir una
política de apaciguamiento hacia el régimen fascista y evitando todo
conflicto con él.

Como consecuencia, Mussolini retiró su país de la
Sociedad de Naciones en 1937 al advertir que su aventura militar no
había causado perjuicios serios a Italia, y esto lo acercó todavía más
al III Reich y al Japón, que ya habían seguido ese mismo camino.
Durante la ocupación, la aviación militar italiana utilizó el muy
tóxico gas mostaza en sus bombardeos contra las tropas etíopes y
contra la propia población civil, como escarmiento para las guerrillas
que asolaban el país. Semejante acto estaba prohibido expresamente por
tratados internacionales vigentes en 1935 y debía considerarse un
crimen de guerra, pero con el fin de mantener el apaciguamiento de
Mussolini, los gobiernos francés y británico evitaron dar mucha
difusión a estos ataques.

La ocupación italiana no pasó de una década. Durante la Campaña de
África Oriental, tropas del Reino Unido y guerrillas etíopes
expulsaron a los italianos de Etiopía en mayo de 1941 y Haile Selassie
regresó al poder. La población etíope sufrió mucho con la conquista. Se calcula que la
población paso de 16 millones a solo 5 o 9 millones (en el anterior
intento de conquista por parte de los italianos la población se redujo
de 7 a 11 millones a solo 4).

La victoria en Etiopía, el apogeo de Mussolini y del fascismo
El 7 de mayo de 1936, Mussolini recibe de Víctor Manuel III la Gran
Cruz de la Orden Militar de Saboya. El soberano, al entregarle la
máxima condecoración militar del reino, reconoce el rol directo
desarrollado por Mussolini:

"Ministros de las fuerzas armadas, preparó, condujo y venció la más
grande guerra colonial que la historia recuerde.
El 9 de mayo, desde el balcón del Palacio Venecia, anuncia el final de
la guerra de Etiopía y proclama el renacimiento del imperio (el rey de
Italia asume el título de emperador de Etiopía)".

La campaña abisinia representa el momento de máximo consenso del
pueblo italiano hacia el fascismo. Mussolini establece que, al indicar
la fecha en los documentos oficiales y en los periódicos, se deba
escribir el año a partir del 28 de octubre de 1922 unido al de la
fundación del imperio (por ejemplo, 1936 se indicaba como «año 1936,
XIV de la era fascista, I del imperio»).
El 4 de julio la Sociedad de las Naciones decreta terminada la
aplicación del artículo XVI y las sanciones caducan el 15 del mismo
mes (el único Estado que se opuso fue Sudáfrica); Mussolini obtuvo,
por la guerra victoriosa, el título de mariscal de Italia (30 de marzo
de 1938).

El 9 de junio confió a su yerno, Galeazzo Ciano, el Ministerio del Exterior.
El 24 de julio firma un acuerdo con Hitler para enviar contingentes
militares a España con el fin de sostener al general Francisco Franco
durante la Guerra Civil Española.

El miércoles 19 de febrero, Manuel Azaña, el líder del Frente Popular,
formaba gobierno que conforme a lo pactado con los socialistas sólo
estaba integrado por ministros republicanos de izquierda (nueve de
Izquierda Republicana y tres de Unión Republicana).25 Una de sus
primeras decisiones fue alejar de los centros de poder a los generales
más antirrepublicanos: el general Goded fue destinado a la Comandancia
militar de Baleares; el general Franco, a la de Canarias; el general
Mola al gobierno militar de Pamplona. Otros generales significados,
como Orgaz, Villegas, Fanjul y Saliquet quedaron en situación de
disponibles.

La medida más urgente que hubo de tomar el nuevo gobierno fue la
amnistía de los condenados por los sucesos de octubre de 1934,
"legalizando" así el asalto a varias cárceles por la multitud pero
dando cumplimiento también al punto principal del programa electoral
del Frente Popular. Otra de las medidas urgentes era reponer en sus
puestos a los alcaldes y concejales elegidos en 1931 y sustituidos
durante el bienio conservador. Y el 28 de febrero el gobierno
decretaba no sólo la readmisión de todos los trabajadores despedidos
por motivos políticos y sindicales relacionados con los hechos de
1934, sino que, presionado por los sindicatos, ordenaba a las empresas
que indemnizaran a estos trabajadores por los jornales no abonados.
Asimismo fue restablecido el gobierno de la Generalidad de Cataluña
cuyos miembros habían salido de la cárcel beneficiados también por la
amnistía.

La “cuestión agraria” fue otro problema que el nuevo gobierno tuvo que
abordar con urgencia a causa de la intensa movilización campesina que
se estaba produciendo con el apoyo decidido de las autoridades locales
repuestas y que amenazaba con provocar graves conflictos en el campo,
especialmente en Extremadura. Así el 19 de abril el
ministro de Agricultura, Mariano Ruiz Funes, presentaba varios
proyectos de ley, entre ellos uno que derogaba la Ley de Reforma de la
Reforma Agraria de agosto de 1935, que se convirtió en ley el 11 de
junio, por lo que volvía estar en vigor plenamente la Ley de Reforma
Agraria de 1932. Gracias a varios decretos y a esta ley entre marzo y
julio de 1936 se asentaron unos 115 000 campesinos, más que en los
tres años anteriores.

Sin embargo, continuó la alta conflictividad
en el campo, debida sobre todo a la actitud de los propietarios y a la
radicalización de las organizaciones campesinas, saldándose todo ello
con incidentes violentos. El caso más grave se produjo en Yeste
(Albacete), donde a finales de mayo de 1936 "la detención de unos
campesinos que pretendían talar árboles en una finca particular
condujo a un sangriento enfrentamiento entre la Guardia Civil y los
jornaleros, en los que murieron un guardia y 17 campesinos, varios de
ellos asesinados a sangre fría por los agentes".

La actividad del parlamento estuvo paralizada casi todo el mes de
abril debido al proceso de destitución del presidente de la República
Niceto Alcalá-Zamora, iniciado y aprobado por la izquierda, y su
sustitución por Manuel Azaña, que fue investido en su nuevo cargo el
10 de mayo de 1936, siendo sustituido al frente del gobierno por su
compañero de partido (Izquierda Republicana), Santiago Casares
Quiroga.

El nuevo gobierno de Casares Quiroga continuó con la política
reformista que ya había iniciado el gobierno Azaña que consistía
fundamentalmente en volver a poner en vigor los decretos que habían
sido derogados o modificados durante el bienio radical-cedista y a los
que se añadieron algunos otros.

Uno de los problemas a los que tuvo que hacer frente el gobierno fue
la oleada de huelgas que se produjeron declaradas y sostenidas muchas
veces por comités conjuntos CNT/UGT, en las que en muchas de ellas se
hablaba de revolución,37 pero ni UGT ni CNT preparaban ningún
movimiento insurreccional después de los fracasos de 1932, 1933 y
1934, y la única posibilidad de que se produjese alguno sería como
respuesta a un intento de golpe militar.

Otro de los problemas del gobierno de Casares Quiroga fue la división
interna del PSOE, el partido más importante del Frente Popular, que
enfrentaba a los sectores "prietista" y "largocaballerista", ya que
Francisco Largo Caballero, que dominaba UGT y el grupo parlamentario
del PSOE, continuó oponiéndose a la entrada en el gobierno de los
socialistas y defendiendo el entendimiento entre las “organizaciones
obreras” para esperar el momento en que el fracaso de los “burgueses
republicanos" facilitara la conquista del poder por la clase obrera.
Otro problema fue que en la CEDA el sector encabezado por José María
Gil Robles se decantó cada vez más por el boicot a las instituciones
republicanas y por el apoyo a la vía defendida por la derecha
monárquica del Bloque Nacional de José Calvo Sotelo que propugnaba
abiertamente la ruptura violenta del orden constitucional mediante un
golpe de estado militar en cuya preparación ya estaban colaborando
(por su parte los monárquicos carlistas aceleraron la formación de sus
milicias requetés con vistas al alzamiento militar con cuyos
dirigentes mantenían contactos).

La violencia política.

Los gobiernos del Frente Popular también tuvieron que hacer frente a
un aumento de la violencia política provocada por el partido fascista
Falange Española, que a principios de 1936 era una fuerza política
marginal pero que tras el triunfo del Frente Popular recibió una
avalancha de afiliaciones de jóvenes de derechas dispuestos a la
acción violenta, y por la respuesta que le dieron las organizaciones
de izquierda.

El primer atentado importante que cometieron los
falangistas fue el perpetrado el 12 de marzo de 1936 contra el
diputado socialista y “padre” de la Constitución de 1931 Luis Jiménez
de Asúa, en el que éste resultó ileso pero su escolta, el policía
Jesús Gisbert, murió La respuesta del gobierno de Azaña fue prohibir
el partido y detener el 14 de marzo a su máximo dirigente José Antonio
Primo de Rivera, pero el paso a la clandestinidad no impidió que
siguiera perpetrando atentados y participando en reyertas con jóvenes
socialistas y comunistas.

Los incidentes de mayor trascendencia se produjeron los días 14 y 15
de abril. El día 14 tuvo lugar un desfile militar en el Paseo de la
Castellana de Madrid en conmemoración del Quinto Aniversario de la
República y junto a la tribuna principal estalló un artefacto y se
produjeron a continuación varios disparos que causaron la muerte a
Anastasio de los Reyes, un alférez de la Guardia Civil que estaba allí
de paisano, e hirieron a varios espectadores.

Derechistas e izquierdistas se acusaron mutuamente del atentado. Al día siguiente se
celebró el entierro del alférez que se convirtió en una manifestación
antirrepublicana a la que asistieron los diputados José María Gil
Robles, líder de la CEDA, y José Calvo Sotelo, líder de la derecha
monárquica antirrepublicana y antidemocrática, además de oficiales del
ejército y falangistas armados. Desde diversos lugares se produjeron
disparos contra la comitiva que fueron respondidos, produciéndose un
saldo de seis muertos y de tres heridos. Uno de los muertos fue el
estudiante Ángel Sáenz de Heredia, falangista y primo hermano de José
Antonio Primo de Rivera. También resultó herido un joven
tradicionalista (carlista), José Llaguno Acha, y una muchedumbre
intentó linchar al teniente José del Castillo Sáenz de Tejada al que
se acusó de haberle disparado.

Entre abril y julio los atentados y las reyertas protagonizadas por
falangistas causaron más de cincuenta víctimas entre las
organizaciones de izquierda obrera, la mayoría de ellas en Madrid.
Unos cuarenta miembros de Falange murieron en esos actos o en
atentados de represalia de las organizaciones de izquierda. También
fueron objeto de la violencia los edificios religiosos (un centenar de
iglesias y conventos fueron asaltados e incendiados) aunque entre las
víctimas de la violencia política de febrero a julio no hubo ningún
miembro del clero.

El aumento de la violencia política y el crecimiento de las
organizaciones juveniles paramilitares tanto entre la derecha
(milicias falangistas, requetés carlistas) como entre la izquierda
(milicias de las juventudes socialistas, comunistas y anarquistas), y
entre los nacionalistas vascos y catalanes (milicias de Esquerra
Republicana de Catalunya y milicias del PNV), aunque no estaban
armadas y su mayor actividad principal era desfilar, provocó la
percepción entre parte de la opinión pública, especialmente la
conservadora, de que el gobierno del Frente Popular presidido por
Santiago Casares Quiroga no era capaz de mantener el orden público, lo
que servía de justificación para el "golpe de fuerza" militar que se
estaba preparando.47 A esta percepción también contribuyó la prensa
católica y de extrema derecha que incitaba a la rebelión frente al
“desorden” que atribuía al “Gobierno tiránico del Frente Popular”,
“enemigo de Dios y de la Iglesia”, aprovechando que la confrontación
entre clericalismo y anticlericalismo volvió al primer plano tras las
elecciones de febrero con continuas disputas sobre asuntos simbólicos,
como el tañido de campanas o las manifestaciones del culto fuera de
las iglesias, como procesiones o entierros católicos. Asimismo en el
parlamento los diputados de la derecha, singularmente Calvo Sotelo y
Gil Robles, acusaron al gobierno de haber perdido el control del orden
público.

En la tarde del domingo 12 de julio era asesinado en una calle
céntrica de Madrid por pistoleros de extrema derecha probablemente de
la Comunión Tradicionalista (o de Falange Española) el teniente de la
Guardia de Asalto, José del Castillo Sáenz de Tejada, un militar
instructor de las milicias socialistas El teniente Castillo era muy
conocido por su activismo izquierdista y se le atribuía la frase «Yo
no tiro sobre el pueblo» tras haberse negado a participar en la
represión de la Revolución de Asturias, acto de rebeldía que le
costaría un año de cárcel.

Como represalia, los compañeros policías del teniente Castillo,
dirigidos por un capitán de la Guardia Civil, Fernando Condés,
secuestraron en su propio domicilio y asesinaron en la madrugada del
día siguiente a José Calvo Sotelo, el líder de los monárquicos
"alfonsinos" (que no tuvo nada que ver con el asesinato del teniente
Castillo), y abandonaron el cadáver en el depósito del cementerio de
la Almudena. En el entierro de Calvo Sotelo el dirigente monárquico
Antonio Goicoechea juró solemnemente “consagrar nuestra vida a esta
triple labor: imitar tu ejemplo, vengar tu muerte y salvar a España”.


Por su parte el líder de la CEDA, José María Gil Robles en las Cortes
les dijo a los diputados de la izquierda que “la sangre del señor
Calvo Sotelo está sobre vosotros” y acusó al gobierno de tener la
“responsabilidad moral” del crimen por “patrocinar la violencia”.
Según el estudio más completo que se ha realizado sobre las víctimas
mortales como resultado de la violencia política entre entre febrero y
julio de 1936, antes de iniciarse el golpe de estado, hubo un total de
189 incidentes y 262 muertos, de ellos 112 causados por la
intervención de las fuerzas de orden público. De las 262 víctimas, 148
serían militantes de la izquierda, 50 de la derecha, 19 de las fuerzas
de orden público y 45 sin identificar. Además ese estudio constata que
el número de víctimas mortales causadas por la violencia política fue
disminuyendo en esos cinco meses.

La violencia política de los meses de gobierno en paz del Frente
Popular, de febrero a julio de 1936, fue utilizada después por los
vencedores en la guerra civil como justificación de su alzamiento. Hoy
en día el debate sigue abierto, aunque la mayoría de los historiadores
opinan que en absoluto puede hablarse de una "primavera trágica" en la
que el gobierno del Frente Popular hubiera perdido el control de la
situación. Y la conclusión de la mayoría de ellos es clara: “La
desestabilización política real en la primavera de 1936 no explica en
modo alguno la sublevación militar [de julio de 1936] y menos aún la
justifica". “La política y la sociedad españolas mostraban signos
inequívocos de crisis, lo cual no significa necesariamente que la
única salida fuera una guerra civil”.

Durante los primeros meses de 1936 se produjo una polarización de la
política española, en cuyos extremos se situaba la izquierda
revolucionaria y la derecha fascista, y en medio una izquierda
moderada y una derecha republicana junto con un centro anticlerical y
una derecha de fuerte componente católico y monárquico (que
representaba a muchos militares, terratenientes y a la jerarquía
católica que veían peligrar su posición privilegiada y su concepto de
la unidad de España). Una división que podía remontarse al siglo XIX
cuando tuvo lugar el difícil proceso de cambio que se inició en 1808
para poner fin al absolutismo que lastraba al país, manteniendo
fuertes diferencias económicas entre privilegiados y no privilegiados,
y que el moderantismo decimonónico sólo consiguió superar parte. El
resultado fue una población rural dividida entre los jornaleros
anarquistas y los pequeños propietarios aferrados a (y dominados por)
los caciques y la Iglesia; unos burócratas conformistas y una clase
obrera con salarios muy bajos y, por lo tanto, con tendencias
revolucionarias propias del nuevo siglo, hacen que también entre las
clases pobres la división fuese muy acusada. También provenía del
siglo XIX la tradición de que los problemas no se arreglaban más que
con los pronunciamientos. No es extraño, pues, que en una España
marcada por la reciente dictadura de Primo de Rivera e intentonas
fallidas, como las de José Sanjurjo, volviese a haber ruido de sables
y se temiese un plan para derribar al nuevo Gobierno establecido. Los
acontecimientos darían la razón a los pesimistas.
El detonante: el golpe de estado de julio de 1936
Artículo principal: Golpe de Estado en España de julio de 1936
Véanse también: Organización Territorial Militar en la España de 1936
y Guerra Civil Española en Castilla y León.
La conspiración militar
Nada más conocerse la victoria del Frente Popular en las elecciones,
se produjo un primer intento de “golpe de fuerza” por parte de la
derecha para intentar frenar la entrega del poder a los vencedores.
Fue el propio Gil Robles el primero que intentó sin éxito que el
presidente del gobierno en funciones Manuel Portela Valladares
declarase el “estado de guerra” y anulara los comicios. Le siguió el
general Franco, aún jefe del Estado Mayor del Ejército, que se
adelantó a dar las órdenes pertinentes a los mandos militares para que
declarasen el estado de guerra (lo que según la Ley de Orden Público
de 1933 suponía que el poder pasaba a las autoridades militares), pero
fue desautorizado por el todavía jefe de gobierno Portela Valladares y
por el ministro de la guerra el general Nicolás Molero.
El 8 de marzo de 1936 tuvo lugar en Madrid, en casa de un amigo de Gil
Robles, una reunión de varios generales (Emilio Mola, Luis Orgaz
Yoldi, Villegas, Joaquín Fanjul, Francisco Franco, Ángel Rodríguez del
Barrio, Miguel García de la Herrán, Manuel González Carrasco, Andrés
Saliquet y Miguel Ponte, junto con el coronel José Enrique Varela y el
teniente coronel Valentín Galarza, como hombre de la UME), en la que
acordaron organizar un “alzamiento militar” que derribara al gobierno
del Frente Popular recién constituido y “restableciera el orden en el
interior y el prestigio internacional de España”. También se acordó
que el gobierno lo desempeñaría una Junta Militar presidida por el
general Sanjurjo, que en esos momentos se encontraba en el exilio en
Portugal.
Desde finales de abril, fue el general Mola quien tomó la dirección de
la trama golpista (desplazándose así el centro de la conspiración de
Madrid a Pamplona), adoptando el nombre clave de “El Director”. Este
continuó con el proyecto de constituir una Junta Militar presidida por
el general Sanjurjo, y comenzó a redactar y difundir una serie de
circulares o “Instrucciones reservadas” en las que fue perfilando la
compleja trama que llevaría adelante el golpe de Estado.54 La primera
de las cinco “instrucciones reservadas” la dictó el 25 de mayo y en
ella ya apareció la idea de que el golpe tendría que ir acompañado de
una violenta represión.55
Mola consiguió comprometer en el golpe a numerosas guarniciones,
gracias también a la trama clandestina de la UME pero tenía dudas
sobre el triunfo del golpe en el lugar fundamental, Madrid, y también
sobre Cataluña, Andalucía y Valencia. Así pues, el problema de los
militares implicados era que, a diferencia del golpe de estado de
1923, ahora no contaban con la totalidad del Ejército (ni de la
Guardia Civil ni las otras fuerzas de seguridad) para respaldarlo. Una
segunda diferencia respecto de 1923 era que la actitud de las
organizaciones obreras y campesinas no sería de pasividad ante el
golpe militar sino que como habían anunciado desencadenarían una
revolución. Por estas razones se fue retrasando una y otra vez la
fecha del golpe militar, y por eso, además, el general Mola, "el
Director", buscó el apoyo de las milicias de los partidos
antirepublicanos (requetés y falangistas) y el respaldo financiero de
los partidos de la derecha. Al gobierno de Casares Quiroga le llegaron
por diversas fuentes noticias de lo que se estaba tramando pero no
actuó con contundencia contra los conspiradores.
A principios de julio de 1936 la preparación del golpe militar estaba
casi terminada, aunque el general Mola reconocía que "el entusiasmo
por la causa no ha llegado todavía al grado de exaltación necesario" y
acusaba a los carlistas de seguir poniendo dificultades al continuar
pidiendo "concesiones inadmisibles". El plan del general Emilio Mola
era un levantamiento coordinado de todas las guarniciones
comprometidas, que implantarían el estado de guerra en sus
demarcaciones, comenzando por el Ejército de África, que entre los
días 5 y 12 de julio realizó unas maniobras en el Llano Amarillo donde
se terminaron de perfilar los detalles de la sublevación en el
Protectorado de Marruecos. Como se preveía que en Madrid era difícil
que el golpe triunfase por sí solo (la sublevación en la capital
estaría al mando del general Fanjul), estaba previsto que desde el
norte una columna dirigida por el propio Mola se dirigiera hacia
Madrid para apoyar el levantamiento de la guarnición de la capital. Y
por si todo eso fallaba también estaba planeado que el general Franco,
después de sublevar las islas Canarias, se dirigiría desde allí al
Protectorado de Marruecos a bordo del avión Dragon Rapide, fletado en
Londres el 6 de julio por el corresponsal del diario ABC Luis Bolín
gracias al dinero aportado por el financiero Juan March, para ponerse
al frente de las tropas coloniales, cruzar el estrecho de Gibraltar y
avanzar sobre Madrid.59 60 Una vez depuesto el gobierno de la
República, se instauraría una dictadura militar siguiendo el modelo de
la Dictadura de Primo de Rivera, al frente de la cual se situaría el
exiliado general Sanjurjo.59 “Los sublevados llevaron a cabo su acción
pretendiendo que se alzaban contra una revolución absolutamente
inexistente en la época en que actúan, inventan documentos falsos que
compuso Tomás Borrás y que hablaban de un gobierno soviético que se
preparaba, y de hecho lo que representaban era la defensa de las
posiciones de las viejas clases dominantes, la lucha contra las
reformas sociales, más o menos profundas, que el Frente Popular pone
de nuevo en marcha".
El asesinato de José Calvo Sotelo en la madrugada del 13 de julio
aceleró el compromiso con la sublevación de los carlistas y también de
la CEDA, y acabó de convencer a los militares que tenían dudas, entre
ellos, según Paul Preston, el general Franco. Además, Mola decidió
aprovechar la conmoción que había causado en el país el doble crimen,
y el día 14 adelantó la fecha de la sublevación que quedó fijada para
los días 18 y 19 de julio de 1936.
El golpe del 17 al 20 de julio
El 17 de julio por la mañana en Melilla, los dos coroneles y otros
oficiales que estaban al tanto del alzamiento militar se reúnen en el
departamento cartográfico y trazan los planes para ocupar el 18 los
edificios públicos, planes que comunican a los dirigentes falangistas.
Uno de los dirigentes locales de la Falange informa al dirigente local
de Unión Republicana, llegando esta información al General Romerales,
Comandante Militar de Melilla, que a su vez informa a Casares Quiroga.
Romerales envía por la tarde una patrulla de soldados y guardias de
asalto a registrar el departamento cartográfico. El coronel al mando
del mismo retrasa el registro y llama al cuartel de la Legión, desde
donde le envían un grupo de legionarios. Ante estos, la patrulla se
rinde y los sublevados proceden a arrestar a Romerales (que fue
fusilado junto con el delegado del gobierno y el alcalde de Melilla
que se habían resistido a la rebelión), proclaman el estado de guerra
e inician anticipadamente el levantamiento, informando a sus
compañeros del resto de Marruecos que habían sido descubiertos. Esto
hizo que se adelantase en Marruecos la fecha prevista. En los tres
días siguientes el golpe se extendió a las guarniciones de la
península y a Canarias y a Baleares.
Los militares sublevados no consiguieron alcanzar su objetivo
principal de apoderarse del punto neurálgico del poder, Madrid, ni de
las grandes ciudades, como Barcelona, Valencia, Bilbao, Málaga o
Murcia (aunque sí controlaban Sevilla, Zaragoza y Córdoba), pero
dominaban cerca de la mitad del territorio español, ya que controlaban
prácticamente el tercio norte peninsular (Galicia, León, Castilla la
Vieja, Álava, Navarra, gran parte de la provincia de Cáceres, incluida
la capital, y la mitad occidental de Aragón, incluyendo las tres
capitales provinciales), menos la franja cantábrica formada por
Asturias, Santander, Vizcaya y Guipúzcoa, que quedó aislada del resto
de la zona republicana, y Cataluña. Además dominaban las ciudades
andaluzas de Sevilla (donde el general Gonzalo Queipo de Llano se hace
con inusitada determinación con el mando de la 2.ª División Orgánica),
Córdoba y Cádiz conectadas entre sí por una estrecha franja (así como
la ciudad de Granada, pero aislada del resto), más todo el
Protectorado de Marruecos y los dos archipiélagos, Canarias (menos la
isla de La Palma) y Baleares (excepto Menorca). Fuera de esta área
controlaban determinados lugares y puntos de resistencia aislados
dentro de la zona republicana como la ciudad de Oviedo (que soportó un
asedio por parte de los republicanos durante 90 días, hasta la entrada
de las tropas franquistas el 17 de octubre), el cuartel de Simancas en
Gijón, el Alcázar de Toledo o el santuario de la Virgen de la Cabeza
en Andújar. Esta España controlada por los sublevados era en general
"la España interior, rural, de formas sociales más retardatarias, de
grandes y medianos propietarios agrarios, y con extenso proletariado
agrario también".
De los lugares donde ha triunfado la sublevación parten las ofensivas
de las tropas rebeldes, a hacer lo que la propaganda "nacional" llamó
la «Reconquista», para tomar las ciudades en manos de la República o a
liberar los lugares en manos de los rebeldes asediados por las tropas
gubernamentales, como son los casos del sitio de Oviedo y del Alcázar
toledano.
En la zona sublevada la muerte en accidente de aviación del que iba
ser el jefe de la rebelión, el general Sanjurjo, provocó que los
generales sublevados decidieron crear el jueves 23 de julio una Junta
de Defensa Nacional, que quedaría constituida al día siguiente en
Burgos, y que estaría integrada por los generales Miguel Cabanellas,
que fue nombrado presidente de la Junta por ser el general más antiguo
entre los sublevados, Andrés Saliquet, Miguel Ponte, Emilio Mola y
Fidel Dávila, además del coronel Montaner y el coronel Moreno
Calderón. En el Decreto nº 1 que publicó la Junta se establecía que
ésta asumía "todos los poderes del Estado" y que representaría al país
ante los poderes extranjeros, aunque en las semanas siguientes ningún
país la reconoció y siguió considerando como gobierno legítimo de
España al de Madrid presidido por el republicano de izquierda José
Giral. El 27 de julio de 1936 llegó a España el primer escuadrón de
aviones italianos enviado por Benito Mussolini.
Las fuerzas republicanas, por su parte, consiguen sofocar el
alzamiento en más de la mitad de España, incluyendo todas las zonas
industrializadas, gracias en parte a la participación de las milicias
recién armadas de socialistas, comunistas y anarquistas, así como a la
lealtad de la mayor parte de la Guardia de Asalto y, en el caso de
Barcelona, de la Guardia Civil. El gobernador militar de Cartagena,
Toribio Martínez Cabrera, era simpatizante del Frente Popular y la
marinería también era contraria al golpe militar, lo que unido a los
tumultos populares de los días 19 y 20 hicieron fracasar el movimiento
golpista en la base naval de Cartagena y el resto de la provincia de
Murcia.
La zona fiel a la República ocupa grosso modo la mitad este de la
Península: la parte oriental oriental de Aragón (menos las tres
capitales), Cataluña, Valencia, Murcia, Andalucía oriental (menos la
ciudad de Granada), Madrid, Castilla la Nueva y La Mancha. En el oeste
controlaba las provincias de Badajoz y de Huelva. Aislada de esta zona
quedaba la franja cantábrica formada por Asturias (menos Oviedo y
Gijón), Santander, Vizcaya y Guipúzcoa. El territorio leal era
superior en extensión al rebelde y se trataba, por lo general, de las
zonas de España "socialmente más evolucionadas, con importante
población urbana, más industrializadas y con núcleos de obrerismo
modernos organizados".
Así pues, el resultado del levantamiento era incierto pues tuvo éxito
en unos sitios y fracasó en otros, por lo que España quedó dividida en
dos zonas: una controlada por los militares que se habían alzado
contra la República (la zona sublevada) y otra que permaneció fiel al
gobierno (la zona republicana). Aproximadamente un tercio del
territorio español había pasado a manos rebeldes, con lo que ninguno
de los dos bandos tenía absoluta supremacía sobre el otro. La
intentona de derrocar de un golpe a la República había fracasado
estrepitosamente. Ambos bandos se prepararon para lo inevitable: un
enfrentamiento que iba a desangrar España durante tres largos años. La
Guerra Civil Española acababa de empezar.
Las operaciones militares
Los dos ejércitos
Aunque se trata de un tema muy controvertido, la mayoría de los
historiadores calculan que un 70% de los 15.000 jefes y oficiales en
activo en 1936 combatieron en el bando sublevado (unos 1.500 fueron
fusilados o encarcelados por ser desafectos al bando vencedor en cada
lugar), mientras que, por el contrario, la mayor parte de los 100
generales no se sublevaron. De los 210.000 soldados de tropa y
suboficiales que teóricamente formaban el ejército regular en 1936,
unos 120.000 quedaron en la zona sublevada, pero lo más decisivo fue
que entre ellos se encontraban los 47.000 que formaban el Ejército de
África que constituían las mejores tropas del ejército español. La
Guardia Civil, por su parte, quedó muy dividida entre los leales y los
rebeldes a la República.
Así pues, el bando sublevado no tuvo que construir su ejército sino
que contó desde el primer momento con las unidades militares (y las
fuerzas de orden público) sublevadas durante el golpe ya organizadas y
dirigidas por sus mandos, entre las que destacaba el ejército del
Protectorado de Marruecos, el llamado Ejército de África, compuesto
por la Legión Extranjera y los Regulares (tropas indígenas moras
mandadas por oficiales españoles) que constituía la fuerza militar más
experimentada de todo el ejército español. Por otro lado las milicias
carlistas (requetés) y las milicias falangistas que apoyaron a los
sublevados fueron integradas en el ejército del que se consideraban
aliadas y no enemigas (al contrario de lo que sucedió en el bando
republicano donde las milicias obreras, especialmente las milicias
confederales anarquistas, siempre desconfiaron de la institución
militar, con la excepción de las milicias comunistas).
En el bando sublevado el ejército alcanzó rápidamente la unidad de
mando y dominó completamente la vida civil de la zona sublevada, que
ellos llamaban zona nacional. La muerte en un accidente de aviación en
los primeros días del golpe del general Sanjurjo, que era el militar
elegido por sus compañeros para encabezar la sublevación, hizo que el
mando en la zona sublevada quedara entonces repartido entre los
generales Emilio Mola y Francisco Franco, pero sólo dos meses después,
el 1 de octubre, el general Franco asumió el mando único militar y
político (el general Mola murió en otro accidente de avión al año
siguiente, el 3 de junio de 1937).
"El fenómeno de la centralización militar del esfuerzo de guerra en la
zona sublevada hizo que no se permitiese nada que se asemejase a la
desunión política, al rencor entre grupos políticos y a la falta de
confianza en los mandos y jefes de la campaña, todo lo cual se
manifestó especialmente en la retaguardia republicana del norte, en
Aragón y en Cataluña, que es donde se perdió realmente la guerra.
(...) A medida que la República iba perdiendo la guerra, aumentaban el
hambre y las privaciones en la retaguardia, creándose una situación
infernal, con refugiados, bombardeos, escasez y frío".
En cuanto a la ayuda extranjera, el bando sublevado recibió armas de
todo tipo y aviones prácticamente desde el primer día por parte de la
Alemania nazi y la Italia Fascista a la que pronto se añadieron
unidades militares completas (la Legión Cóndor alemana y el CTV
italiano) en un flujo continuo que nunca se detuvo a largo de la
guerra.
Por su parte el bando republicano no pudo contar con prácticamente
ninguna unidad militar completa organizada y disciplinada con todos
sus mandos y suboficiales y durante los primeros meses la fuerza
militar que se opuso al ejército sublevado, tras la decisión del
gobierno de José Giral de licenciar a las tropas para evitar que la
sublevación se extendiera, estuvo constituida por columnas
improvisadas integradas por unidades sueltas y por las milicias de las
organizaciones obreras, que cuando estaban mandadas por oficiales de
carrera éstos a menudo suscitaban sospechas de traición entre los
combatientes. Fue a partir de la formación del gobierno de Largo
Caballero el 5 de septiembre de 1936 cuando se inició el proceso de
construcción de un verdadero ejército, con la militarización de las
milicias y su integración en las brigadas mixtas, primer paso para la
creación del Ejército Popular que sólo se logró tras la superación de
la crisis de los "sucesos de mayo de 1937" y la formación a
continuación del gobierno de Juan Negrín. Pero el ejército republicano
siempre tuvo un problema estructural de difícil solución: la falta de
mandos profesionales (según los cálculos de Michael Alpert, sólo un
14% de los militares que figuraban en el Anuario Militar de 1936
servían todavía en 1938 en el ejército de la República). Un problema
que fue especialmente acuciante en el caso de la Armada. Algo que
reconoció el general republicano Vicente Rojo que escribió:
Hemos creado un ejército con el nombre de tal, con toda la
nomenclatura y sistema de mandos de un ejército regular... pero sólo
hemos subido los primeros peldaños para alcanzar la cumbre
Además en el bando republicano la unidad de mando sólo se logró (y
nunca fue completa) a mediados de 1937 cuando el Ejército Popular
estuvo completamente estructurado y, por otro lado, sólo a partir de
ese momento las necesidades militares se impusieron sobre las de la
vida civil (marcada por la Revolución Social de 1936). Y también, a
diferencia del bando sublevado, era el gobierno quien tomaba las
decisiones pero siguiendo casi siempre las recomendaciones del Jefe
del Estado Mayor, el coronel y luego general Vicente Rojo, y de otros
militares leales.
En cuanto a la ayuda extranjera la República, a causa de que Francia y
Gran Bretaña no acudieron en su ayuda y además impulsaron el pacto que
dio nacimiento al Comité de No Intervención (cuya prohibición de
suministrar armas a alguno de los bandos contendientes no fue cumplida
ni por Alemania ni por Italia, a pesar de haber firmado el acuerdo) la
República tuvo que adquirir el material bélico donde pudo, a menudo
recurriendo a los traficantes de armas que en ocasiones les vendieron
material anticuado o en muy mal estado a precios astronómicos. Esto le
hizo depender de los suministros que le proporcionó la Unión
Soviética, después de que Stalin superara sus dudas sobre la ayuda a
los republicanos españoles, cuyo material bélico (armas automáticas,
tanques y aviones) acompañado de instructores y consejeros militares
soviéticos, junto con las Brigadas Internacionales reclutadas por la
Internacional Comunista o Komintern, no comenzó a llegar hasta octubre
de 1936 y luego las sucesivas entregas se interrumpieron en varias
ocasiones en función de la coyuntura internacional europea (que
determinaron, por ejemplo, que el gobierno francés abriera o cerrara
la frontera) y del creciente bloqueo impuesto por la Armada sublevada
en los puertos republicanos.
Julio-octubre de 1936: avance sobre Madrid y campaña de Guipúzcoa
Nada más conocerse el 17 de julio por la tarde que la sublevación
militar había triunfado en el Protectorado de Marruecos el ministro de
Marina José Giral (que dos días después acabaría presidiendo el
gobierno de la República tras la dimisión de Santiago Casares Quiroga
y del gobierno "relámpago" de Diego Martínez Barrio) ordenó que varios
barcos de guerra se dirigieran al estrecho de Gibraltar para que
bloquearan el paso a la península de las tropas coloniales. Gracias a
que las dotaciones de esos barcos se rebelaron contra sus oficiales,
que estaban comprometidos en el golpe, los sublevados no pudieron
disponer inicialmente del Ejército de África, compuesto por la Legión
Extranjera y los regulares (tropas formadas por marroquíes mandados
por oficiales españoles).68
El mismo día 19 de julio en que fue sofocada la rebelión en Madrid
salieron de la capital hacia la sierra de Guadarrama varias columnas
compuestas por milicianos y por tropas de las unidades militares que
habían sido disueltas por orden del gobierno para evitar que se
pudieran sumar a la sublevación. Allí consiguieron impedir que las
columnas de los sublevados enviadas por el general Mola desde Castilla
y León y desde Navarra consiguieran atravesar los puertos de montaña
de la sierra madrileña y llegar a la capital. El frente norte de
Madrid quedó así estabilizado hasta el final de la guerra. Esta
primera campaña de la guerra civil fue conocida con el nombre de
batalla de Guadarrama.
Desde Barcelona, también una vez sofocada la rebelión, salieron varias
columnas formadas rápidamente por las organizaciones obreras y los
partidos de izquierda para dirigirse a Aragón. Junto con las columnas
del POUM y del PSUC (y una de Esquerra Republicana de Catalunya que
salió desde Tarragona), el contingente más importante lo aportaron las
milicias confederales de las organizaciones anarquistas (CNT, FAI,
Juventudes Libertarias). La primera y más numerosa fue la columna
Durruti, así llamada porque estaba encabezada por el líder de la FAI
Buenaventura Durruti, que salió de Barcelona el día 24 en dirección a
Zaragoza. Las también anarquistas columna Ascaso y columna Los
Aguiluchos de la FAI salieron en dirección a Huesca. Pero ninguna de
ellas consiguió alcanzar sus objetivos de liberar las tres capitales
aragonesas (desde Valencia había salido hacia Teruel la columna de
Hierro), y el frente de Aragón quedó estabilizado, aunque los
anarquistas llevaron la revolución a la mitad oriental de Aragón donde
crearon el Consejo Regional de Defensa de Aragón.
Desde Barcelona también se organizó una expedición a las islas
Baleares, de las que sólo Menorca continuaba republicana. La operación
iniciada el 8 de agosto al mando del capitán Bayo tuvo un éxito
inicial al conseguir ocupar una franja de la costa de Mallorca, pero
el desembarco de Mallorca acabó en un completo fracaso. Otro fracaso
fue la ofensiva de Córdoba "donde la situación estaba indecisa, lo que
constituyó una de las pocas iniciativas estratégicas republicanas".
Fue organizada desde Albacete por el general Miaja, cuyo jefe de
Estado Mayor era el teniente coronel José Asensio Torrado, pero el
avance se detuvo pronto (el general Miaja situó su cuartel general en
Montoro) y los republicanos no pudieron reconquistar la Andalucía
occidental, en manos de los sublevados especialmente después de la
llegada de los primeras unidades procedentes del Protectorado de
Marruecos.
La situación de bloqueo en que se encontraba el Ejército de África (la
principal fuerza de combate con que contaban los sublevados para tomar
Madrid, una vez detenidas las columnas del general Mola en la sierra
de Guadarrama) se pudo superar gracias a la rápida ayuda que
recibieron los sublevados de la Alemania nazi y de la Italia fascista.
El 26 de julio llegaron a Marruecos los primeros veinte aviones de
transporte alemanes Junker, que se podían convertir fácilmente en
bombarderos, acompañados por cazas, y cuatro días después, el 30 de
julio, los primeros nueve cazabombarderos italianos. Con estos medios
aéreos el general Franco, jefe de las fuerzas sublevadas de Marruecos,
pudo organizar un puente aéreo con la península para transportar a los
legionarios y a los regulares, y además conseguir la superioridad
aérea en el estrecho y así el 5 de agosto pudo cruzarlo una pequeña
flota llamada por la propaganda de los sublevados "Convoy de la
Victoria".3 Sin embargo el desbloqueo completo del paso del estrecho
no se produciría hasta más tarde cuando el gobierno republicano
decidió transferir la mayoría de sus barcos de guerra al Cantábrico,
lo que según el historiador Michael Alpert constituyó "quizá el mayor
error de la Guerra Civil". Esta decisión estuvo motivada, entre otras
razones, por la negativa de Gran Bretaña, que contaba con la flota
naval de guerra más importante del Mediterráneo, a que el gobierno
republicano detuviera el tráfico neutral dirigido al territorio
enemigo, por lo que los buques de guerra republicanos no podrían
impedir que los barcos mercantes alemanes e italianos desembarcaran
material de guerra en los puertos de Ceuta, Melilla, Cádiz, Algeciras
o Sevilla, controlados por los sublevados.3.
El 1 de agosto el general Franco da la orden de que las columnas de
legionarios, moros regulares y voluntarios avancen en dirección norte
desde Sevilla para dirigirse a Madrid a través de Extremadura,
teniendo el flanco izquierdo protegido por la frontera de Portugal,
cuyo régimen salazarista apoyaba a los sublevados. Además siguiendo
esta ruta para llegar a la capital se unirían las dos zonas
controladas por los sublevados. Se inicia así la Campaña de
Extremadura.3 La llamada "columna de la muerte" a causa de la brutal
represión que aplicó en las localidades extremeñas que fue ocupando, y
cuyo hecho más destacado fue la matanza de Badajoz, avanzó rápidamente
a un promedio de 24 kilómetros por día. El 10 de agosto tomó Mérida y
el 15 Badajoz, estableciendo a continuación contacto con las fuerzas
sublevadas del norte. El avance se volvió entonces en dirección
noreste para alcanzar el valle del Tajo y el 2 de septiembre caía
Talavera de la Reina ya en la provincia de Toledo. El rápido avance de
los sublevados hacia Madrid, unido a la noticia de la inminente caída
de Irún (con lo que el norte quedaría completamente aislado del resto
de la zona republicana), provocaron que el presidente José Giral,
sintiéndose falto de apoyos y de autoridad, presentara la dimisión al
presidente de la República Manuel Azaña. El 5 de septiembre se formaba
un nuevo gobierno de "unidad antifascista" presidido por el socialista
Francisco Largo Caballero, que asumió personalmente la cartera de
Guerra, con el objetivo prioritario de organizar un ejército que
pudiera detener el avance de los sublevados y ganar la guerra.
La rapidez con que cayeron una tras otra las poblaciones en el avance
por Extremadura y el Tajo se debió fundamentalmente a que el Ejército
de África estaba integrado por las tropas mejor entrenadas y curtidas
en combate (legionarios y regulares), quizá las únicas verdaderamente
profesionales en los primeros caóticos meses de guerra. En cambio las
fuerzas republicanas estaban integradas en su mayoría por milicianos a
los que les faltaba adiestramiento militar. "Eran indisciplinadas y
tendían a huir, presas del pánico, abandonando las armas, las cuales
constituían fusiles y piezas sueltas de artillería, dado que el
desbarajuste originado en la capital por la sublevación no permitía
una adecuada planificación militar. En julio y agosto se perdió mucho
material militar. En contraste, los sublevados se armaban cada vez más
con material extranjero, aparte del que tomaban al enemigo". Además
los milicianos, cuya inmensa mayoría procedía de las organizaciones
obreras y los partidos de izquierda, desconfiaban de los militares
profesionales que pretendían mandarlos y por motivos ideológicos
rechazaban la disciplina y la organización militares, a excepción de
los comunistas que propugnaban la completa militarización de las
milicias y la creación de un Ejército Popular siguiendo el modelo del
Quinto Regimiento organizado por ellos.
El 21 de septiembre el Ejército de África tomaba Maqueda a sólo 100
kilómetros de Madrid. Ese mismo día se reunían los generales
sublevados en una finca de los alrededores de Salamanca para nombrar
al general Franco como mando único y supremo de las fuerzas
sublevadas. Una semana después volverían a reunirse para dilucidar el
mando político. En el intervalo el general Franco decidió desviar
hacia Toledo las columnas que avanzaban hacia Madrid para levantar el
asedio del Alcázar de Toledo, donde guardias civiles y algunos pocos
cadetes de la Academia de Infantería al mando de su director, el
coronel José Moscardó, llevaban dos meses resistiendo los ataques
republicanos. Esta decisión, que según algunos historiadores hizo
perder a los sublevados la posibilidad de tomar Madrid antes de que se
organizase su defensa, ha suscitado un debate entre los historiadores.
Para una buena parte de ellos fue una decisión más política que
militar pues afianzó el prestigio del general Franco ante sus
compañeros cuando se estaba discutiendo ya el mando único político.
"El Alcázar encerraba un tesoro de legitimidad simbólica: academia
militar, los sitiados resistían en medio de las ruinas, con los muros
de la poderosa fábrica medio destruidos, refugiados en los sótanos.
Con su liberación, Franco recibió un enorme capital político: el
Alcázar era el símbolo de la salvación de España que, como una mártir,
resucitaba del sepulcro al que la habían conducido sus enemigos".
Además tuvo un enorme valor propagandístico para la causa de los
sublevados. "Del Alcázar se hizo posteriormente un mito por los
franquistas, cuyos principales extremos -el episodio de los diálogos
de Moscardó y su hijo en manos de los asediadores, por ejemplo- están
hoy absolutamente desacreditados". Sin embargo algunos historiadores
afirman que también tuvo una motivación militar. "Parece convincente
la explicación usual: el compañerismo militar y el valor
propagandístico de rescatar a los asediados en el Alcázar imponían
levantar el asedio cuanto antes. Es posible que hubiera motivos
políticos, no separados de la ambición de Franco de ser generalísimo y
jefe civil, que impusieran ese gesto heroico. Ahora bien, el hecho de
tomar primero Toledo podía justificarse militarmente: asegurar esta
ciudad permitiría atacar Madrid desde el sur y el este, protegiendo
los flancos por el Tajo y contando con dos carreteras de primera
categoría en lugar de una". El mismo día que era levantado el asedio,
el 28 de septiembre, el general Franco era nombrado por sus compañeros
de sublevación no sólo “Generalísimo de las fuerzas nacionales de
tierra, mar y aire", sino también "Jefe del Gobierno del Estado
Español, mientras dure la guerra".
El día 8 de octubre el Ejército de África alcanzó San Martín de
Valdeiglesias, a unos cuarenta kilómetros de Madrid, donde tomó
contacto con las fuerzas sublevadas del norte al mando del general
Emilio Mola, que acababa de finalizar la campaña de Guipúzcoa tras
tomar Irún, el 5 de septiembre y San Sebastián el 13 de septiembre,
quedando el norte republicano rodeado por tierra por los
"nacionalistas". Así pues a principios de octubre las fuerzas
sublevadas se habían desplegado en un semicírculo alrededor de Madrid
que partía de Toledo al sur y alcanzaba el noroeste a unos diez
kilómetros al norte de El Escorial, y que se encontraba entre 40 y 55
kilómetros de la capital. Aunque las fuerzas republicanas opusieron
mayor resistencia gracias a la reorganización militar emprendida por
el gobierno Largo Caballero (con la formación de las brigadas mixtas
al mando en su mayoría de militares de carrera y en las que fueron
encuadradas las milicias, una militarización acompañada de la creación
de la figura de los comisarios políticos), las fuerzas "nacionales"
fueron estrechando el semicírculo que atenazaba la capital (mientras
que en el norte el 17 de octubre rompían el cerco de Oviedo) y a
principios de noviembre llegaron a los barrios del sur de Madrid. "El
ataque a Madrid marcó el final del primer periodo de la guerra".
Noviembre 1936-marzo 1937: la batalla de Madrid y la toma de Málaga
El 6 de noviembre cuando parecía que el ejército sublevado estaba a
punto de entrar en Madrid, el gobierno de Largo Caballero decidió
trasladarse a Valencia, encomendando la defensa de la ciudad al
general Miaja que debería formar una Junta de Defensa de Madrid. "Una
salida precipitada, mantenida en sigilo, sobre la que no se dio
explicación pública alguna". "Quienes se quedaron en Madrid no
pudieron interpretar estos hechos sino como una vergonzosa huida...
sobre todo porque los madrileños fueron capaces de organizar su
defensa". Dos días después comenzó la batalla de Madrid.
Dado que las fuerzas de los "nacionales" no eran superiores a las
fuerzas republicanas que defendían Madrid (unos 23.000 efectivos), la
penetración en la capital tendría que ser rápida y en un frente muy
estrecho. Una columna atravesaría el río Manzanares al norte del
Puente de los Franceses y avanzaría por la Ciudad Universitaria de
Madrid para luego bajar por el Paseo de la Castellana. Otra columna
cruzaría el Parque del Oeste para seguir por los bulevares y llegar a
la plaza de Colón. Y una tercera cruzaría el barrio de Rosales para
alcanzar la Plaza de España y la calle Princesa. Para apoyar este
avance se consideraba fundamental tomar el cerro de Garabitas en la
Casa de Campo donde se podía situar la artillería y desde allí
bombardear la ciudad. El éxito de la operación dependía de que los
republicanos creyeran que el ataque se produciría por el sur y
concentraran allí sus fuerzas, pero en la noche de 7 al 8 de
noviembre, precisamente en el momento que iba comenzar la batalla de
Madrid, el teniente coronel Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor de la
defensa de Madrid, conoció los planes de los atacantes gracias a los
papeles encontrados en el cadáver de un oficial muerto del ejército
sublevado.
Entre los días 8 y 11 de noviembre se produjeron violentos combates en
la Casa de Campo. El día 13 los "nacionales" ocupaban el cerro de
Garabitas y dos días después lograban cruzar el río Manzanares
adentrándose en la Ciudad Universitaria. Pero de allí no pudieron
pasar gracias a la resistencia que presentaron las fuerzas
republicanas, reforzadas por la llegada de las primeras Brigadas
Internacionales, de unidades de tanques soviéticos T-26 (cuya primera
intervención se había producido en la batalla de Seseña) y de 132
aviones rusos "Moscas" y "Chatos" que disputaron la superioridad aérea
a los 117 aviones de la Legión Cóndor alemana. El 23 de noviembre el
"Generalísimo" Franco desistió de continuar el infructuoso ataque
frontal a la capital y el frente quedó ese día estabilizado.
"La resistencia de Madrid cambió el signo de la guerra. Ya no sería un
conflicto de rápidos movimientos envolventes, sino de batallas a gran
escala, de maniobras tácticas para alcanzar objetivos estratégicos, en
las que unos cuantos centenares de metros de terreno tendrían
significado y cuyo modelo sería la la guerra de 1914-1918, más que las
campañas coloniales, única forma de guerra que los españoles conocían
de modo directo".
Al fracasar el ataque frontal los "nacionales" decidieron envolver
Madrid por el noroeste concentrando sus fuerzas para cortar la
carretera de La Coruña e intentar penetrar por allí en Madrid. En el
primer intento que tuvo lugar a finales de noviembre (primera batalla
de la carretera de La Coruña) sólo consiguieron avanzar tres de los
siete kilómetros previstos, quedando detenido el ataque. El segundo
intento tuvo lugar en diciembre (segunda batalla de la carretera de La
Coruña) y también resultó un fracaso. El tercer y último intento (la
conocida como tercera batalla de la carretera de La Coruña) tuvo lugar
a principios de enero de 1937 y constituyó la "primera batalla
importante de la Guerra Civil en campo abierto". Los nacionales
organizaron un importante ejército, llamado División Reforzada de
Madrid, que contaba con tanques italianos, baterías antitanque para
contrarrestar los T-26 soviéticos y artillería pesada. Frente a ella
los republicanos desplegaron un ejército compuesto de cinco
divisiones, cada una con tres brigadas, aunque algunas no estaban
completas y muy pocas estaban mandadas por oficiales de infantería de
carrera (para mandar las cinco divisiones se tuvo que recurrir a dos
oficiales retirados por la ley Azaña de 1931, a dos oficiales
provenientes de las fuerzas de seguridad, y a un miliciano, el
comunista Juan Modesto). Entre los días 6 y 9 de enero la División
Reforzada atacó hacia el norte y luego giró al este al llegar a la
carretera de La Coruña, pero las fuerzas republicanas resistieron y
los "nacionales" tuvieron que desistir en su avance.
Fracasado el intento de envolver Madrid por el noroeste, los
"nacionales" lo intentan por el sureste avanzando hacia el río Jarama
para cortar la vital carretera de Valencia, por donde llegaban a
Madrid la mayoría de sus suministros. La batalla del Jarama se inició
el 4 de febrero con el ataque por unidades de la Legión Española y
fuerzas regulares marroquíes, apoyadas por carros de combate, a las
posiciones republicanas. El 11 de febrero tomaban el puente de
Pindoque defendido por la compañía "André Marty" de la XII Brigada
Internacional que tuvo 86 muertos. Los "nacionales" prosiguieron su
avance pero las fuerzas republicanas apoyadas por unidades de tanques
soviéticos dirigidos por el general "Pablo" (el general Rodímtsev) y
el dominio del aire de la aviación republicana gracias a los "Chatos"
les obligó a detenerse y renunciar a alcanzar la línea Arganda-Morata
de Tajuña. Sin embargo los republicanos no pudieron recuperar el
terreno perdido y el frente quedó estabilizado el 23 de febrero de
1937. Fue el final de la batalla del Jarama.
Mientras se iniciaba la batalla del Jarama, se producía la toma de
Málaga por los "nacionales" el 8 de febrero de 1937, gracias
especialmente a la intervención de las unidades motorizadas de la
división de milicias fascistas italianas ("legionari" del CTV, Corpo
di Truppe Volontarie) que había comenzado a llegar a España dos meses
antes enviada por Mussolini, imbuido de la idea de que el soldado
fascista era muy superior al combatiente "rojo". El ataque había
comenzado el 14 de enero de 1937 avanzando desde Ronda por el norte,
siguiendo la carretera costera avanzando hacia Marbella por el oeste
(con el apoyo de los dos modernos cruceros Baleares y Canarias que
bombardeaban desde el mar y contra los que poco podían hacer los
destructores y los más viejos y peor armados cruceros republicanos) y
desde Granada hasta Alhama por el noreste. Aunque las milicias
republicanas consiguieron contener el ataque tierra adentro, el día 5
de febrero convergieron varias columnas sobre Málaga encabezadas por
las fuerzas italianas. Esto obligó a retirarse a las milicias a la
capital pero allí faltas de mandos, de fortificaciones para la defensa
y del apoyo de la flota republicana no tuvieron más remedio que
emprender la huida hacia el este por la carretera costera de Málaga y
Almería acompañadas de miles de civiles mientras eran ametrallados y
bombardeados por la aviación italiana y los barcos de guerra de los
sublevados. A los pocos días los "nacionales" llegaban a Motril
haciendo numerosos prisioneros y obteniendo grandes cantidades de
material. "Para el Gobierno republicano, la derrota demostró una
profunda ineficacia y una falta de energía moral y señaló el comienzo
de la decepción de los comunistas con respecto a la actuación de Largo
Caballero como Jefe de Gobierno y ministro de la Guerra. Las
salpicaduras llegaron a los mandos que Largo había nombrado, los
cuales fueron procesados como resultado de las investigaciones
llevadas a cabo después del desastre".
El tercer y último intento de envolver Madrid fue una iniciativa del
"Corpo di Truppe Volontarie" (CTV) fascista italiano, a la que accedió
el "Generalísimo" Franco, y que dio lugar a la batalla de Guadalajara.
La idea italiana de la ofensiva era atacar Madrid desde el noreste
dirigiéndose a Guadalajara y una vez tomada esta ciudad cortar la
carretera de Valencia y entrar en la capital. Para esta operación, en
la se seguiría la táctica de lo que los generales italianos llamaban
"guerra relámpago" (las previsiones eran que en una semana, entre el 8
y el 15 de marzo de 1937, Madrid sería conquistada), se desplegaron
buena parte de los de los 48.000 efectivos con que contaba entonces el
CTV (integrados en cuatro divisiones con 4.000 vehículos, 542 cañones
y 248 aviones).
El día 8 de marzo comenzó el ataque y en la noche del 9 al 10 de marzo
la 3.ª División italiana tomaba Brihuega y el día 11 Trijueque
encontrando una fuerte resistencia de las fuerzas republicanas, entre
las que se encontraban la XI y la XII Brigadas Internacionales (de las
que formaba parte el batallón Garibaldi integrado por italianos
antifascistas), apoyadas por las unidades de tanques soviéticos y por
la aviación, y ayudadas por el mal tiempo (los suelos embarrados por
la lluvia dificultaba el avance de los vehículos e impedía el despegue
de los aviones de los campos encharcados, mientras que los aviones
republicanos sí disponían de campos de aviación utilizables). El 12 de
marzo las tropas republicanos lanzaron una contraofensiva que hizo
huir desmoralizada a la 3.ª División italiana y permitió recuperar en
los días siguientes Trijueque y Brihuega, apoderándose de material
abandonado por los italianos. El día 19 de marzo las fuerzas
republicanas detuvieron su avance y organizaron líneas de defensa. El
23 de marzo terminó la batalla de Guadalajara que la prensa
internacional liberal y de izquierdas llamó la "primera victoria
contra el fascismo", destacando el hecho de que muchos "legionari" del
CTV habían sido capturados por los "garibaldini" de las Brigadas
Internacionales.
"Con la ayuda rusa la República había podido responder a la amenaza
que suponía la llegada de armamento desde Italia y Alemania para el
bando nacional. El Ejército Popular ya no consistía en bandas sueltas
de milicianos con improvisados mandos. Había demostrado saber
retirarse a fortificaciones preparadas, resistiendo con pequeñas
retaguardias a la espera de refuerzos. Responder a esta técnica iba a
exigir otras capacidades de las que poseía el CTV".
Marzo-noviembre de 1937: la campaña del Norte y las batallas de Brunete.
La batalla de Guadalajara fue el último intento del bando sublevado de
tomar Madrid y sólo una semana después de su final se inició la
Campaña del Norte, el ataque de las fuerzas sublevadas contra la
franja cantábrica que permanecía fiel a la República pero que estaba
aislada por tierra del resto de la zona republicana. El objetivo de
los "nacionales" era controlar sus importantes recursos mineros e
industriales (especialmente las siderurgias y las fábricas de armas),
además de que su conquista permitiría trasladar la flota sublevada al
Mediterráneo para intentar detener el tráfico marítimo que se dirigía
a los puertos republicanos. La ofensiva de las fuerzas sublevadas al
mando del general Mola (unos 28 000 efectivos, incluidos los de las
unidades del CTV italiano, apoyados por 140 aviones italianos y
alemanes de la Legión Cóndor) se inició el 31 de marzo de 1937 desde
las posiciones alcanzadas en octubre de 1936 en la campaña de
Guipúzcoa, que se situaban a unos 35 kilómetros al oeste de San
Sebastián, sobre las defensas de Vizcaya que había organizado el
gobierno vasco presidido por José Antonio Aguirre desde octubre de
1936 tras haber aprobado las Cortes republicanas el Estatuto de
Autonomía del País Vasco. El Ejército Vasco reclutado por Aguirre
rechazaba la autoridad del general Francisco Llano de la Encomienda
que era el jefe del Ejército del Norte, que teóricamente agrupaba a
todas las fuerzas de Vizcaya, Santander y Asturias, y actuaba de forma
independiente (en él no existía la figura del comisario político y
tenía pocos mandos profesionales).
En la primera ofensiva de la campaña de Vizcaya las fuerzas
"nacionales", aunque contaban con la superioridad naval y aérea (el
grueso de la flota republicana se encontraba en el Mediterráneo y sólo
había un pequeño número de cazas soviéticos), avanzaron relativamente
poco debido a la fuerte resistencia que encontraron y a las malas
condiciones meteorológicas. La segunda ofensiva iniciada el 20 de
abril tuvo más éxito alcanzando cinco días después la línea
Guernica-Durango. El día 26 de abril, tras haber bombardeado Jaén y
Durango los días anteriores, se produjo el bombardeo de Guernica por
aviones alemanes de la Legión Cóndor y aviones italianos del CTV
causando muchas víctimas civiles y una enorme destrucción porque
además de las bombas convencionales utilizaron bombas incendiarias.
Tres días después las fuerzas "nacionales" ocupaban la ciudad y el día
30 de abril llegaban a Bermeo.
Entonces ambos ejércitos se reorganizaron (el "lehendakari" Aguirre en
persona asumió el mando supremo del ejército vasco) para atacar y
defender respectivamente el conjunto de las fortificaciones alrededor
de Bilbao, el llamado "Cinturón de Hierro", que sin embargo había
perdido gran parte de su utilidad porque el ingeniero que las había
diseñado se había pasado al bando sublevado con los planos de las
mismas. Gracias a ellos los "nacionales" pudieron penetrar por sus
puntos débiles mientras la ciudad de Bilbao era bombardeada por la
artillería pesada y por la aviación. Finalmente Bilbao cayó el 16 de
junio, sin que el gobierno de Valencia, presidido desde el 17 de mayo
por el socialista Juan Negrín tras superar la crisis republicana de
los "sucesos de mayo de 1937" hubiera podido organizar algún ataque en
otros frentes que hubiera dificultado la gran concentración de medios
terrestres y aéreos desplegada por los "nacionales" en la Campaña de
Vizcaya.
Por fin a principios de julio las fuerzas republicanas lanzaron una
ofensiva en el frente de Madrid para aliviar la presión del ejército
"nacionalista" en el norte. Así el 6 de julio comienza la batalla de
Brunete llamada así porque la lucha por la conquista de ese pueblo
situado al oeste de Madrid por los republicanos (que pretendía seguir
después en dirección sureste para encontrarse con las otras fuerzas
gubernamentales que avanzarían desde el sur de la capital, lo que de
tener éxito obligaría a los "nacionales" a ordenar un repliegue
general de sus fuerzas si no querían verse cercados) se convirtió en
el elemento central de los combates. El ataque hacia Brunete fue
lanzado por el reorganizado V Cuerpo de Ejército republicano al mando
del comandante de milicias Juan Modesto apoyado por unidades de
tanques T-26 soviéticos que ocupó la localidad casi sin resistencia,
pero el general Franco reaccionó rápidamente y envió unidades de la
Legión y de Regulares más las brigadas de Navarra y unos 150 aviones
italianos y alemanes retirados del frente del norte, deteniéndose así
el ataque hacia Santander. Esto permitió a las fuerzas nacionales
realizar el contraataque. "Empezó así una batalla de desgaste bajo el
tremendo sol veraniego, sin sombra ni agua, que terminó arrojando un
saldo de 40.000 bajas. La dura batalla concluyó el 26 de julio, por
puro agotamiento. El Ejército Popular Republicano había retenido
importantes sectores del territorio que había conquistado... aunque
perdió Brunete. (...) [La batalla de] Brunete coincidía con el
aniversario del principio de la guerra. A partir de unas cuantas
columnas sublevadas que luchaban contra milicias improvisadas se
habían formado dos ejércitos con un considerable apoyo de artillería y
aviación".
Terminada la batalla de Brunete las fuerzas "nacionales" se
reorganizaron y reanudaron la Campaña del Norte atacando Santander
desde el sur por el puerto de montaña de Reinosa y desde el este
siguiendo la costa. La batalla de Santander comenzó el 14 de agosto
con el ataque a Reinosa que fue ocupada sólo dos días después y cuya
fábrica de armamento no fue destruida por los republicanos en su
retirada en desbandada. La resistencia republicana en la costa también
se desplomó rápidamente ante el avance de las unidades del CTV
italiano gracias especialmente a la superioridad aérea (los
republicanos no pudieron enviar aviación a aquella zona debido a la
lejanía de las bases) cuyos continuos bombardeos destrozaron y
desmoralizaron a las fuerzas republicanas mandadas por el general
Mariano Gamir Ulibarri nombrado el 6 de agosto. El 24 de agosto, sólo
diez días después de iniciada la ofensiva, la ciudad de Santander
(donde escaseaban los víveres y el combustible debido al bloqueo naval
de la armada sublevada) fue ocupada después de que las fuerzas de
orden público, una vez evacuados los mandos, izaron bandera blanca.
"La historia de la campaña de Santander es la de un continuo avance,
con ocasionales y breves resistencias. Fueron muchos los prisioneros y
los que se "pasaron", lo que daba fe del estado de desmoralización de
las filas republicanas".
La segunda ofensiva republicana para aliviar la presión de los
"nacionales" en el Norte lllegó tarde pues comenzó el mismo día de la
caída de Santander. Esta vez se desarrolló en el frente de Aragón, que
se mantenía prácticamente inalterado desde el inicio de la guerra
cuando las columnas de milicias confederales anarquistas y del POUM
salieron de Cataluña y ocuparon la mitad oriental de Aragón (donde
crearon un ente casi independiente llamado Consejo de Aragón) aunque
no consiguieron su objetivo de conquistar Zaragoza, y que tras los
"sucesos de mayo de 1937" habían sido incorporadas a las unidades
regulares del Ejército del Este. El 24 de agosto comenzó la ofensiva
de Zaragoza cuyo propósito era romper el frente y alcanzar la capital
aragonesa, lo que obligaría al general Franco a suspender su ofensiva
del Norte. Al norte del Ebro combatían las divisiones anarquistas y al
sur las comunistas dirigidas por Enrique Líster y los dos generales
internacionales "Walter" y "Kleber". Después de la toma de los pueblos
de Codo y Quinto cercaron Belchite el día 26, dando inicio a la
batalla de Belchite el hecho bélico más destacado de la campaña. Los
"nacionales" que defendían el pueblo resistieron encarnizadamente
hasta el 3 de septiembre. Cuatro días antes los "nacionales" habían
iniciado la contraofensiva que al norte del Ebro hizo retroceder a las
divisiones anarquistas y al sur en Fuentes de Ebro, un pueblo situado
a 26 kilómetros de Zaragoza, consiguió derrotar a las unidades de
tanques soviéticos BT5 y a la XV Brigada Internacional.
Aunque Belchite permaneció en manos de los republicanos los dos
objetivos de la ofensiva de Zaragoza no se consiguieron: ni se tomó la
capital aragonesa ni se detuvo el avance "nacionalista" en el frente
norte. Tras la ocupación de Santander se inició el 1 de septiembre la
ofensiva de Asturias por la costa y por el interior para poner fin al
último territorio de la franja norte republicana. Unos días antes se
había formado en Gijón (Oviedo continuaba ocupada por los
"nacionalistas" desde el inicio de la guerra) el Consejo Soberano de
Asturias y León bajo la presidencia del socialista Belarmino Tomás,
uno de los antiguos dirigentes de la Revolución de Asturias de octubre
de 1934, que intentó organizar la defensa, pero su situación eran tan
difícil como la de Santander. Los asturianos no tenían apoyo naval
(sólo disponían del destructor Císcar) ni apoyo aéreo (los pocos
aviones con que contaban eran muy inferiores a los de los atacantes) y
estaban sometidos al bloqueo naval de la armada sublevada lo que había
provocado problemas de abastecimientos civiles y militares agravados
por la presencia de unos 300.000 refugiados procedentes de otras zonas
ocupadas por las tropas "nacionales". Así pues la resistencia al
avance "nacionalista" fue muy difícil de mantener por la carencia de
material y alimentos y por el abandono de la zona desde aire y mar y
la desmoralización de las tropas dio lugar a retiradas desordenadas a
causa del pánico. Sin embargo hasta el 20 de octubre no fue tomado
Gijón, el último reducto de la Asturias republicana y de todo el
norte. La mayoría de los prisioneros del Frente Norte fueron recluidos
en el campo de Miranda de Ebro.
Las consecuencias de la victoria "nacionalista" en la Campaña del
Norte fueron muy importantes para el curso de la guerra. "Franco pudo
concentrar todas sus fuerzas en el centro de España y en el
Mediterráneo, y obtuvo el beneficio de una industria no destruida. La
victoria restableció el orgullo de Mussolini [perdido por la derrota
de la batalla de Guadalajara], que en adelante cooperaría de buena
gana con Franco. La opinión internacional juzgaba que, una vez perdido
el norte, la victoria era cuestión de tiempo".
En noviembre de 1937 el gobierno republicano de Juan Negrín decidió
trasladarse de Valencia a Barcelona (donde desde noviembre de 1936 ya
se encontraba el presidente de la República Manuel Azaña) para "poner
en pleno rendimiento la industria de guerra" catalana, que en los
meses siguientes quedó bajo la autoridad directa del gobierno de la
República, para que supliera la pérdida de las importantes fábricas de
armamento de Vizcaya, Cantabria y Asturias, y también para "asentar
definitivamente la autoridad del gobierno en Cataluña", lo que relegó
al gobierno de la Generalidad de Lluís Companys a un papel secundario.
Diciembre 1937-noviembre 1938: de la batalla de Teruel a la batalla del Ebro
El 12 de diciembre de 1937 la 11 División republicana al mando del
jefe miliciano comunista Enrique Líster corta las de vías de
comunicación de la ciudad de Teruel con la retaguardia "nacional". Así
da comienzo la batalla de Teruel, cuya estrategia ha sido diseñada por
el Jefe del Estado Mayor republicano, el coronel Vicente Rojo. El
objetivo es conquistar este saliente que en las líneas enemigas
representaba Teruel además de impedir el ataque de los "nacionales"
contra Madrid previsto para el día 18 de diciembre y alcanzar un éxito
militar como era tomar una capital de provincia en manos de los
sublevados desde el inicio de la guerra para fortalecer la confianza
interior y exterior en la causa republicana tras la derrota de la
Campaña del Norte en un momento en que la llegada de material bélico
de la Unión Soviética estaba reduciéndose a causa de las dificultades
que estaba encontrando para pasar la frontera francesa por la caída el
gobierno del socialista Leon Blum. El general Franco reaccionó
inmediatamente para romper el cerco de Teruel pero como no pudo
conseguirlo en el primer intento tuvo que enviar más fuerzas y
suspender el ataque previsto sobre Madrid (con lo que uno de los
objetivos estratégicos republicanos la ofensiva sobre Teruel se había
conseguido). Las bajas temperaturas y las nevadas dificultaron las
acciones de los dos ejércitos e impidieron que los "nacionales"
rompieran el cerco, a pesar de gozar de superioridad aérea y
artillera, por lo que el coronel Domingo Rey d'Harcourt decidió
rendirse el 8 de enero y las fuerzas republicanas (la 46 División al
mando del miliciano Valentín González "El Campesino") ocuparon la
ciudad.109 A partir de entonces las fuerzas "nacionales" redoblaron
sus ataques para reconquistar Teruel lanzando varias ofensivas que
fueron minando las defensas y la moral de las fuerzas republicanas. El
7 de febrero de 1938 alcanzaron la línea del río Alfambra y el 21 de
febrero la ciudad estaba cercada. La División 46 mandada por "El
Campesino" escapó o huyó, según las diferentes versiones, y la ciudad
fue reconquistada por los "nacionales".110 "El valor de unos soldados
bisoños mal conducidos, armados y vestidos y enfrentados por rencores
políticos [anarquistas frente a comunistas] poco podía hacer contra
tropas experimentadas y bien equipadas y, sobre todo, contra los
bombardeos".111 El coronel Vicente Rojo le escribió al ministro de
Defensa de la República Indalecio Prieto sobre la retirada de Teruel
de la División 46:111
Tardaremos aún mucho tiempo para que los jefes de nuestro ejército se
comporten como es debido
La batalla de Teruel mostró las debilidades del ejército republicano
lo que indujo al "Generalísimo" Franco a posponer definitivamente el
ataque a Madrid para en su lugar lanzar la ofensiva de Aragón contra
Cataluña y Valencia. El ataque, que iba a extenderse por todo el
frente de Aragón, comenzó al sur del río Ebro el 9 de marzo donde el
frente se derrumbó ante la gran concentración de fuego artillero y de
aviación. El día 14 el CTV tomaba Alcañiz y el 17 los "nacionales"
tomaban Caspe, después de haber "reconquistado" Belchite. Lo mismo
sucedió al norte del Ebro donde tomaron Fraga el 27 de marzo y a
principios de abril llegaron a Lérida (donde la 101 Brigada mandada
por el jefe miliciano Pedro Mateo Merino impidió que cruzaran el río
Segre por allí). Al norte de Lérida avanzaron hasta el Noguera
Pallaresa y establecieron cabezas de puente en Balaguer y Tremp. Una
vez alcanzadas esas posiciones el "Generalísmo" Franco descartó
dirigirse hacia Barcelona y optó por avanzar hacia el Mediterráneo al
sur de la desembocadura del Ebro, objetivo que alcanzaron el 15 de
abril al llegar a Vinaroz, con lo que la zona republicana quedó
dividida en dos.112
El fracaso de la batalla de Teruel y el derrumbe del frente de Aragón
provocaron la crisis de marzo de 1938 en el bando republicano cuando
el presidente del gobierno Juan Negrín intentó que Indalecio Prieto
cambiara de ministerio y dejara el de Defensa ya que, como el
presidente de la República Manuel Azaña, Prieto consideraba que lo que
había sucedido mostraba que el ejército republicano nunca podría ganar
la guerra y que había que negociar una rendición con apoyo
franco-británico. Pero al no conseguirlo Negrín le pidió a Prieto que
abandonara al gobierno,113 recomponiendo a continuación su gabinete el
6 de abril y asumiendo Negrín personalmente el Ministerio de
Defensa,114 con el coronel comunista Antonio Cordón como subsecretario
de Guerra, que procedió a la reorganización de las fuerzas
republicanas agrupadas en dos grandes grupos de ejércitos, en
consonancia con la división de la zona republicana provocada por la
llegada de los "nacionales" al Mediterráneo: el GERC (Grupo de
Ejércitos de la Región Centro-Sur) y el GERO (Grupo de Ejércitos de la
Región Oreintal).115 Las posiciones del nuevo gobierno de Negrín con
vistas a unas posibles negociaciones de paz quedaron fijadas en su
"Declaración de los 13 puntos", hecha pública en la significativa
fecha del 1º de mayo de 1938.116

Reemplazo republicano destinado al frente de Teruel.
Una vez alcanzado el Mediterráneo el "Generalísimo" Franco decidió
dirigir sus tropas contra Valencia en lugar de contra Barcelona, sede
del gobierno republicano, no porque temiera, según el historiador
Michael Alpert, que "Cataluña fuera un bocado difícil" sino porque "la
presencia de fuerzas alemanas e italianas en España hacía que un
posible acercamiento de Franco a la frontera francesa pudiera suscitar
tensiones internacionales".117 Se inicia así la ofensiva del Levante
cuyo plan consistía en converger sobre Sagunto (a unos 20 kilómetros
al norte de Valencia) avanzado por la costa desde Vinaroz y por el
interior desde Teruel, para desde allí tomar Valencia. La resistencia
republicana fue dura especialmente cuando las fuerzas "nacionales"
tras conquistar Castellón de la Plana el 13 de junio alcanzaron la
línea de fortificaciones llamada línea XYZ que se extendía desde
Almenara, unos kilómetros al norte de Sagunto, en la costa hasta el
río Turia en el interior. Allí las tropas "nacionales" tuvieron que
detener su avance.118

Mapa de la zona donde se desarrolló la Batalla del Ebro.
El 25 de julio de 1938 el republicano Ejército del Ebro, uno de los
dos grandes cuerpos del ejército de que se componía el recién creado
GERO, cruza en barcazas por sorpresa el río Ebro entre Mequinenza y
Amposta con el objetivo de atacar desde el norte al ejército
"nacional" que se acercaba a Valencia. Fue el inicio de la batalla del
Ebro que se convirtió para ambos bandos en una dura lucha de
desgaste.119 Aunque el paso del Ebro por Amposta en la costa fue
pronto liquidado por las fuerzas "nacionales" el grueso del Ejército
republicano llegó a las puertas de Gandesa en el interior pero no
logró tomar esta localidad debido a la fuerte resistencia que
opusieron las unidades de regulares y de legionarios que la defendían
y sobre todo porque inexplicablemente la aviación republicana no
protegió el avance y la Legión Cóndor enviada rápidamente por el
general Franco dominó los aires y bombardeó y ametralló constantemente
las posiciones republicanas. Así que hacia el 2 o el 3 de agosto la
maniobra republicana había fracasado ya que no se iba a producir
ninguna irrupción de unidades republicanas en el territorio dominado
por los sublevados.120 A partir de ese momento las operaciones se
centraron en la bolsa de territorio ganado por los republicanos al sur
del Ebro, que estos defendieron a toda costa mientras que los
"nacionales" intentaban desalojarlos de allí (a pesar de que algunos
de los colaboradores del general Franco le aconsejaron que abandonara
el frente del Ebro una vez detenido el avance republicano y
reemprendiera la campaña contra Valencia, pero Franco pensó, sin
embargo, "que con la ayuda constante que recibía desde Alemania e
Italia en aviación y artillería pesada, con su mayor flexibilidad
logística (frente a un enemigo que no podía llevar refuerzos a sus
tropas por estar cerrada la frontera francesa) y con el virtual
bloqueo marítimo de las costas, podría destruir lentamente lo mejor de
las fuerzas de la República").121 Después de tres meses de duros
combates, que causaron más de 60 000 bajas por cada bando, los
republicanos tuvieron que retirarse y volver a cruzar el Ebro en
sentido contrario. El 16 de noviembre lo hacían las últimas unidades
poniendo fin así a la batalla del Ebro, la más larga de la guerra y
que supuso una nueva victoria para el bando sublevado.122
Mientras se desarrollaba la batalla del Ebro estalló la crisis de los
Sudetes de Checoslovaquia que podía conducir a la guerra en Europa.
Negrín decidió entonces retirar las Brigadas Internacionales para
conseguir una actitud favorable hacia la República de las potencias
democráticas Francia y Gran Bretaña y lo mismo hizo el general Franco
al reducir la presencia de tropas italianas (aunque conservando lo que
realmente le interesaba de la ayuda fascista italiana: la artillería,
la aviación y los carros de combate) y garantizar a Gran Bretaña y
Francia que se mantendría neutral si estallara la guerra en Europa.
Sin embargo el cierre de la crisis con los acuerdos de Múnich del 29
de septiembre de 1938, según los cuales Checoslovaquia debería
entregar los Sudetes a Hitler, supuso una nueva derrota para la
República en el plano internacional porque el acuerdo significaba que
las potencias democráticas, Francia y Gran Bretaña, continuaban con su
política de "apaciguamiento" respecto de la Alemania nazi, y si no
intervenían para defender a Checoslovaquia menos lo harían para ayudar
a la República española.123 124
Diciembre 1938-Abril 1939: ofensiva sobre Cataluña y derrota de la República
Véanse también: Guerra Civil Española en Cataluña y Ofensiva de Cataluña.

España en febrero de 1939 después de la caída de Cataluña.
Leyenda      Zona bajo control nacionalista      Zona bajo control
republicano  Principales centros nacionalistas
 Principales centros republicanos
Los dos ejércitos salieron muy quebrantados de la batalla del Ebro
pero los "nacionales" lograron rehacerse rápidamente por lo que a
principios de diciembre de 1938 ya estaban preparados para comenzar la
ofensiva de Cataluña, "que sería la última significativa de la
guerra",125 en un momento en que tras los acuerdos de Múnich atacar
Cataluña ya no implicaba el peligro de una reacción francesa ("Francia
y Gran Bretaña habían aceptado, al menos tácitamente, la continuación
de la presencia italiana en España, y sólo deseaban el fin del
conflicto. Por su parte, Franco había garantizado su neutralidad en
caso de una guerra general").125
El ataque a Cataluña se retrasó a causa del mal tiempo y finalmente
comenzó el 23 de diciembre avanzando desde el sur y desde el oeste y
encontrando una fuerte resistencia durante las dos primeras semanas
pero sobre el día 6 de enero los restos del Ejército del Ebro habían
quedado casi completamente diezmados, mientras que el otro grupo de
ejércitos del GERO, el Ejército del Este, se batía en retirada. El
jefe del Estado Mayor republicano el general Vicente Rojo proyectó una
maniobra de diversión en la zona centro-sur para aliviar la presión
sobre Cataluña pero ésta fracasó (hubo que desistir del desembarco en
Motril por la debilidad de la flota republicana, "minada por la
desidia, la indisciplina y la falta de una clara dirección
político-estratégica"; la ofensiva en el frente de Extremadura tuvo
escaso éxito dada la baja moral y la falta de material y de medios de
transporte que padecían los ejércitos de la zona centro-sur (GERC) al
mando del general Miaja).125
Así pues, a partir de la primera semana de enero de 1939 el avance de
las tropas "nacionales" fue prácticamente imparable (gracias de nuevo
a la mejor preparación de sus mandos intermedios -comandantes,
tenientes-coroneles y coroneles-, a su superioridad artillera y aérea
por la presencia permanente de la Legión Cóndor y de la aviación
italiana y a que la flota sublevada bombardeó los puertos impidiendo
la llegada de material para las fuerzas republicanas). Los
"nacionales" en su avance hacían cada vez mayor número de prisioneros,
lo que "siempre constituye un indicio de la descomposición de un
ejército".126 Artesa de Segre fue tomada el 4 de enero, Tárrega el 15,
el 21 Villafranca del Panadés, el 22 Igualada y el 24 alcanzaron el
río Llobregat. Los destrozados ejércitos republicanos se retiraron
hacia la frontera francesa acompañados por una inmensa muchedumbre de
civiles y de funcionarios y de autoridades que colapsaba las
carreteras. El 26 de enero los "nacionales" sin encontrar apenas
resistencia entraban en Barcelona, abandonada por el gobierno y las
autoridades militares que cruzaron la frontera francesa el 5 de
febrero después de celebrar la última reunión de lo que quedaba de las
Cortes republicanas en el castillo de Figueras. Un día antes, el 4 de
febrero, los "nacionales" habían ocupado Gerona.127 El general Vicente
Rojo Lluch comparó un año después desde el exilio lo que había
sucedido en Madrid en noviembre de 1936 y lo que había pasado en
Barcelona en enero de 1939:128
¡Qué ambiente tan distinto! ¡Qué entusiasmo entonces! ¡Y qué
decaimiento ahora! Barcelona cuarenta y ocho horas antes de la entrada
del enemigo era una ciudad muerta... [Se] perdió lisa y llanamente
porque no hubo voluntad de resistencia, ni en la población civil, ni
en algunas tropas contaminadas por el ambiente
Entre el 5 y el 11 de febrero los últimos restos de los dos ejércitos
republicanos del GERO cruzaron ordenadamente la frontera deponiendo
sus armas y siendo internados a continuación en campamentos
improvisados situados en las playas francesas a la intemperie.129
Mientras las tropas republicanas cruzaban la frontera francesa se
producía la ocupación de Menorca por los "nacionales" gracias a la
intervención británica, la única que se produjo en la Guerra de
España.130 Para impedir que la estratégica isla de Menorca, que
durante toda la guerra había permanecido bajo soberanía republicana,
pudiera caer bajo dominio italiano o alemán, el gobierno británico
aceptó la propuesta del jefe franquista de la Región Aérea de las
Baleares, Fernando Sartorius, Conde de San Luis, para que un barco de
la Royal Navy lo trasladara a Mahón y negociar allí la rendición de la
isla a cambio de que las autoridades civiles y militares republicanas
pudieran abandonarla bajo protección británica. El gobierno británico
puso en marcha la operación sin informar al embajador republicano en
Londres Pablo de Azcárate (que cuando más tarde se enteró presentó una
protesta formal por haber prestado un buque británico a un "emisario
de las autoridades rebeldes españolas"). Así en la mañana del 7 de
febrero arribaba al puerto de Mahón el crucero Devonshire con el conde
de San Luis a bordo, donde se entrevistó con el gobernador republicano
el capitán de navío Luis González de Ubieta, quien tras intentar
infructuosamente contactar con Negrín, aceptó las condiciones de la
rendición al día siguiente. A las 5 de la madrugada del 9 de febrero
el Devonshire partía de Mahón rumbo a Marsella con 452 refugiados a
bordo. Inmediatamente Menorca fue ocupada por los "nacionales" sin que
participara ningún contingente ni italiano ni alemán. La intervención
británica dio lugar a un acalorado debate en la Cámara de los Comunes
el 13 de febrero durante el cual la oposición laborista acusó al
gobierno conservador de Neville Chamberlain de haber comprometido al
Reino Unido en favor de Franco. Al día siguiente el representante
oficioso del general Franco en Londres, el Duque de Alba, hizo llegar
al secretario del Foreign Office Lord Halifax "la gratitud del
Generalísmo y del gobierno nacional" por colaborar en "reconquistar
Menorca"131
El día 9 de febrero cruzó la frontera francesa el presidente del
gobierno, Juan Negrín, pero en Toulouse cogió un avión para regresar a
Alicante al día siguiente acompañado de algunos ministros con la
intención de reactivar la guerra en la zona centro-sur, el último
reducto de la zona republicana.132 Allí se desató una última batalla
entre los que consideraban inútil seguir combatiendo y los que todavía
pensaban que "resistir es vencer" (esperando que las tensiones en
Europa acabaran estallando y Gran Bretaña y Francia, por fin,
acudirían en ayuda de la República española, o que al menos impondrían
a Franco una paz sin represalias),133 pero el cansancio de la guerra y
el hambre y la crisis de subsistencias que asolaba la zona republicana
estaban minando la capacidad de resistencia de la población.124 El
problema para Negrín, que instaló su cuartel general en una finca
cercana a la localidad alicantina de Elda (cuyo nombre en clave era
"Posición Yuste") era cómo terminar la guerra sin combatir de manera
distinta a la de entrega sin condiciones. Su posición fue
prácticamente insostenible cuando el 27 de febrero, Francia y Gran
Bretaña reconocieron al gobierno de Franco en Burgos como el gobierno
legítimo de España, y al día siguiente el presidente de la República
Manuel Azaña que se encontraba en la embajada española en París
renunció a su cargo.134
Mientas tanto estaba muy avanzada la conspiración militar y política
contra el gobierno Negrín dirigida por el jefe del Ejército del
Centro, el coronel Segismundo Casado, convencido de que "sería más
fácil liquidar la guerra a través de un entendimiento entre militares"
por lo que había entrado en contacto a través de la "quinta columna"
con el Cuartel General del "Generalísimo" Franco para una rendición
del ejército republicano "sin represalias" al modo del "abrazo de
Vergara" de 1839 que puso fin a la primera guerra carlista (con la
conservación de los empleos y cargos militares, incluida). Algo a lo
que los emisarios del general Franco nunca se comprometieron. Casado
consiguió el apoyo de varios jefes militares, entre los que destacaba
el anarquista Cipriano Mera, jefe del IV Cuerpo de Ejército, y de
algunos políticos importantes, como el socialista Julián Besteiro, que
también había mantenido contacto con los "quintacolumnistas" de
Madrid. Todos ellos criticaban la estrategia de resistencia de Negrín
y su "dependencia" de la Unión Soviética y del PCE, que eran los
únicos que apoyaban ya la política de Negrín.135
Probablemente en conexión con la conjura casadista, el 4 de marzo se
produjo la sublevación de la base naval de Cartagena encabezada por
militares profranquistas alentados por la quinta columna que había
desplegado una intensa actividad en la base y en la ciudad. Durante el
día 4 y el 5 tienen lugar combates entre los sublevados y los
resistentes republicanos. Y en medio de ellos, el almirante Miguel
Buiza ordena a la flota republicana que abandone el puerto y la dirige
a la base naval de Bizerta en el protectorado francés de Túnez, a
pesar de que la sublevación había sido dominada en Cartagena por las
fuerzas republicanas el día 7 de marzo.136 137
El 5 de marzo, al día siguiente del inicio de la sublevación de
Cartagena, comenzó el golpe de Casado apoderándose sus partidarios de
los puntos neurálgicos de Madrid y anunciando a continuación la
formación de un Consejo Nacional de Defensa presidido por el general
Miaja. El Consejo emitió un manifiesto por radio dirigido a la "España
antifascista" en el que se deponía al gobierno de Negrín, pero no
hablaba para nada de las negociaciones de paz. Las unidades militares
controladas por los comunistas opusieron resistencia en Madrid y sus
alrededores pero fueron derrotados (hubo cerca de 2000 muertos). Al
día siguiente Negrín y su gobierno, junto con los principales
dirigentes comunistas, abandonaron España en avión para evitar ser
apresados por los "casadistas".138
Consumado el golpe de Casado, el general Franco se negó a aceptar un
nuevo "abrazo de Vergara", como Mola también lo había rechazado en el
primer día del golpe de 1936, y no concedió a Casado "ninguna de las
garantías imploradas casi de rodillas por sus emisarios [que sólo se
entrevistaron con miembros de baja graduación del Cuartel General], y
contestó a británicos y franceses, deseosos de actuar como
intermediarios en la rendición de la República para así contener la
influencia alemana e italiana sobre el nuevo régimen, que no los
necesitaba y que el espíritu de generosidad de los vencedores
constituía la mejor garantía para los vencidos".139

Comunicado emitido por el Cuartel General del Generalísimo anunciando
el fin de la guerra
Franco únicamente aceptaba una "rendición sin condiciones" por lo que
sólo restaba preparar la evacuación de Casado y el Consejo Nacional de
Defensa. Estos embarcaron con sus familias el 29 de marzo en el
destructor británico que los trasladó a Marsella (el socialista Julián
Besteiro decidió quedarse). Un día antes las tropas "nacionales"
hicieron su entrada en Madrid y rápidamente los sublevados en su
ofensiva final ocuparon prácticamente sin lucha toda la zona
centro-sur que había permanecido bajo la autoridad de la República
durante toda la guerra (el 29 de marzo Cuenca, Albacete, Ciudad Real,
Jaén, Almería y Murcia; el 30 de marzo Valencia y Alicante, y el 31 de
marzo la ciudad de Cartagena).140 141 En Alicante desde el día 29 de
marzo unas 15.000 personas, entre jefes militares, políticos
republicanos, combatientes y población civil que habían huido de
Madrid y de otros lugares se apiñaban en el puerto a la espera de
embarcar en algún barco británico o francés, pero la mayoría no lo
lograron y fueron apresados por las tropas italianas de la División
Littorio, al mando del general Gastone Gambara. Muchos de los
capturados fueron ejecutados allí mismo.142
El 1 de abril de 1939 la radio del bando rebelde ("Radio Nacional de
España") difundía el último parte de la Guerra Civil Española, que
decía lo siguiente:
En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado
las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha
terminado. Burgos, 1º de abril de 1939, año de la victoria. El
Generalísimo. Fdo. Francisco Franco Bahamonde.
La guerra naval
Artículo principal: Guerra Civil Española en el mar

El crucero pesado Canarias, ya tras la contienda
En la guerra civil española predominaron las acciones terrestres sobre
las marítimas y las marinas de ambos bandos evitaron las grandes
acciones de guerra por motivos políticos y estratégicos.143 Así
después de los combates por el control del estrecho de Gibraltar de
1936 las dos flotas no tuvieron "encuentros decisivos en el mar" y
"sus estrategias se movieron en contextos muy conservadores, tendentes
sobre todo a la conservación de sus efectivos".144 El historiador
Michael Alpert en su estudio sobre "La guerra civil española en el
mar" afirma que las "dos marinas de guerra españolas tuvieron que
rehacerse" pero que la "gubernamental no consiguió estar a la altura
del momento y, a pesar de contar con la mayoría de las unidades de la
flota, desempeñó un papel defensivo durante la mayor parte de la
contienda". En cambio "la Marina de los sublevados aprovechó al máximo
sus exiguos recursos y la ayuda que recibió del extranjero".145
Desde principios del siglo XX la función primordial de la marina de
guerra ya no era destruir los barcos del enemigo sino bloquear sus
rutas marítimas, sus puertos e impedir sus movimientos en la costa.
Esto es lo que realizó cada vez con más éxito la marina del bando
sublevado mientras que la marina que permaneció fiel al gobierno
abandonó ese objetivo después de las primeras semanas y adoptó una
posición defensiva cuyo objetivo era proteger las comunicaciones
marítimas propias, mientras los "nacionales" se esforzaban en
interferirlas.146
Al principio de la Guerra Civil la marina del bando republicano era
muy superior a la que quedó en manos de los sublevados pues estaba
integrada por la práctica totalidad de la Armada española de entonces:
el acorazado Jaime I (botado en 1914); los cruceros ligeros Libertad
(botado en 1925), Miguel de Cervantes (botado en 1928) y Méndez Núñez
(botado en 1923); dieciséis destructores en servicio o a punto de
entregar; siete torpederos; doce submarinos (del submarino Isaac Peral
(C-1) al submarino C-6 y del submarino B-1 al submarino B-6); un
cañonero; cuatro guardacostas y la casi totalidad de la Aeronáutica
Naval.147 148
A pesar de contar con una flota tan importante, el problema fue que a
lo largo de la guerra no se consiguieron superar los efectos de la
represión que tuvo lugar en el momento del golpe de estado de julio de
1936 cuando la marinería y los suboficiales se rebelaron para impedir
que los barcos se sumaran a la sublevación ya que la inmensa mayoría
de la oficialidad era partidaria del golpe.143 En una fecha tan
avanzada como mayo de 1938 un informe presentado al presidente Juan
Negrín sobre la situación de la flota señalaba la ausencia de eficacia
y de disciplina. "En general la moral ofensiva de los mandos es
pequeña y la moral de combate de las dotaciones es baja". Además
apuntaba la presencia de la quinta columna franquista tanto en la
Flota como en la base naval de Cartagena ("Moral derrotista. Mucho
fascista con entera libertad de acción", se decía). Informes
posteriores indicaban que la situación no había mejorado.149
Además, a diferencia de lo que ocurrió con el bando sublevado que fue
apoyado por las armadas italiana y alemana, la República sólo recibió
de la URSS cuatro lanchas torpederas de clase G-5, además de unos
pocos mandos y especialistas en submarinos que, según un informe
"reservado y confidencial" presentado al presidente Negrín, eran
"considerados -dentro de la Flota- como huéspedes molestos a los que
hay soportar con amabilidad. Lo mismo ocurre en la base naval de
Cartagena".149 Por su parte, Francia y Gran Bretaña sólo participaron
en alguna ocasión puntual para evitar el apresamiento de buques
propios por la flota "nacional".
Así pues, por encima de alguna victoria ocasional, aunque
espectacular, como el hundimiento del Baleares a principios de marzo
de 1938 en la batalla del cabo de Palos, "la realidad era que la
marina republicana se había centrado en el servicio de protección del
tráfico mercante, en el mantenimiento de un canal suministrador de
pertrechos de guerra y de alimentos".150 Pero ni siquiera esa función
de escolta la desempeñó con pleno éxito, como se señalaba en un
informe del servicio secreto republicano (SIM) de enero de 1939 en el
que después de afirmar la "notoria inferioridad" de la marina de
guerra republicana respecto de la Marina de los "nacionales" se
decía:149
Lo cierto es que la Marina de Guerra facciosa se ha incrementado sin
hostilización por nuestra parte... y que su Marina Mercante navega sin
contratiempos por todos los mares, en tanto la nuestra, perseguida y
prácticamente indefensa, es presa fácil de los facciosos

El submarino republicano C-3.
La flota republicana y la base naval de Cartagena fueron aumentando su
importancia estratégica para la causa del bando republicano a media
que aumentaban las dificultades para el abastecimiento procedente del
exterior por vía terrestre, como consecuencia de los cierres
frecuentes de la frontera francesa, por lo que el mantenimiento del
"cordón umbilical" marítimo con la Unión Soviética era vital para los
republicanos. También cobraron cada vez más importancia a medida que
las derrotas republicanas se fueron acumulando y el territorio de la
zona republicana se redujo porque, especialmente tras la caída de
Cataluña a principios de febrero de 1939, "para los combatientes
republicanos la Base y la Flota eran una especie de salvaguarda para
el caso de una evacuación organizada o de última hora".151
Al principio de la Guerra Civil la marina del bando sublevado era muy
inferior a la marina gubernamental pues sólo contaba con el acorazado
España (botado en 1913 y que en julio de 1936 se encontraba en dique
seco); los cruceros ligeros República, rebautizado como Navarra,
(botado en 1920 pero que se encontraba en reparaciones y no entró en
servicio hasta muy avanzada la guerra, en agosto de 1938), y el
Almirante Cervera (botado en 1928); el destructor Velasco (botado en
1923); cinco torpederos; tres cañoneras y cinco guardacostas. Pero
esta inferioridad se vio compensada muy pronto gracias al control de
los sublevados del principal astillero de la marina en Ferrol donde
estaba prácticamente terminado el crucero pesado Canarias -que entró
en servicio en septiembre de 1936- y otro, el Baleares, a punto de ser
entregado (entró en servicio en diciembre de 1936), junto con los dos
únicos dragaminas de España (el dragaminas Júpiter, que entró en
servicio a principios de 1937, y el dragaminas Vulcano, que entró en
servicio a finales de ese mismo año).147 152
La inferioridad inicial de los sublevados se vio compensada también
con el apoyo con que contaron prácticamente desde el inicio de la
guerra de la Armada Italiana, que participó con cruceros auxiliares y
submarinos en el bloqueo de los envíos de armamento de la Unión
Soviética, y de la alemana. El escándalo producido al hundir un
submarino italiano por error un destructor británico, hizo que la
Italia Fascista dejara de participar directamente en acciones de
guerra navales, cediendo cuatro «submarinos legionarios» a los
"nacionales" y vendiéndoles cuatro destructores y dos submarinos.
Por su parte la Alemania nazi envió al Mediterráneo dos submarinos en
la llamada Operación Úrsula, hundiendo un U 34 alemán el submarino
republicano C3 frente a Málaga. Los alemanes aportaron cruceros, pero
estos no intervinieron, salvo en el bombardeo de Almería por el
Admiral Scheer el 31 de mayo de 1937, efectuado en represalia por el
ataque aéreo que había sufrido el 28 de mayo de 1937 el acorazado de
bolsillo Deutschland en Ibiza. Este llamado incidente del Deutschland
fue efectuado probablemente por tripulaciones rusas, sin conocimiento
por parte del mando republicano. Pero el escándalo internacional que
provocó hizo que la República dijese que era un error y que se trataba
de aviones republicanos que creían atacar al crucero pesado Canarias.
El bombardeo de Almería, que se había producido abiertamente
(exhibiendo el pabellón alemán), llegó a ser considerado como un
posible motivo para que la República declarara la guerra a Alemania
(posición defendida por el coronel Rojo e Indalecio Prieto, en
búsqueda de la generalización del conflicto a toda Europa), pero
finalmente se impuso la postura contraria de Negrín y Azaña.153
Un informe del servicio secreto republicano (SIM) de enero de 1939
señalaba la desventaja de la marina republicana respecto de la "marina
de guerra facciosa" que contaba con "un total de cerca de 100 unidades
-contando entre ellas un gran número de Cruceros auxiliares
perfectamente artillados-".154
La guerra aérea y los bombardeos sobre poblaciones
Artículo principal: Bombardeos en la Guerra Civil Española

Fotografía aérea del bombardeo de Durango tomada por uno de los
aviones italianos que perpetraron el ataque
La principal novedad en el campo de la guerra aérea de la contienda
española de 1936 a 1939 fue que "por primera vez en la historia la
aviación fue utilizada intensamente en misiones de bombardeo sobre la
retaguardia".155 </ref> Así "a partir de la guerra civil española las
víctimas podían estar a centenares de kilómetros de los lugares del
enfrentamiento bélico y ser sencillamente población civil
indefensa".156 Dado que la aviación militar española en julio de 1936
estaba obsoleta esto sólo fue posible porque ambos bandos recibieron
ayuda de potencias extranjeras que aportaron sus modernos bombarderos:
el bando sublevado los Savoia-Marchetti S.M.81 y los Savoia-Marchetti
S.M.79 de la Aviación Legionaria de la Italia fascista y los Junkers
Ju 52 y Heinkel He 111 de la Legión Cóndor de la Alemania nazi; el
bando republicano los Katiuskas de la Unión Soviética.156
El bando nacional utilizó en repetidas ocasiones el "bombardeo de
terror", como lo llaman Solé i Sabaté y Villarroya, cuyo único
objetivo era la población civil para desmoralizarla y empujarla a la
rendición. Esta estrategia la inició en Madrid cuando en noviembre de
1936 fracasó el ataque frontal contra la ciudad y la continuó con el
bombardeo de Durango, el bombardeo de Guernica, el bombardeo de
Lérida, los bombardeos aéreos de Barcelona en enero de 1938, los
bombardeos aéreos de Barcelona en marzo de 1938,157 el bombardeo del
mercado central de Alicante, el bombardeo de Granollers y los
bombardeos sobre diversas poblaciones catalanas en los meses finales
de la guerra, especialmente los de Figueras, y cuyas víctimas
principales fueron mujeres y niños en un momento en que el ejército
republicano ya no existía en Cataluña.158 El único posible caso de
"bombardeo de terror" por parte del bando republicano fue el de Cabra
en noviembre de 1938, pero todo parece indicar que se trató de un
terrible error cometido por los pilotos que confundieron el mercadillo
de la ciudad con un campamento de tiendas de campaña de una unidad
italiana que, según la orden que habían recibido, había que buscar y
destruir.159

Bombardeo de la Estación del Norte de Valencia por aviones italianos en 1937.
Así en cuanto a las ciudades más devastadas por los bombardeos la
lista la encabezan las tres principales ciudades republicanas,
Barcelona, Madrid y Valencia, seguidas por Tarragona, Reus, Lérida,
Badalona, Granollers, Gerona, San Feliu de Guíxols, Palamós, Figueras,
Colera, Portbou y Perelló en Cataluña; Alicante, Sagunto, Gandía,
Denia y Cartagena en la costa de Valencia y Murcia; y en Vizcaya
Durango y Guernica, esta última convertida en el símbolo de las
atrocidades de los bombardeos del bando sublevado, y que tuvo un
enorme impacto a nivel internacional.160 En cuanto al número de
víctimas también existe una enorme diferencia entre las causadas por
los bombardeos republicanos, unas 1100, y las causadas por los
bombardeos del bando franquista, alrededor de 9000 (Barcelona 2500
muertos; Madrid, 2000; Valencia, cerca de 1000; Alicante cerca de 500;
Durango, Guernica, Lérida, Tarragona, Granollers, Figueras y Cartagena
más de doscientos muertos cada una; Bilbao, Reus, Badalona y Alcañiz
cerca de 200; Játiva más de 100 muertos; y pequeños pueblos cuyos
muertos fueron inferiores a este número).161
Así fue como "la aviación se convirtió en un arma decisiva y la
actuación de la aviación italiana y alemana fue determinante en la
victoria del ejército franquista".156
Otros hitos de la guerra aérea durante la guerra civil española son
que durante la misma probablemente se efectuó el primer puente aéreo
de la historia; que en los aviones de caza empezó a primar el techo y
la velocidad lo que supuso el fin de los biplanos y además se demostró
su importancia para el dominio del aire y evitar así los bombardeos
enemigos (incluso por la noche); que se realizaron ataques aéreos a
unidades navales, en puerto y en el mar; que se emplearon aviones de
bombardeo en picado para lanzar víveres y mensajes de ánimo a
posiciones sitiadas, como el Alcázar de Toledo o el Santuario de Santa
María de la Cabeza, y para los "bombardeos ideológicos", mediante el
lanzamiento de octavillas y soflamas a las ciudades que estaban en la
retaguardia, como el "bombardeo del pan" sobre Alicante.
Evolución de la zona sublevada
Artículo principal: Zona sublevada

Billete emitido por el bando sublevado el 12 de octubre de 1937. El
escudo es el de la monarquía de Alfonso XIII.
Tras la etapa de cierta provisionalidad que representó la Junta de
Defensa Nacional formada tras la muerte en accidente de aviación del
general Sanjurjo, que era quien debía encabezar el Directorio militar
que gobernaría el país tras derribar al gobierno del Frente Popular,
los generales y jefes sublevados decidieron nombrar un mando único
militar y político. Desde el 1 de octubre de 1936 el general Franco
fue el "Generalísimo" de las fuerzas sublevadas y el "Jefe del
Gobierno del Estado". Después del fracaso de la toma de Madrid (entre
noviembre de 1936 y marzo de 1937) y con la perspectiva de que la
guerra iba a ser larga el "Generalísmo" Franco con la ayuda de su
cuñado Ramón Serrano Suñer comenzó a configurar la organización
política del "Nuevo Estado". El primer paso fue el Decreto de
Unificación de abril de 1937 por el que todas las fuerzas políticas
que apoyaban el "alzamiento nacional", y singularmente los falangistas
y los carlistas que eran quienes con sus milicias más habían
contribuido a la guerra, fueron integradas bajo un único partido
denominado Falange Española Tradicionalista y de las JONS. El paso
siguiente fue la organización del "Nuevo Estado" que fue la tarea
encomendada por el "Generalísmo" a su primer gobierno nombrado el 30
de enero de 1938 (y que sustituyó a la Junta Técnica del Estado).162
La construcción del "Nuevo Estado" fue acompañada de la destrucción de
todo lo que tuviera que ver con la República. Así en la zona
sublevada, al contrario de lo que estaba sucediendo en la otra zona
(en la que se había desencadenado la revolución), se procedió a una
"contrarrevolución", llevándose a cabo "una sistemática represión de
las personas, las organizaciones y las instituciones que en alguna
forma, real o, incluso, imaginaria, pudieran entenderse ligadas a esa
República revolucionaria, o en manos de revolucionarios, a la que se
decía combatir".163
La Junta de Defensa Nacional

Mola junto al General Franco en una aparición en Burgos el 27 de
agosto de 1936, recogida por el periódico alemán Berliner Illustrierte
Zeitung. Mola es el que sobresale por la derecha.
La muerte el 20 de julio del general Sanjurjo, exiliado en Estoril, a
causa del accidente que tuvo nada más despegar el avión en el que
tenía que dirigirse desde Lisboa hacia Pamplona para ponerse al frente
de la sublevación, dejó a los generales sublevados sin el jefe que iba
a encabezar el levantamiento.164 Para suplir en parte la carencia de
un mando único los generales y jefes sublevados constituyeron en
Burgos el 24 de julio una Junta de Defensa Nacional presidida por el
general de más graduación y más antiguo, Miguel Cabanellas.165 Su
Decreto número 1 establecía que asumía "todos los poderes del
Estado"165 y en sucesivos decretos extendió el estado de guerra que
los los sublevados habían proclamado en cada sitio a toda España (lo
que sirvió de base para someter a consejos de guerra sumarísimos a
todos los que se opusieran a la rebelión militar),166 ilegalizó los
partidos y sindicatos del Frente Popular y prohibió todas las
actuaciones políticas y sindicales obreras y patronales "mientras
duren las actuales circunstancias" (Decreto del 25 de septiembre).167
Pero lo más urgente era lograr la unidad de mando militar.166 Así el
21 de septiembre de 1936 tuvo lugar en una finca de los alrededores de
Salamanca la primera reunión a la que asistieron los generales de la
Junta de Defensa Nacional, con el añadido de los generales Orgaz, Gil
Yuste y Kindelán. Allí los reunidos discutieron sobre la necesidad del
mando único de las fuerzas sublevadas y nombraron para el cargo al
general Franco pues era quien mandaba el ejército que estaba a punto
de conseguir la entrada en Madrid (el Ejército de África estaba cerca
de Maqueda a sólo 100 kilómetros de la capital) y el que había
obtenido la ayuda de la Alemania nazi y de la Italia fascista, y que
venía tratando con ellos. Pero una vez decidido el mando único en el
terreno militar aún quedaba por dilucidar el mando político.168
El Corpo Truppe Volontarie (Cuerpo de Tropas Voluntarias), también
conocido por sus siglas, CTV, fue una fuerza italiana de combate de
unos 50 000 soldados enviados por la Italia fascista de Benito
Mussolini a España, participando en la Guerra Civil Española en apoyo
al bando sublevado.
Poco después del inicio de la guerra, Benito Mussolini decidió prestar
su ayuda a los nacionalistas españoles. Al principio del conflicto,
las fuerzas nacionalistas mejor preparadas se situaban en el
protectorado español de Marruecos y en las islas Canarias. El resto de
los sublevados se encontraban en un primer momento en Pamplona,
Zaragoza, Oviedo, Salamanca, Ávila, Segovia y Cádiz.
El número y espacio territorial de los distritos militares controlados
por los nacionalistas era muy limitado, contando además con que la
Armada y la Fuerza Aérea (FARE) habían permanecido leales al Gobierno
republicano. En esta situación, el apoyo italiano fue fundamental, al
enviar en esos momentos aviones de transporte que ayudaron a trasladar
a parte del ejército sublevado desde Marruecos a la península (la
mayor parte consiguió pasar después de que la República moviera toda
la flota, dejando sólo dos destructores que fueron derrotados por el
crucero pesado Canarias y el crucero ligero Almirante Cervera en la
Batalla del Cabo Espartel). Al mismo tiempo, a los puertos portugueses
llegaban los suministros italianos, que eran transportados más tarde
por tierra a España. La Marina italiana también intervino puntualmente
el primer mes tratando de cortar los suministros republicanos por el
Mediterráneo.
Las primeras operaciones estrictamente de combate en las que
participaron los italianos fueron la de Mallorca de octubre de 1936 e,
inmediatamente después, los primeros bombardeos aéreos sobre Madrid.
Al mando de quien fue Comandante en Jefe de las fuerzas, Mario Roatta,
en diciembre llegaron unos 3000 soldados a Cádiz y en febrero de 1937,
con 44 000 soldados en suelo español, la fuerza recibió la
denominación oficial de Corpo Truppe Volontarie, organizados en cuatro
divisiones puramente italianas y dos mixtas italo-españolas:
La única totalmente motorizada fue la Littorio. Todas poseían tanques,
vehículos blindados y artillería (incluida la antiaérea).
Tras la toma de Málaga por las tropas italianas, Mussolini sintió la
necesidad de realizar una gran operación militar que demostrase la
capacidad de su ejército en el combate, convenciendo al bando
nacionalista para cooperar en una operación de gran alcance en la
ofensiva general sobre Madrid. Esa operación se conocería
posteriormente como la batalla de Guadalajara y fue un desastre para
el Corpo Truppe Volontarie, dada la poca valentía de sus efectivos,
que desde ese momento ya no participaría más en la dirección de
acciones de esta envergadura, limitándose a apoyar al ejército
nacionalista. Al finalizar la guerra, las tropas se retiraron casi de
manera inmediata.
Entonces el general Franco realizó una "jugada maestra": ordenar que
las columnas que avanzaban hacia Madrid se desviaran hacia Toledo para
liberar el Alcázar y así levantar el cerco de dos meses al que
llevaban sometidos un millar de guardias civiles y falangistas además
de algunos cadetes de la Academia de Infantería al mando de su
director, el coronel Moscardó,167 y que tenían retenidos "como rehenes
a mujeres y niños de conocidos militantes de izquierda".169 "La toma
del Alcázar agrandó la leyenda del general Franco. La famosa frase de
Moscardó sin novedad en el Alcázar, repetida ante Franco y numerosos
periodistas dos días después de su liberación, fue adecuadamente
propagada. Franco era el salvador de los héroes sitiados, el símbolo
de un ejército dispuesto a ganar la guerra a cualquier precio".170
El 28 de septiembre de 1936, el mismo día en que el Alcázar de Toledo
fue liberado, se celebró la segunda reunión de los generales en
Salamanca para decidir quién ostentaría el mando político. El elegido
fue el general Franco al que sus compañeros de sublevación nombraban
no sólo “Generalísimo de las fuerzas nacionales de tierra, mar y
aire", sino también "Jefe del Gobierno del Estado español, mientras
dure la guerra".83 Pero cuando fue publicado al día siguiente el
decreto nº 138 de la Junta de Defensa Nacional con su nombramiento se
había introducido un importante cambio en el texto: se había suprimido
la coletilla "mientras dure la guerra", y al nombramiento del general
Franco como "Jefe del Gobierno del Estado Español" se le añadía "quien
asumirá todos los poderes del nuevo Estado". Este decreto de 29 de
septiembre de 1936 sería el fundamento de la legitimidad del poder del
"Generalísimo" durante los siguientes 39 años.167
El general Franco, «Generalísimo» y «Caudillo»
El 1 de octubre de 1936, en el salón del trono de la Capitanía General
de Burgos, Francisco Franco tomaba posesión de su nuevo cargo, como
Generalísimo del ejército sublevado y Jefe del Gobierno del Estado.171
Un día antes el obispo de Salamanca Enrique Pla y Deniel había hecho
pública una pastoral en la que presentaba la guerra como "una cruzada
por la religión, la patria y la civilización", dando una nueva
legitimidad a la causa de los sublevados: la religiosa. Así el
"Generalísmo”, no era sólo el "jefe y salvador de la Patria", sino
también el "Caudillo" de una nueva "Cruzada” en defensa de la fe
católica y del orden social.170
La primera ley que promulgó el "Generalísimo" Franco fue la que creaba
la Junta Técnica del Estado (en sustitución de la Junta de Defensa
Nacional), presidida por el general Dávila (que en el verano de 1937
sería sustituido por el general monárquico Francisco Gómez-Jordana,
mucho más eficiente que su antecesor)172 y que contaba con una
Secretaría General del Jefe del Estado, cargo que desempeñó Nicolás
Franco, el hermano mayor del "Generalísmo". Su ocupación fue
"rectificar toda la legislación republicana volviendo las cosas a su
punto anterior".167
La sede de la Junta Técnica del Estado se estableció en Burgos aunque
la capital política de la "España nacional" era Salamanca donde
residía el poder militar, pues allí se encontraba el Cuartel General
del "Generalísimo" Franco.167
El Decreto de Unificación de abril de 1937
El siguiente paso en el afianzamiento del poder del nuevo "Caudillo"
se produjo cuando tras el fracaso de la toma de Madrid (entre
noviembre de 1936 y marzo de 1937) se planteó la necesidad de crear un
"partido único", siguiendo el modelo de la Dictadura de Primo de
Rivera, a partir de la fusión de los carlistas y falangistas.173
Desde el Cuartel General del Generalísimo el nuevo asesor de Franco
Ramón Serrano Súñer (cuñado del "Caudillo" y antiguo diputado de la
CEDA que había llegado a Salamanca evadido de la "zona roja") propició
un acercamiento entre la Comunión Tradicionalista y Falange Española y
de las JONS con vistas a su fusión, pero las diferencias ideológicas y
políticas que les separaban eran casi insalvables (pues eran las que
separaban el tradicionalismo del fascismo), y además había otro
obstáculo que era innegociable: que al frente del "partido único" se
situara el propio general Franco. Es decir, que ambas partes tenían
que aceptar que la nueva formación política quedaría supeditada al
poder personal del "Generalísmo", vértice del poder militar y
político. Para apoyar esta idea se difundió desde el Cuartel General
de Salamanca el lema "Una patria, un Estado, un Caudillo", copia del
lema nazi "Ein Volk, ein Reich, ein Führer" ('un pueblo, un Estado, un
caudillo').174
Se produjeron contactos entre falangistas y carlistas pero no
fructificaron y todo el proceso no dejó de crear tensiones en el seno
de ambos partidos que se tradujeron en el caso de los falangistas en
los "sucesos de Salamanca" de abril de 1937, durante los cuales varios
falangistas murieron en los enfrentamientos entre los partidarios de
la fusión y de la supeditación al poder militar (encabezados por
Sancho Dávila y Agustín Aznar) y los contrarios a ella (encabezados
por Manuel Hedilla).175
Finalmente, el Cuartel General de Franco decidió actuar, y el mismo
día en que los falangistas contrarios a la fusión celebraron un
Consejo Nacional en el que eligieron a Manuel Hedilla como "jefe
nacional", el domingo 18 de abril,176 el propio general Franco anunció
que se iba a promulgar al día siguiente un Decreto de Unificación de
Falange y la Comunión Tradicionalista, que pasaban a estar ahora bajo
su jefatura directa como "jefe nacional" del mismo.177
Franco una semana después mandó detener a Manuel Hedilla (junto con
otros falangistas disidentes) cuando se negó a integrarse en la Junta
Política del nuevo partido como simple vocal y además comunicó a sus
jefes provinciales que obedecieran únicamente sus propias órdenes.178
"Para que no quedara duda sobre la ubicación del poder en lo que ya
comenzaba a llamarse Nuevo Estado, Hedilla fue juzgado y condenado a
muerte por su manifiesta actuación de indisciplina y de subversión
frente al Mando y el Poder únicos e indiscutibles de la España
nacional. A todos debía quedar claro que la unidad de mando militar
sería en el futuro unidad de mando político".179 Pero el
"Generalísimo" Franco siguió los consejos de la hermana del "Ausente"
Pilar Primo de Rivera (líder del sector "puro" de Falange), de Serrano
Suñer y del embajador alemán e indultó a Hedilla, aunque éste pasó
cuatro años en la cárcel y cuando salió de ella quedo apartado de la
vida política.180
En los estatutos del "partido único" publicados el 4 de agosto se
estableció que el "Caudillo" sólo sería "responsable ante Dios y ante
la Historia", y ante nadie más.181
Dos meses antes, el 3 de junio, en plena Campaña del Norte, el general
Mola, el "Director" de la conspiración militar que había dado el golpe
de estado de julio de 1936 con el que comenzó la Guerra Civil, moría
cuando el avión en el que viajaba se estrelló en una colina del pueblo
de Alcocero, cerca de Burgos.182 Mola solía emplear el avión con
frecuencia en sus desplazamientos y no existen pruebas de que hubiera
sabotaje, aunque la muerte favorecía claramente a Franco al eliminar
al "Director" como rival.182 El embajador alemán escribió poco
después: "Sin duda Franco se siente aliviado por la muerte del general
Mola".183
En octubre de 1937 fueron nombrados por el "Generalísmo" Franco los 50
miembros del Consejo Nacional de FET y de las JONS, pero no pasó de
ser un órgano meramente consultivo.184 Lo mismo se podía decir de la
FET y de las JONS, cuya única actividad quedaba reducida en la
práctica a efectuar propaganda.185 Sin embargo, los dirigentes de
Falange ocuparon muchos de los puestos más importantes en la
administración del "Nuevo Estado" y en el partido.183
El nacimiento del «Nuevo Estado»
En enero de 1938, mientras tenía lugar la batalla de Teruel, se da el
primer paso para la configuración definitiva del "Nuevo Estado" con la
promulgación por el "Generalísmo" de la Ley de la Administración
Central del Estado por la que se creaba una estructura administrativa
que adoptaba la forma ministerial, y con el nombramiento el 30 de
enero de su primer gobierno en el que el propio Franco asume la
Presidencia, mientras que Francisco Gómez-Jordana (hasta entonces
presidente de la Junta Técnica del Estado) era el Vicepresidente y
Ministro de Asuntos Exteriores. Sin embargo, el personaje más
destacado del gabinete era Ramón Serrano Súñer, ministro de
Gobernación y el cuñadísimo de Franco.186 En este gobierno se
prefiguró ya la amalgama ideológica que sería siempre en el futuro el
franquismo: "su conservadurismo tradicional, y su derechismo
reaccionario".187
Será este gobierno el que inicie el proceso de institucionalización
del "Nuevo Estado", con la promulgación del "Fuero del Trabajo",
basado en la Carta del lavoro del fascismo italiano,188 y que
constituyó la primera de las siete Leyes Fundamentales de la Dictadura
Franquista que funcionaron a modo de "constitución" del nuevo
régimen;189 190 la derogación del Estatuto de Autonomía de Cataluña de
1932 y la promulgación de una serie de órdenes y decretos que
prohibían el uso del catalán en los documentos públicos y en la
conversación privada;190 la Ley de Prensa que sometía a los periódicos
a la censura previa y atribuía al gobierno el nombramiento de los
directores de periódicos;190 la reintroducción de la pena de muerte
que había abolido la República;189 la aprobación de una Ley de
Enseñanza Media que garantizaba a la Iglesia católica una absoluta
autonomía en la educación secundaria.190
Según Julián Casanova el fascismo y el catolicismo fueron las dos
ideologías sobre cuya amalgama se construyó el "Nuevo Estado". El
proceso de fascistización era evidente por la exaltación del líder, el
"Caudillo", como el Führer o el Duce; el saludo brazo en alto
establecido como "saludo nacional"; los uniformes y la simbología
falangista; etc. Y al mismo tiempo proliferaban los ritos y
manifestaciones religiosas católicas como las procesiones, las misas
de campaña o las ceremonias político-religiosas que imitaban supuestas
formas medievales.188
El 19 de abril de 1939, diecinueve días después del "último parte" en
el que el "Generalísimo" Franco declaraba "la guerra ha terminado", se
celebró en Madrid el "desfile de la Victoria presidido por el
"Caudillo". Antes de empezar la parada militar el general Varela le
impuso "en nombre de la Patria" a Franco la "Gran Cruz Laureada de San
Fernando", "que tanto había ambicionado desde sus campañas africanas y
que tuvo que acabar autootorgándosela" en un decreto firmado por él
mismo y que fue leído por el general conde de Jordana al inicio del
acto. Al día siguiente el diario ABC de Madrid titulaba su crónica:
"España, en el gran desfile militar ante el Caudillo, muestra al mundo
el poderío de las armas forjadoras del nuevo Estado". Un mes después
el general Franco ofrendaba su espada de caudillo victorioso a Dios en
una ceremonia celebrada el 20 de mayo en la iglesia madrileña de Santa
Bárbara y presidida por el cardenal primado de Toledo Isidro Gomá.191
Evolución de la zona republicana
Artículo principal: Segunda República Española en guerra
La reacción del gobierno a la sublevación militar
En la tarde del viernes 17 de julio se conocía en Madrid que en el
Protectorado de Marruecos se había iniciado una sublevación militar.
Al día siguiente la sublevación se extendió a la península y las
organizaciones obreras (CNT y UGT) reclamaron "armas para el pueblo"
para acabar con ella, a lo que el gobierno de Santiago Casares Quiroga
se negó.192
Por la noche de ese sábado 18 de julio Casares Quiroga presentó su
dimisión al presidente de la República Manuel Azaña y éste encargó a
Diego Martínez Barrio, presidente de las Cortes y líder de Unión
Republicana, que formara un gobierno que consiguiera "detener la
rebelión" sin recurrir al apoyo armado de las organizaciones obreras.
Martínez Barrio incluyó en su gabinete a políticos moderados y
dispuestos a llegar a algún tipo de acuerdo con los militares
sublevados193 y en la madrugada del sábado 18 al domingo 19 de julio,
habló por teléfono con el general Emilio Mola, "El Director" de la
sublevación, pero éste se negó rotundamente a cualquier tipo de
transacción. Así el "gobierno de conciliación" de Martínez Barrio
dimitió y Azaña nombró el mismo domingo 19 de julio nuevo presidente
del gobierno a un hombre de su partido José Giral, que formó un
gobierno únicamente integrado por republicanos de izquierda, aunque
con el apoyo explícito de los socialistas, que tomó la decisión de
entregar armas a las organizaciones obreras, algo a lo que también se
había negado Martínez Barrio porque, al igual que Casares Quiroga,
consideraba que ese hecho traspasaba el umbral de la defensa
constitucional y "legal" de la República.194
A causa de esta decisión de "entregar armas al pueblo" el Estado
republicano perdió el monopolio de la coerción, por lo que no pudo
impedir que se iniciara una revolución social, ya que las
organizaciones obreras no salieron a la calle "exactamente para
defender la República... sino para hacer la revolución. (...) Un golpe
de estado contrarrevolucionario, que intentaba frenar la revolución,
acabó finalmente desencadenándola".195
La revolución social de 1936 y el gobierno de José Giral (julio-septiembre 1936)
La entrega de armas a los partidos y organizaciones obreras hizo que
éstas constituyeran rápidamente "milicias armadas para hacer frente a
la rebelión en el terreno militar y para proceder a una profunda
revolución social (desentendiéndose de las autoridades republicanas, a
las que no derribaron): incautaron y colectivizaron explotaciones
agrarias y empresas industriales y mercantiles para asegurar la
continuidad de la producción y distribución de bienes, y se hicieron
cargo del mantenimiento de las principales funciones competencia del
Estado. La producción, el abastecimiento de la población, la
vigilancia, la represión, las comunicaciones y el transporte, la
sanidad, quedaron en manos de comités sindicales, que en no pocas
localidades suprimieron la moneda para sustituirla por vales. Ante el
hundimiento de los mecanismos del poder público ["un gobierno que
reparte armas es un gobierno que se ha quedado sin instrumentos para
garantizar el orden público e imponer su autoridad"], surgió en el
verano de 1936 un nuevo poder obrero, que era a la vez militar,
político, social, económico”.196 "En el País Vasco, sin embargo, donde
el PNV había rechazado la coalición con la CEDA en las elecciones de
febrero de 1936 y apoyado a la izquierda en la tramitación del
Estatuto de Autonomía, finalmente aprobado el 1 de octubre de 1936, no
hubo revolución social y un partido católico y nacionalista se mantuvo
hasta junio de 1937 al frente de un gobierno autónomo con poder sobre
poco más que el territorio de Vizcaya".197
Los comités que surgieron por todas partes eran autónomos y no
reconocían límites a sus actuaciones,198 pero la paradoja fue que al
mismo tiempo la revolución no acabó con el Estado republicano, sino
que simplemente lo ignoró y lo redujo a la inoperancia. En Cataluña se
constituyó el Comité Central de Milicias Antifascistas, pero el
gobierno de la Generalidad no fue destituido y continuó en su puesto.
En Valencia apareció el Comité Ejecutivo Popular. En Málaga y Lérida
surgieron sendos Comités de Salud Pública. En Cantabria, Gijón y Jaén,
comités provinciales del Frente Popular (Comité de Guerra de Gijón,
Comité Popular de Sama de Langreo, etc). En Vizcaya, una Junta de
Defensa. En Madrid se constituyó un Comité Nacional del Frente
Popular, que organizaba milicias y la vida de la ciudad, pero junto a
él seguía existiendo el gobierno de José Giral formado sólo por
republicanos de izquierda.199
Pero el gobierno Giral, a pesar de que el poder real no estaba en sus
manos, no dejó de actuar, especialmente en el plano internacional. Fue
este gobierno el que pidió la venta de armas al gobierno del Frente
Popular de Francia, y al no conseguirla, luego a la Unión Soviética,
para lo cual dispuso de las reservas del oro del Banco de España. En
el plano interior destituyó a los funcionarios sospechosos de apoyar
la sublevación y dictó las primeras medidas para intentar controlar
las "ejecuciones" indiscriminadas, arbitrarias y extrajudiciales de
"fascistas" que llevaban a cabo decenas de "tribunales
revolucionarios", también conocidos como "checas", montadas por las
organizaciones y partidos obreros que habían impuesto el "terror rojo"
en Madrid y en otros lugares. Así el gobierno Giral creó los
tribunales especiales "para juzgar los delitos de rebelión y sedición
y los cometidos contra la seguridad del Estado". Sin embargo estos
"tribunales populares" no acabaron con las actividades de las "checas"
que siguieron asesinando "fascistas" mediante los "paseos"
(detenciones ilegales que acababan con el asesinato del detenido y
cuyo cadáver eran arrojado en una cuneta o junto a la tapia de un
cementerio) o las "sacas" (excarcelaciones de presos que supuestamente
iban a ser puestos en libertad pero que en realidad eran llevados al
paredón).200
Cuando el 3 de septiembre de 1936 el Ejército de África sublevado tomó
Talavera de la Reina (ya en la provincia de Toledo, después de haber
ocupado Extremadura), y además también caía Irún en manos de los
sublevados (con lo que el norte quedaba aislado del resto de la zona
republicana), José Giral presentó la dimisión al presidente de la
República Manuel Azaña.78
Tras la dimisión de Giral, el presidente de la República Manuel Azaña
encargó la formación de un "gobierno de coalición" a Francisco Largo
Caballero, el líder socialista de UGT, una de las dos centrales
sindicales que estaban protagonizando la revolución. Largo Caballero,
que además de la presidencia asumió el ministerio clave de Guerra,
entendió este gobierno como una gran "alianza antifascista", y así dio
entrada en el gabinete al mayor número posible de representaciones de
los partidos y sindicatos que luchaban contra la rebelión "fascista"
(como llamaban las organizaciones obreras a la sublevación militar de
julio). Pero el gobierno no se completó realmente hasta dos meses
después, cuando el 4 de noviembre (en el momento en que las tropas
sublevadas ya estaban a las afueras de Madrid) se integraron en él
cuatro ministros de la CNT, entre ellos la primera mujer que fue
ministra en España, Federica Montseny.201
El nuevo gobierno de Largo Caballero, autoproclamado "gobierno de la
victoria", enseguida concluyó que había que dar prioridad a la guerra,
y de ahí el programa político que puso en marcha inmediatamente, cuya
principal medida fue la creación de un nuevo ejército y la unificación
de la dirección de la guerra (que incluía la incorporación de las
milicias a las brigadas mixtas y la creación del cuerpo de
comisarios). Así pues, los dirigentes sindicales de UGT y CNT al
aceptar e impulsar este programa "estuvieron de acuerdo en que la
implantación del comunismo libertario, a que aspiraba la CNT, o de la
sociedad socialista, que pretendía la UGT, debía esperar al triunfo
militar".202
Pero todas estas medidas no consiguieron paralizar el avance hacia
Madrid del Ejército de África y el 6 de noviembre ya estaba a punto de
entrar en la capital. Ese día el gobierno decidió abandonar Madrid y
trasladarse a Valencia, encomendando la defensa de la ciudad al
general Miaja que debería formar una Junta de Defensa de Madrid. "Una
salida precipitada, mantenida en sigilo, sobre la que no se dio
explicación pública alguna".85 "Quienes se quedaron en Madrid no
pudieron interpretar estos hechos sino como una vergonzosa huida...
sobre todo porque los madrileños fueron capaces de organizar su
defensa. Madrid resistió el primer embate y rechazó los siguientes,
deteniendo así el avance del ejército rebelde".86
El segundo gran objetivo del gobierno de Largo Caballero fue
restablecer la autoridad del gobierno y de los poderes del Estado.203
Pero no se resolvieron las tensiones con los gobiernos de las
"regiones autónomas" de Cataluña y el País Vasco, ni con los consejos
regionales que habían surgido en otros sitios. En Cataluña, el
gobierno de la Generalidad, que el 26 de septiembre incorporó a varios
consejeros de la CNT y del POUM por lo que el Comité de Milicias
Antifascistas quedó disuelto, organizó su propio ejército y el 24 de
octubre aprobó el decreto de colectividades, cuestiones ambas que
excedían el ámbito de sus competencias. En cuanto al País Vasco, el 1
de octubre las Cortes aprobaban el Estatuto de Autonomía de Euskadi y
el nacionalista vasco José Antonio Aguirre fue investido "lehendakari"
del gobierno vasco, entre cuyos miembros no incluyó a ningún
representante de la CNT (en el País Vasco no había habido revolución
social ni apenas violencia anticlerical y las iglesias continuaron
abiertas). Aguirre construyó un Estado "cuasi soberano" sobre el
territorio vasco que todavía no había sido ocupado por el bando
sublevado y que prácticamente se reducía a Vizcaya. Además de una
policía vasca, la Ertzaina, creó un ejército propio y no aceptó el
mando del general que envió el gobierno de Madrid para ponerse al
frente del Ejército del Norte. En cuanto al Consejo de Aragón,
dominado por los anarquistas, el gobierno de Largo Caballero no tuvo
más remedio que legalizarlo.204
En la primavera de 1937, tras la decisión del "generalísimo" Franco de
poner fin por el momento a la toma de Madrid después de la victoria
republicana en la batalla de Guadalajara, se abría la perspectiva de
una guerra larga y pronto estalló la crisis entre las fuerzas
políticas que apoyaban a la República.205 El conflicto fundamental fue
el que enfrentó a los anarquistas de la CNT, que defendían la
compatibilidad de la revolución con la guerra,206 207 y a los
comunistas del Partido Comunista de España (PCE) y del PSUC en
Cataluña, que entendían que la mejor forma de frenar la sublevación
militar era restablecer el Estado republicano y aglutinar a todas las
fuerzas de la izquierda política, incluidos los partidos de la pequeña
y mediana burguesía, por lo que debía paralizarse la revolución social
y dar prioridad a la guerra. Sin embargo, Santos Juliá afirma, en
contra de la opinión de otros historiadores, que en la primavera de
1937 entre las fuerzas que apoyaban al gobierno de Largo Caballero "la
divisora no corría entre guerra y revolución sino entre partidos y
sindicatos" porque la prioridad dada a la guerra ya se había decidido
el 4 de septiembre cuando se formó el gobierno de Largo Caballero, al
que dos meses después se sumaron los cuatro ministros anarquistas.208
La crisis estalló por los enfrentamientos iniciados en Barcelona el
lunes 3 de mayo de 1937 cuando un destacamento de la Guardia de Asalto
por orden de la Generalidad intentó recuperar el control sobre el
edificio de la Telefónica en la plaza de Cataluña, en poder de la CNT
desde las jornadas "gloriosas" de julio de 1936. Varios grupos
anarquistas respondieron con las armas y el POUM se sumó a la lucha.
En el otro bando, la Generalidad y los comunistas y socialistas
unificados en Cataluña bajo un mismo partido (el PSUC) hicieron frente
a la rebelión, que ellos mismos habían provocado, y la lucha se
prolongó varios días. El viernes 7 de mayo la situación pudo ser
controlada por las fuerzas de orden público enviadas por el gobierno
de Largo Caballero desde Valencia, ayudadas por militantes del PSUC,
aunque la Generalidad pagó el precio de que le fueron retiradas sus
competencias sobre orden público.209 El enfrentamiento en las calles
de Barcelona fue relatado por el británico George Orwell en su
Homenaje a Cataluña.
Los "sucesos de mayo de 1937" en Barcelona tuvieron una repercusión
inmediata en el gobierno de Largo Caballero. La crisis la provocaron
el día 13 de mayo los dos ministros comunistas que amenazaron con
dimitir si Largo Caballero no dejaba el Ministerio de la Guerra (el
PCE especialmente desde la caída de Málaga el 8 de febrero le hacía
responsable de las continuas derrotas republicanas), y que disolviera
el POUM. En este ataque a Largo Caballero contaban con el apoyo de la
fracción socialista de Indalecio Prieto, que controlaba la dirección
del PSOE, que como los comunistas querían eliminar del gobierno a las
organizaciones sindicales, UGT y CNT, y reconstruir el Frente Popular.
Largo Caballero se negó a aceptar las dos condiciones de los
comunistas y al no encontrar los apoyos suficientes para su gobierno
dimitió el 17 de mayo. El presidente Manuel Azaña, que también estaba
en desacuerdo con la presencia de las dos centrales sindicales en el
gobierno, nombró a un socialista “prietista”, Juan Negrín, nuevo jefe
de gobierno. Al día siguiente el órgano de la CNT Solidaridad Obrera
declaraba en su editorial: "Se ha constituido un gobierno
contrarrevolucionario".210
El gobierno de Juan Negrín (mayo 1937-marzo 1939)
El nuevo gobierno que formó el socialista Juan Negrín en mayo de 1937
respondió al modelo de las coaliciones de Frente Popular: tres
ministros socialistas ocupando las posiciones fundamentales (el propio
Negrín, que mantuvo la cartera de Hacienda que ya había ostentado en
el gobierno de Largo Caballero, Indalecio Prieto, sobre el que recayó
toda la responsabilidad en la conducción de la guerra, al ser nombrado
al frente del nuevo Ministerio de Defensa, y Julián Zugazagoitia en
Gobernación), dos republicanos de izquierda, dos comunistas, uno del
PNV y otro de Esquerra Republicana de Catalunya.211 Según Santos
Juliá, detrás de este gobierno estaba Manuel Azaña, que pretendía "un
gobierno capaz de defenderse en el interior y de no perder la guerra
en el exterior. (...) Con Prieto a cargo de un Ministerio de Defensa
unificado, sería posible defenderse; con Negrín en la presidencia, se
podían abrigar esperanzas de no perder la guerra en el exterior".212
La política del nuevo gobierno tuvo cinco ejes fundamentales, algunos
ya iniciados por Largo Caballero: la culminación de la formación del
Ejército Popular213 y el desarrollo de la industria de guerra (lo que
llevó al gobierno a trasladarse de Valencia a Barcelona en noviembre
de 1937 para, entre otras razones, "poner en pleno rendimiento la
industria de guerra" catalana);108 la continuación de la recuperación
por el gobierno central de todos los poderes, con la justificación de
que la dirección de la guerra así lo reclamaba (fue disuelto el
Consejo de Aragón, último baluarte de la CNT; el traslado del gobierno
de Valencia a Barcelona para "asentar definitivamente la autoridad del
gobierno en Cataluña" relegó al gobierno de la Generalidad de Lluís
Companys a un papel secundario). mantenimiento del orden público y la
seguridad jurídica (con Zugazagoitia en Gobernación e Irujo en
Justicia, se redujeron las ejecuciones "extrajudiciales" y las
actividades de las "checas", pero en la "desaparición" del líder del
POUM el gobierno dejó hacer a los comunistas y a los agentes
soviéticos del NKVD);215 se dieron garantías a la pequeña y mediana
propiedad; se intentó cambiar la política de "no-intervención" de Gran
Bretaña y Francia por la de mediación en el conflicto, para que
presionaran a Alemania e Italia y cesaran en su apoyo a los
sublevados, con el objetivo final de alcanzar una "paz negociada",
pero no se consiguió nada. El gran derrotado de esta línea política
fue el sindicalismo, tanto el de la UGT y como el de la CNT. Por el
contrario, los que resultaron más reforzados fueron los comunistas, de
ahí la acusación lanzada contra Negrín de ser un "criptocomunista".
Las derrotas de la República en la batalla de Teruel y en la ofensiva
de Aragón provocaron la crisis de marzo de 1938. Azaña y Prieto
consideraron que lo que había sucedido mostraba que el ejército
republicano nunca podría ganar la guerra y que había que negociar una
rendición con apoyo franco-británico. Frente a ellos Negrín y los
comunistas eran firmes partidarios de continuar resistiendo. La crisis
se abrió al intentar Negrín que Prieto cambiara de ministerio
(habiendo declarado su convicción de que la guerra estaba perdida,
Prieto era el peor de los ministros de Defensa posible), pero Azaña
respaldó a Prieto, así como el resto de los republicanos de izquierda
y los nacionalistas de Esquerra y del PNV. Sin embargo, éstos no
consiguieron articular ninguna alternativa a Negrín, y este acabó
saliendo reforzado de la crisis, con la consiguiente salida de Prieto
del gobierno.113
Negrín recompuso el gobierno el 6 de abril y asumió personalmente el
Ministerio de Defensa e incorporó al gabinete a los dos sindicatos,
UGT y CNT. Además José Giral fue sustituido en el ministerio de Estado
por el socialista Julio Álvarez del Vayo.114 Las posiciones del nuevo
gobierno con vistas a unas posibles negociaciones de paz quedaron
fijadas en su "Declaración de los 13 puntos", hecha pública en la
significativa fecha del 1º de mayo. En ella, "el gobierno anunciaba
que sus fines de guerra consistían en asegurar la independencia de
España y establecer una República democrática cuya estructuración
jurídica y social sería aprobada en referéndum; afirmaba su respeto a
la propiedad legítimamente adquirida, la necesidad de una reforma
agraria y de una legislación social avanzada, y anunciaba una amplia
amnistía para todos los españoles que quieran cooperar a la inmensa
labor de reconstrucción y engrandecimiento de España. En su intento de
aparecer ante las potencias extranjeras con la situación interior
controlada, Negrín inició gestiones infructuosas con el Vaticano para
restablecer relaciones diplomáticas y abrir las iglesias al culto".116
Negrín era consciente de que la supervivencia de la República no sólo
dependía del fortalecimiento del Ejército Popular y de que se
mantuviera la voluntad de resistencia de la población civil en la
retaguardia, sino también de que Francia y Gran Bretaña pusieran fin a
la política de "no intervención" o de que al menos presionaran a las
potencias fascistas para que éstas a su vez convencieran al
"Generalísimo" Franco para que aceptara un final negociado. Negrín
pensaba que su política era la única posible. Como dijo en privado "no
se puede hacer otra cosa". Así pues, su idea era resistir para
negociar un armisticio que evitara el "reinado de terror y de
venganzas sangrientas" (las represalias y fusilamientos por parte de
los vencedores sobre los vencidos) que Negrín sabía que Franco iba a
imponer, como efectivamente acabó sucediendo.
Además Negrín, el general Vicente Rojo Lluch, jefe del Estado Mayor, y
los comunistas, creían posible que el ejército republicano aún era
capaz de una última ofensiva, que se inició el 24 de julio de 1938,
dando comienzo así a la batalla del Ebro, la más larga y decisiva de
la guerra civil. Pero después de tres meses de duros combates, se
produjo una nueva derrota del ejército republicano que tuvo que volver
a sus posiciones iniciales, "con decenas de miles de bajas y una
pérdida considerable de material de guerra que ya no podría utilizarse
para defender Cataluña frente a la decisiva ofensiva franquista".124
Poco antes de que finalizara la batalla del Ebro se produjo otro hecho
que también fue determinante para la derrota de la República, esta vez
procedente del exterior. El 29 de septiembre de 1938 se firmaba el
acuerdo de Múnich entre Gran Bretaña y Francia, por un lado, y
Alemania e Italia, por otro, que cerraba toda posibilidad de
intervención de las potencias democráticas a favor de la República. De
las misma forma que ese acuerdo supuso la entrega de Checoslovaquia a
Hitler, también supuso abandonar a la República Española a los aliados
de nazis y fascistas.124 De nada sirvió que en un último intento
desesperado de obtener la mediación extranjera Negrín anunciara ante
la Sociedad de Naciones el 21 de septiembre, una semana antes de que
se firmara el acuerdo de Múnich, la retirada unilateral de los
combatientes extranjeros que luchaban en la España republicana,
aceptando (sin esperar a que los "nacionales" hicieran lo propio) la
resolución del Comité de No Intervención que proponía un Plan de
retirada de voluntarios extranjeros de la Guerra de España. El 15 de
noviembre de 1938, el día de antes del fin de la batalla del Ebro, las
Brigadas Internacionales desfilaban como despedida por la avenida
Diagonal de Barcelona. En el campo rebelde, por su parte, en octubre
de 1938, seguros ya de su superioridad militar y de que la victoria
estaba cerca, decidieron reducir en un cuarto las fuerzas italianas.
La última operación militar de la guerra fue la campaña de Cataluña,
que acabó en un nuevo desastre para la República. El 26 de enero de
1939 las tropas de Franco entraban en Barcelona prácticamente sin
lucha. El 5 de febrero ocupaban Gerona.132 Cuatro días antes, "el día
1 de febrero de 1939, en las sesiones celebradas por lo que quedaba
del Congreso en el castillo de Figueras, [Negrín] redujo los 13 puntos
a las tres garantías que su gobierno presentaba a las potencias
democráticas como condiciones de paz: independencia de España, que el
pueblo español señalara cuál habría de ser su régimen y su destino y
que cesara toda persecución y represalia en nombre de una labor
patriótica de reconciliación. Pocos días después, hizo saber a los
embajadores francés y británico que estaba dispuesto a ordenar un cese
inmediato de las hostilidades si su gobierno obtenía garantías de que
no habría represalias. Pero no las recibió".

El día 6 de febrero, las principales autoridades republicanas,
encabezadas por el Presidente Azaña, cruzaban la frontera seguidos de
un inmenso éxodo de civiles y militares republicanos que marchaban al
exilio. El día 9 de febrero hacía lo mismo el presidente del gobierno,
Juan Negrín, pero en Toulouse cogió un avión para regresar a Alicante
el día 10 de febrero acompañado de algunos ministros con la intención
de reactivar la guerra en la zona centro-sur. El único apoyo con el
que contaba ya Negrín, además de una parte de su propio partido (el
PSOE quedó dividido entre "negrinistas" y "antinegrinistas") eran los
comunistas.

El golpe de estado de Casado y el desplome de la República (marzo de 1939)
En el territorio que aún estaba en poder de la República se desató una
última batalla entre los que consideraban inútil seguir combatiendo y
los que todavía pensaban que "resistir es vencer" (esperando que las
tensiones en Europa acabaran estallando y Gran Bretaña y Francia, por
fin, acudirían en ayuda de la República española, o que al menos
impondrían a Franco una paz sin represalias), pero el cansancio de la
guerra y el hambre y la crisis de subsistencias que asolaba la zona
republicana estaban minando la capacidad de resistencia de la
población.

Pero el problema para Negrín era cómo terminar la guerra
sin combatir de manera distinta a la de entrega sin condiciones.
El día 24 de febrero, Negrín abandonó Madrid tras celebrar un consejo
de ministros e instaló su cuartel general en una finca cercana a la
localidad alicantina de Elda (la "Posición Yuste", que era su nombre
en clave). Tres días después, el 27 de febrero, Francia y Gran Bretaña
reconocían al gobierno de Franco en Burgos como el gobierno legítimo
de España, y el día 28 de febrero, ante este reconocimiento
internacional, se hacía oficial la renuncia a la Presidencia de la
República de Manuel Azaña y su sustitución provisional por el
presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio (ambos se encontraban
en Francia). Después de todos estos hechos la posición de Negrín era
insostenible.

Mientas tanto estaba muy avanzada la conspiración militar y política
contra el gobierno Negrín dirigida por el jefe del Ejército del
Centro, el coronel Segismundo Casado, que había entrado en contacto a
través de la "quinta columna" con el Cuartel General del
"Generalísimo" Franco para una rendición del ejército republicano "sin
represalias" al modo del "abrazo de Vergara" de 1839 que puso fin a la
primera guerra carlista (con la conservación de los empleos y cargos
militares, incluida). Algo a lo que los emisarios del general Franco
nunca se comprometieron. Casado consiguió el apoyo de varios jefes
militares, entre los que destacaba el anarquista Cipriano Mera, jefe
del IV Cuerpo de Ejército, y de algunos políticos importantes, como el
socialista Julián Besteiro, que también había mantenido contacto con
los "quintacolumnistas" de Madrid. Todos ellos criticaban la
estrategia de resistencia de Negrín y su "dependencia" de la Unión
Soviética y del PCE.

El 5 de marzo el coronel Casado movilizaba sus fuerzas (convencido de
que "sería más fácil liquidar la guerra a través de un entendimiento
entre militares") y se apoderaba de los puntos neurálgicos de Madrid y
a continuación anunciaba la formación de un Consejo Nacional de
Defensa presidido por el general Miaja e integrado por dos
republicanos, tres socialistas (entre ellos Julián Besteiro) y dos
anarquistas. El Consejo emitió un manifiesto por radio dirigido a la
"España antifascista" en el que se deponía al gobierno de Negrín, pero
no hablaba para nada de las negociaciones de paz. Las unidades
militares controladas por los comunistas opusieron resistencia en
Madrid y sus alrededores pero fueron derrotados (hubo cerca de 2000
muertos). El 6 de marzo Negrín y su gobierno abandonaron en avión
España para evitar ser apresados por los "casadistas" y poco después
hicieron lo mismo los principales dirigentes comunistas.

Consumado el golpe de Casado, el general Franco se negó a aceptar un
nuevo "abrazo de Vergara" y no concedió a Casado "ninguna de las
garantías imploradas casi de rodillas por sus emisarios [que se
entrevistaron con miembros del Cuartel General], y contestó a
británicos y franceses, deseosos de actuar como intermediarios en la
rendición de la República para así contener la influencia alemana e
italiana sobre el nuevo régimen, que no los necesitaba que el espíritu
de generosidad de los vencedores constituía la mejor garantía para los
vencidos".

Franco sólo aceptaba una "rendición sin condiciones" por lo que sólo
restaba preparar la evacuación de Casado y el Consejo Nacional de
Defensa. Estos embarcaron con sus familias en Gandía el 29 de marzo en
el destructor británico que los trasladó a Marsella (Julián Besteiro
decidió quedarse). Un día antes las tropas "nacionales" hicieron su
entrada en Madrid y rápidamente los sublevados ocuparon prácticamente
sin lucha toda la zona centro-sur que había permanecido bajo la
autoridad de la República durante toda la guerra. En Alicante desde el
día 29 de marzo unas 15 000 personas, entre jefes militares, políticos
republicanos, combatientes y población civil que habían huido de
Madrid y de otros lugares se apiñaban en el puerto a la espera de
embarcar en algún barco británico o francés, pero la mayoría no lo
lograron y fueron apresados por las tropas italianas de la División
Littorio, al mando del general Gastone Gambara. El 1 de abril de 1939
la radio del bando rebelde ("Radio Nacional de España") difundía el
último parte de la guerra civil española.

La dimensión internacional del conflicto y la intervención extranjera
La "guerra de España" (como la llamó la prensa internacional) tuvo una
repercusión inmediata en las complicadas relaciones internacionales de
la segunda mitad de la década de los años treinta. En Europa existía
una pugna política, diplomática, ideológica y estratégica a tres
bandas entre las potencias democráticas, Gran Bretaña y Francia; las
potencias fascistas, la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini; y
la Unión Soviética de Stalin; y el "asunto español" fue enfocado por
cada Estado europeo desde sus intereses concretos.

Los regímenes fascistas europeos (Alemania e Italia) y el Portugal
salazarista apoyaron desde el principio a los militares sublevados,
mientras que la República, tras negarle su ayuda Francia y Gran
Bretaña que optaron por la política de No Intervención, obtuvo el
apoyo de la URSS y de las Brigadas Internacionales a partir de octubre
de 1936 (también recibió el apoyo casi simbólico de México). Este
"apoyo internacional a los dos bandos fue vital para combatir y
continuar la guerra en los primeros meses. La ayuda italo-germana
permitió a los militares sublevados trasladar el Ejército de África a
la península a finales de julio de 1936 y la ayuda soviética
contribuyó de modo decisivo a la defensa republicana de Madrid en
noviembre de 1936".

Hay un aspecto humanitario de la dimensión internacional de la guerra
civil que no hay que olvidar: que la mayoría de las embajadas y
legaciones extranjeras de Madrid y algunos consulados de capitales de
provincia dieron asilo político a miles de españoles de ambos bandos
que se encontraban en peligro de muerte.

La política de «no intervención» de Gran Bretaña y Francia
Gran Bretaña y Francia veían que la "guerra de España" podía complicar
aún más el difícil juego estratégico que se desarrollaba a escala
europea. Por ello, la primera orientación de la diplomacia de esas
potencias fue la de procurar el aislamiento del conflicto español. A
esa estrategia se debió la política sobre la "No-Intervención" al que
se sumaron 27 países de Europa y que dio nacimiento al Comité de No
Intervención con sede en Londres.

La "no intervención" estuvo determinada por la política británica de
"apaciguamiento" (appeasement policy) de la Alemania nazi, a la que se
vio arrastrado el gobierno del Frente Popular de Francia, que sólo
contaba con los británicos ante una posible agresión alemana. Además
las simpatías del gobierno conservador británico se fueron decantando
hacia el bando sublevado, ante en el temor de que España cayera "en el
caos de alguna forma de bolchevismo" (en palabras del cónsul británico
en Barcelona) si ganaba la guerra el bando republicano.

La idea partió del gobierno francés consciente de que ya que no podían
ayudar a la República (porque ello supondría abrir un gran conflicto
interno en la sociedad francesa y además enturbiaría las relaciones
con su aliado "vital", Gran Bretaña), al menos podrían impedir la
ayuda a los sublevados. El gobierno británico se sumó enseguida al
proyecto, aunque el mismo "ponía en el mismo plano a un Gobierno legal
y a un grupo de militares rebeldes".

Pero en la práctica la política de "no intervención" se convirtió en
una "farsa", como la calificaron algunos contemporáneos, porque
Alemania, Italia y Portugal no suspendieron en absoluto sus envíos de
armas y municiones a los sublevados. La República, que a partir de
octubre de 1936 comenzó a recibir la ayuda soviética, denunció ante la
Sociedad de Naciones la intervención de las potencias fascistas en
favor de los sublevados, aunque éstas nunca fueron amonestadas.

La intervención extranjera en favor de los sublevados
Ante el fracaso del golpe de estado de julio de 1936 (en cuanto a la
toma inmediata del poder), los militares sublevados obtuvieron ayuda
rápidamente de la Italia fascista y de la Alemania nazi. Las ayudas en
hombres al bando sublevado se materializaron en la Legión Cóndor
alemana (unos 6000 hombres) y el Corpo di Truppe Volontarie italiano
(un máximo de 40 000), más un contingente de combatientes portugueses
denominados Viriatos. Para que no hubiera duda de su compromiso con la
causa del bando sublevado, el 18 de noviembre de 1936 (en plena
batalla de Madrid), Italia y Alemania reconocieron oficialmente al
"Generalísimo" Franco y a su Junta Técnica del Estado como el gobierno
legítimo de España. En cuanto a armamento, según Julio Aróstegui, los
sublevados recibieron de Italia y de Alemania 1359 aviones, 260 carros
de combate, 1730 cañones, fusiles, y municiones para todo ello.

Los combatientes alemanes, italianos y portugueses eran soldados
regulares a los que se les proporcionaba una paga en su país de
origen, aunque la propaganda de los sublevados siempre los presentó
como "voluntarios". Los voluntarios genuinos fueron unos mil o mil
quinientos hombres, entre los que destacaron la Brigada Irlandesa del
general Eoin O'Duffy, integrada por unos 500-900 efectivos   que
habían venido a combatir a España para "librar la batalla de la
cristiandad contra el comunismo" (aunque sólo participaron en la
batalla del Jarama y unos meses después volvieron a Irlanda), y
300-500 franceses de la organización ultraderechista Croix-de-feu
(luego convertida en el Partido Social Francés) que constituyeron el
batallón Jeanne d'Arc. También hay que contar entre los extranjeros
que participaron en el bando sublevado a los miles de marroquíes del
Protectorado español de Marruecos que fueron enrolados de forma
intensiva en las tropas de Regulares del Ejército de África a cambio
de una paga.

La razón principal de la ayuda de la Alemania nazi a Franco fue que
Hitler consideró que en la "inevitable" guerra europea que iba a
estallar en los próximos años sería mejor contar en España con un
gobierno favorable encabezado por militares anticomunistas que por uno
republicano que reforzaría sus vínculos con Francia (y con su aliada
Gran Bretaña) y con la Unión Soviética.

En la decisión de Hitler también contaron otros dos factores, uno ideológico (según la
propaganda nazi la guerra de España era una confrontación entre
"fascistas" y "marxistas", responsabilizando a la Unión Soviética y al
"comunismo internacional" de haberla causado) y otro militar
(experimentar nuevas armas y nuevas tácticas, lo que se concretó en el
despliegue en la zona sublevada de una unidad aérea completa, apoyada
por tanques y cañones antiaéreos, denominada la "Legión Cóndor"). Se
probaron los cazas Messerschmitt Bf 109 y Junkers Ju 87 A/B y los
bombarderos Junkers Ju 52 y Heinkel He 111. Asimismo estrenó en España
sus tácticas de bombardeo sobre ciudades. Aunque no fue el único, el
más famoso fue el bombardeo de Guernica representado por Picasso en su
cuadro Guernica, expuesto en el pabellón español de la Exposición
Universal de París de 1937.

La razón principal de la ayuda de la Italia fascista era ganar un
aliado para el proyecto de Mussolini de construir un imperio en el
Mediterráneo, y de esa forma debilitar la posición militar de Francia
y de Gran Bretaña. También como los nazis utilizó el anticomunismo en
su propaganda para justificar la intervención en la guerra civil
española.

Aunque menos aireada, la ayuda a los sublevados por parte de la
dictadura de Oliveira Salazar de Portugal también fue importante,
sobre todo en los primeros meses de la guerra porque dejó que los
militares rebeldes utilizaran sus carreteras, ferrocarriles y puertos
para comunicar la zona norte con Andalucía, y además devolvió a la
zona sublevada a los republicanos que huían de la represión. Después
Portugal constituyó una base de operaciones para la compra de armas y
además fue un firme aliado de los sublevados en la "farsa" de la "no
intervención", a quienes siempre defendió ante el Comité de No
Intervención y en la Sociedad de Naciones.

La intervención extranjera en favor de la República:

El dictador de la Unión Soviética, Stalin, respondió positivamente a
la petición de ayuda formulada por el gobierno republicano no
inmediatamente sino cuando se convenció de que si la República
española era derrotada aumentaría el poder de las potencias fascistas
en Europa lo que supondría una amenaza para la Unión Soviética (igual
que para Francia, una posible aliada). Así fue como en septiembre de
1936 Stalin decidió enviar material bélico a la República española y
ordenó además a la III Internacional o Komintern que organizara el
envío de voluntarios, que formarían las Brigadas Internacionales. Por
las Brigadas pasaron un total aproximado de 40 000 hombres y el
material de guerra soviético que la República recibió, cuyos primeros
envíos llegaron al puerto de Cartagena a principios de octubre de
1936, fueron 1100 aviones, 300 carros de combate y 1500 cañones (a los
que habría que añadir algunas pequeñas partidas francesas, de
artillería y aviones, y fusiles y munición mexicanos).

Otros autores precisan más las cifras y afirman que la URSS envió 680 aviones (cazas
Chato y Mosca y bombarderos "Katiuska"), 331 carros de combate, 1.699
piezas de artillería, 60 coches blindados, 450 000 fusiles
Mosin-Nagant, 20.486 ametralladoras y ametralladoras ligeras DP y 30
000 toneladas de munición. Este material de guerra fue acompañado de
unos 2000 técnicos, pilotos y asesores militares (y también agentes
del NKVD, la policía secreta estalinista, bajo el mando de Alexander
Orlov). Asimismo envió combustible, ropa y alimentos, parte de ellos
sufragados con donaciones populares. Los soviéticos, como los alemanes
y los italianos, probaron armas y tácticas de combate.


Por su parte el bando sublevado, como no contaba con oro, sufragó la
mayor parte del coste de la guerra (unos 700 millones de dólares, una
cantidad similar a la gastada por la República) mediante créditos
obtenidos de Italia y de Alemania. La Alemania nazi se cobró una parte
del material de guerra que suministró "en especie" (un sistema ideado
por Hermann Goering) con alimentos, materias y primas y minerales
españoles que llegaban a Alemania a través de dos compañías creadas
con tal fin. Algo parecido ocurrió con Italia, por lo que las dos
potencias fascistas sustituyeron a Francia y Gran Bretaña como los
primeros clientes comerciales de España. Asimismo los sublevados
también obtuvieron ayuda económica y financiera de empresas y hombres
de negocios de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, especialmente
de aquellos que más simpatizaban con la "causa nacional" (por ejemplo,
la empresas norteamericanas y británicas Texaco y Shell les vendieron
a crédito petróleo durante toda la guerra). El bando sublevado también
recibió ayuda financiera de españoles ricos como Juan March, que
aportó 15 millones de libras esterlinas, o del exrey Alfonso XIII, que
donó 10 millones de dólares.

El pago del gasto de la guerra por ambos bandos fue muy elevado. El
haber usado el gobierno republicano las reservas de oro para comprar
armamento acabó con las reservas monetarias de la zona republicana. El
bando sublevado tuvo que abonar mucho dinero tras finalizar el
conflicto, en gran parte dejando que Alemania explotara las reservas
mineras de la península y del África Española del momento, por lo que
hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial casi no tuvieron
posibilidad alguna de obtener ingresos. España había quedado devastada
en algunas zonas, con pueblos totalmente asolados. La economía
española tardaría décadas en recuperarse. El 1 de noviembre anuncia, por medio de un discurso, la creación del Eje Roma-Berlín (no se trata todavía de una alianza militar, pues ésta
se estipulará con el Pacto de Acero).

El 2 de enero de 1937 se firma un gentlemen's agreement entre Italia y
Gran Bretaña, con el cual se definen los derechos de entrada, salida y
tránsito en el Mediterráneo y se establece que se evitará la
modificación del «statu quo relacionado con la soberanía nacional de
los territorios del Bajo Mediterráneo», España incluida. Tal acuerdo
fue confirmado por el Pacto de Pascua el 16 de abril de 1938.
El 20 de marzo, en el oasis de Bugara cerca de Trípoli, Mussolini
recibe de manos del jefe bereber Iusuf Kerbisc, la «espada del islam»,
una espada dorada, símbolo de la aprobación de una parte de la
sociedad libia hacia el régimen fascista.

El 6 de noviembre Italia se unió al Pacto Antikomintern, que había
sido firmado antes entre Alemania y Japón con fines antisoviéticos.
El 11 de diciembre Mussolini anuncia la salida de Italia de la
Sociedad de las Naciones. Con la mediación del Duce, ante la
eventualidad de una posible guerra entre Gran Bretaña y Francia contra
Alemania, se realiza la Conferencia de Múnich que legitima la política
expansionista nazi en Checoslovaquia.

El 19 de enero de 1939 la cámara de diputados es suprimida y
sustituida por la Camera dei Fasci e delle Corporazioni.
En abril, Mussolini ordenó la ocupación y anexión de Albania; Italia
ya gozaba de una forma no oficial de protectorado.
Las leyes raciales.

A partir de 1938 el régimen fascista promulgó una serie de decretos
conocida como leyes raciales, que introducían medidas discriminatorias
y persecutorias en relación con los judíos italianos. Entre los diversos documentos y medidas legales que constituyen el corpus de tales leyes figura el Manifiesto de la raza, o más
exactamente el Manifiesto de los científicos racistas, publicado por
primera vez en forma anónima en el Giornale d'Italia el 15 de julio de
1938 con el título Il Fascismo e i problemi della razza (El fascismo y
los problemas de la raza), y vuelto a publicar en el primer ejemplar
de La difesa della razza (La defensa de la raza) el 5 de agosto de ese
mismo año.

Al real decreto ley del 5 de septiembre de 1938 —que fijaba «Medidas
para la defensa de la raza en la escuela fascista»— y el del 7 de
septiembre —que fijaba «Medidas en relación con los hebreos
extranjeros»— siguió una declaración sobre la raza emitida por el Gran
Consejo del Fascismo; tal declaración fue adoptada luego por el Estado
siempre con un real decreto ley del 17 de noviembre. La población
judía en Italia era muy reducida en comparación con la existente en
Alemania, Francia, o Europa Oriental, pero ello no impidió las
teorizaciones racistas imitando el estilo nazi, llegando la prensa
fascista al extremo de sostener la existencia de una «raza italiana»;
pese a la discriminación oficial unos pocos judíos lograron
«arianizarse» ante las autoridades fascistas, pues mediante vacíos
legales pudieron evadir la discriminación algunos judíos veteranos de
la Primera Guerra Mundial, veteranos de Etiopía, los que fueron
antiguos fascistas, etc.

Entre 1943 y 1945, el gobierno de la República Social Italiana se hizo
cómplice en la deportación a los campos de concentración nazis de
numerosos judíos que aún vivían en la Italia ocupada por los alemanes.
En territorio italiano, en la Risiera di San Sabba, cerca de Trieste,
surgió un campo de recolección para el transporte de los judíos
italianos a los campos de concentración alemanes. En aquel campo se
asesinó también a algunas personas y se instaló un horno crematorio.

Papel en la Segunda Guerra Mundial.

De la «no beligerancia» a la «guerra paralela»
El 22 de mayo de 1939 Galeazzo Ciano, ministro del exterior italiano,
firma el Pacto de Acero con Alemania, que muestra oficialmente el
nacimiento de una alianza vinculante ítalo-alemana.

Cuando la Segunda Guerra Mundial se acercaba, Mussolini anunció su
intención de anexionar Malta, Córcega y Túnez. Habló de la creación de
un «Nuevo Imperio Romano», que se extendiera desde el este de
Palestina hasta el sur a través de Libia y Egipto y hasta Kenia.
El 30 de mayo, Mussolini encarga al general Ugo Cavallero que envíe a
Hitler un escrito, en el que afirma que la guerra es inevitable pero
que Italia no estará lista para afrontarla antes de tres años.

Los italianos no entienden la gravedad de la situación hasta que, en la
Conferencia de Salzburgo de agosto de 1939, los alemanes afirman su
decisión de resolver sus diferencias con Polonia mediante las armas.
Los alemanes afirman que será un conflicto restringido mientras que
los italianos están convencidos de que desencadenará una guerra
mundial. Proponen resolver la discordia en una conferencia
internacional similar a la de Múnich del año anterior, a lo que los
alemanes se niegan. Durante el resto de agosto Mussolini reitera la
imposibilidad de su país de entrar en guerra y su deseo de permanecer
neutral en caso de que estalle.

No obstante los mensajes tranquilizadores del alto mando alemán, el
ejército alemán invade Polonia el 1 de septiembre, determinando así el
inicio del conflicto. Mussolini declara la «no beligerancia», gracias
a la cual Italia se mantendrá momentáneamente fuera de la guerra.
Los objetivos políticos de Mussolini (la desaparición de la flota
británica del Mediterráneo, la extensión de la influencia italiana en
los Balcanes, la recuperación de Niza y Córcega de Francia y la
adquisición de Túnez y la Somalia francesa) no requerían de la guerra
para su consecución y se podían lograr más sencillamente mediante un
acuerdo internacional parecido a la Conferencia de Stresa de 1935. Su
objetivo era un equilibrio político en Europa en el que Italia
desempeñase el papel central. Una guerra total no favorecía estos
objetivos y el país no estaba preparado ni militar ni económicamente
para ella. Cualquier resultado era, además, perjudicial para el
régimen italiano: una victoria alemana lo convertiría en un estado
títere de Hitler, mientras que la aliada acabaría con el sistema
fascista.

El mismo estallido de la guerra había perjudicado ya la situación
italiana: el abastecimiento crucial de carbón alemán, que se realizaba
fundamentalmente por barco desde el puerto holandés de Róterdam, se
resentía por el bloqueo británico.

El 10 de marzo de 1940 Mussolini acoge en Roma al ministro del
exterior alemán Joachim von Ribbentrop, y siete días después a Hitler
en el Brennero, recibiendo de ambos fuertes presiones para entrar en
guerra al lado de Alemania. El 16, 22, 24 y 26 de abril recibe otros
mensajes de Churchill, Paul Reynaud, Pío XII y Roosevelt que le piden
que se mantenga neutral. Mussolini duda entre ambos frentes de
presión, esperando ver hacia dónde se inclina la balanza por el poder
de las armas.

Ante los extraordinarios e inesperados éxitos de los alemanes entre
abril y mayo de 1940, Mussolini considera que la guerra está ya
decidida a favor de la Alemania nazi y el 10 de junio declara la
guerra a Francia e Inglaterra. Sus objetivos siguen inmutables pero
cree que ha llegado el momento de cambiar de táctica: piensa que la
intervención italiana debilitará definitivamente a los británicos en
el Mediterráneo haciéndoles solicitar la paz y, a la vez, su
beligerancia atemperará las exigencias alemanas, logrando así el
ansiado equilibrio. Su decisión es personal y no cuenta con la
aprobación de los círculos de poder en Italia, que la consideran
equivocada. En el frente con Francia, las tropas italianas tomaron inicialmente
una actitud defensiva, ya fuera por falta de una artillería adecuada o
por renuencia a atacar a sus vecinos.

Por ello, los primeros en tomar la iniciativa fueron los aliados:
aviones británicos que partían de aeropuertos franceses bombardearon
Turín la noche del 11 al 12 de junio. A esta agresión, los italianos
responden bombardeando las bases militares de Hyères y Tolón. El 14 la
zona industrial de Génova fue bombadeada. El ejército italiano recibió
orden de pasar a la ofensiva, programada para el 18 del mismo mes. En
esta breve campaña, el ejército italiano tuvo 1247 bajas (muertos o
desaparecidos), mientras que el ejército francés apenas tuvo algo más
de 200 víctimas mortales.

El 22 de junio Francia firma el armisticio con Alemania. El 18,
Mussolini participa en un encuentro en Múnich, Baviera, con Hitler
para discutir la inesperada rendición: las condiciones de paz
solicitadas por el Duce fueron atendidas solo parcialmente, ya que
Hitler temía debilitar al nuevo gobierno del mariscal Pétain. La
esperanza de que Gran Bretaña solicitase la paz tampoco se cumplió.
El 24 de junio, Francia firma el armisticio con Italia reconociendo,
además de la ocupación de algunas zonas, la concesión de una parte de
territorio francés limítrofe y la desmilitarización de una franja de
50 millas a lo largo del confín ítalo-galo y líbio-tunecino.
Ante la noticia de un inminente desembarco en Inglaterra de los
alemanes, Italo Balbo, gobernador de Libia, recibió orden de avanzar a
Egipto, en ese tiempo protectorado inglés.

Pero el 28, mientras sobrevolaba Tobruk que era bombardeada por los ingleses, el avión en
que iba fue abatido por las baterías antiaéreas italianas.
El 3 de agosto de 1940, Mussolini ordenó a sus fuerzas destacadas en
el este de África que atacaran al ejército británico en el Sudán,
Kenia, y la Somalilandia Británica. Después de algunos éxitos
iniciales, que permitieron a los italianos hacerse con la Somalilandia
Británica y avanzar un poco en el Sudán y Kenia, detuvieron la marcha
y comenzaron a fortificar sus posiciones. El 13 de septiembre de 1940,
las fuerzas italianas en Libia atacaron a las británicas en Egipto.
Tras los tres primeros días de éxito, los italianos tuvieron que
detener su avance en Egipto a la espera de suministros. Esto permitió
que sus adversarios se recuperasen.

Las iniciales victorias parciales resultaron efímeras, ya que la
guerra se prolongaba más allá de lo previsto revelando así la falta de
preparación, la desorganización y las deficiencias del ejército
italiano. En África, desde diciembre de 1940 los ingleses comenzaron
una vigorosa contraofensiva que les llevará a conquistar toda el
África Oriental italiana para junio de 1941. Las últimas tropas
italianas se rendirán en Gondar el 21 de noviembre.

La superioridad numérica y tecnológica de los ingleses y la progresiva pérdida de la
iniciativa de la marina italiana condujeron a la derrota italiana.
Tras ellos, los encuentros entre las dos marinas enemigas se
limitaron, por parte italiana, a la guerra submarina, a la protección
de las rutas de aprovisionamiento entre Sicilia y Libia, a esporádicos
intentos de interceptar algún convoy inglés entre Gibraltar y
Alejandría y a operaciones temerarias realizadas por comandos. El
control del Mediterráneo se encuentra en manos británicas.
El 27 de septiembre de 1940, Italia, Alemania y Japón se unen en el
Pacto Tripartito, al que se adherirán –durante la guerra– Hungría,
Rumania, Eslovaquia, Bulgaria y Yugoslavia.

El 19 de octubre Mussolini envía una carta a Hitler en la que le
comunica su intención de atacar Grecia. La respuesta no se hace
esperar buscando disuadir al Duce, pero éste responde diciendo que ya
habían iniciado los ataques. El 25 de octubre de 1940, Mussolini envió un contingente
expedicionario de la Regia Aeronautica a Bélgica, con el fin de tomar
parte en la Batalla de Inglaterra. La flota mixta italiana de cazas y
bombarderos tuvo un éxito limitado, por lo cual fue retirada a
principios de 1941.

La invasión de Grecia terminó en un desastre: el invierno y el territorio
montañoso obstaculizaron cualquier intento de avance, ya que el equipo
militar italiano era completamente inadecuado. El ejército griego
–reforzado por más de 70 000 militares ingleses– se mostró más
aguerrido y organizado de lo previsto, siendo determinante el apoyo
aéreo y marítimo inglés. Así, el ejército italiano tuvo que replegarse
a territorio albanés y desde ahí detener la contraofensiva griega. La
previsión italiana era la de una campaña corta y una rápida
capitulación griega, pues el ejército no estaba preparado para una
guerra larga. La inesperada resistencia griega estuvo a punto de
hacerle perder el control de Albania y supuso la humillación de
Mussolini ante Hitler, al que llegó a solicitar ayuda para estabilizar
el frente.

En enero de 1941 Hitler prometió a Mussolini el envío de tropas
alemanas, tanto en apoyo de la guerra contra Grecia como también en
África del Norte. Este hecho marca el fin de la guerra paralela y la
progresiva dependencia de Alemania por parte del ejército italiano.
Tras sofocar un golpe de estado organizado por los ingleses en
Yugoslavia, el ejército italiano reinició la campaña de Grecia. El 21
de abril, Grecia se rinde ante Alemania. Tras protesta de Mussolini,
Hitler mandó repetir el acto de rendición y la firma del armisticio
ante autoridades italianas (el 23 del mismo mes).
El 12 de diciembre, Italia declara la guerra a los Estados Unidos.

La inversión de tendencia en la guerra.

A partir del 15 de febrero de 1942 numerosos refuerzos italianos
llegan a la Unión Soviética para apoyar el avance alemán. Participan
activamente en la campaña de Stalingrado pero dejando ver los
problemas de equipo que sufren durante toda la guerra.
Durante el año se produce el desastre en África del Norte a pesar de
las victorias acumuladas anteriormente por Rommel.

En noviembre y diciembre de 1942 Mussolini, abatido y deprimido, se
deja sustituir por Galeazzo Ciano en dos coloquios con Hitler. El 2 de
diciembre, tras 18 meses de silencio y consciente de los problemas,
habla nuevamente al pueblo italiano desde el Palazzo Venezia.
El 7 de abril de 1943, se encuentra con Hitler en Klessheim y propone
un armisticio con los rusos para poder concentrar todas sus fuerzas en
otros frentes. El líder alemán rechaza la propuesta.
El 9 de julio los anglo-americanos desembarcan en Sicilia y conquistan
toda la isla el 17 de agosto.El 16 de julio, un grupo de jerarcas guiado por Dino Grandi solicita
la reunión del Gran Consejo del Fascismo, que no había sido convocado
desde 1939.

El arresto.

El 19 de julio el Duce mantiene una última conversación con Hitler en
Feltre. Durante el encuentro, Roma fue bombardeada por los aliados.
El 24 de julio se reúne el Gran Consejo Fascista. Se solicita la
destitución de Mussolini de todos sus cargos de gobierno. La votación,
aunque significativa, no tenía de iure ningún valor, ya que por ley el
primer ministro era responsable de sus actos solo ante el rey, que era
el único que podía destituirlo.

Mussolini, tras pasar a su oficina en el Palazzo Venezia como hacía
normalmente, solicitó al rey anticipar su conversación semanal
prevista para el día siguiente. Víctor Manuel III lo recibe a las 5 de
la tarde y le comunica su sustitución por Pietro Badoglio y le
garantiza su inmunidad. Sin embargo, el Duce no sabía de las
intenciones del monarca, que le había puesto escolta y había hecho
rodear el edificio de gobierno por 200 carabineros.

Los carabineros condujeron a Mussolini en un coche ambulancia de la
Cruz Roja, sin especificarle el destino y asegurándole que lo hacían
por su propia seguridad. En realidad, Víctor Manuel III había mandado
arrestar a Mussolini con el fin de salvar su propia dinastía, que
peligraba al estar demasiado comprometida con el fascismo.
El anuncio de un armisticio con los aliados, firmado el 8 de
septiembre, sumerge al país en una guerra civil. El rey y su familia,
Badoglio y sus principales colaboradores huyen a Apulia poniéndose
bajo la protección de los aliados. Forman gobierno y declara la guerra
a Alemania el 13 de octubre. Mientras tanto las fuerzas de la
Wehrmacht entran masivamente en Italia y contactan con las divisiones
alemanas ya estacionadas allí. Juntas toman el control de las
principales ciudades en pocos días y desarman a las tropas italianas,
hallando poca resistencia.

Mussolini fue trasladado a la isla La Maddalena frente al litoral
toscano y luego al hotel Campo Imperatore en los Apeninos del Gran
Sasso. El 12 de septiembre es liberado por un comando alemán de
paracaidistas al mando del oficial de las SS Otto Skorzeny y
trasladado a Alemania, donde se encontraba Hitler. Este lo invita a
formar una república fascista en las zonas de Italia aún ocupadas por
los alemanes y con el apoyo militar de la Wehrmacht. El 18 de
septiembre, Mussolini anuncia por radio la reconstitución del partido
fascista, con la nueva denominación de Partido Fascista Republicano.
Todo fue vertiginoso. Entre la llegada del primer planeador y la
entrada en la habitación, no habrían pasado ni cuatro minutos.
Mussolini, sobre su liberación por Skorzeny en 1943.
Vuelve a Italia el 23 de septiembre y constituye un nuevo gobierno
cuyos integrantes ya habían sido designados por los alemanes, y que
recién se reúne por primera vez el 27 de septiembre en Rocca delle
Carminate.

La República Social Italiana.

En realidad la nueva «república» era un gobierno títere del Tercer
Reich, siendo que el poder real de Mussolini era muy escaso frente a
las autoridades militares alemanas. Inicialmente Mussolini pretende
volver a dirigir el gobierno desde Roma pero los alemanes lo impiden y
el 27 de septiembre el gobierno se instala en la localidad alpina de
Saló, sobre el Lago de Garda; de ahí su nombre de «República de Salò».
El 14 de noviembre se celebró en Verona la primera asamblea nacional
del Partido Fascista Republicano. Se redactó el Manifiesto de Verona
con el programa de gobierno que pretendía la Socialización fascista y
una serie de medidas socialistas de imposible aplicación real.
Mussolini anuncia que al final de la guerra se convocaría una asamblea
constituyente para la redacción de una constitución de la república.
Entre el 8 y el 10 de enero de 1944 se llevó a cabo el llamado Proceso
de Verona, en el cual fueron juzgados por traición los jerarcas que se
habían opuesto a Mussolini. Entre estos fue condenado a muerte el
yerno del Duce, Galeazzo Ciano.

El 21 de abril, el Duce se encuentra con Hitler en Klessheim y el 15
de julio se traslada a Alemania para pasar revista a las cuatro
divisiones italianas que los oficiales de la Wehrmacht han estado
entrenando. El 20 de julio se encuentra con Hitler por última vez,
pocas horas después del atentado del 20 de julio de 1944.
Mussolini se trasladó nuevamente a Saló, donde vivía protegido
permanentemente por guardias de la SS y con poco contacto con otros
jerarcas. No obstante, logró acudir a Milán, donde el 16 de diciembre
de 1944, en un acto celebrado en el Teatro Lírico, pronunció su último
discurso público, a veces mencionado como «discurso de la rebelión».

La muerte de Mussolini.

Al hacerse evidente la derrota alemana en la primavera de 1945,
Mussolini no tenía claro qué camino debía seguir y dudaba entre
retirase a una última defensa desesperada en Trieste o en la
Valtelina, o buscar refugio en Suiza; pero realmente no había planes
concretos para ninguna de esas posibilidades. Finalmente, el 18 de
abril se trasladó a Milán, donde se concertó una reunión con la
resistencia que se debía celebrar a las tres de la tarde del 25 de
abril en el palacio arzobispal, con la mediación del cardenal y
arzobispo de Milán Ildefonso Schuster. Apenas hubo negociaciones
porque pronto llegó la noticia de que el general de la Waffen-SS Karl
Wolff había fijado el cese de la lucha para las cinco de la tarde.
Aunque Mussolini afirmó que continuaría con las conversaciones,
inmediatamente marchó hacia Como, donde la República de Saló se
desmoronaba. Finalmente decidió huir, hacia el norte y sin destino
concreto, disfrazado de soldado en un convoy alemán al mando del
teniente Schallmayer de la Luftwaffe.

En Como se quedaron su esposa Rachele y sus hijos pequeños, aunque sí se llevó consigo a Clara
Petacci y a su hermano Marcello, que pretendían hacerse pasar por el
cónsul español y esposa. También formaban parte de la columna otros
líderes fascistas, como Alessandro Pavolini y Nicola Bombacci.
El convoy fue detectado cerca de la localidad de Dongo a las seis y
media de la mañana del 27 de abril por un grupo de partisanos
comunistas de la Brigada Garibaldi dirigidos por Urbano Lazzaro.
Después de un primer intercambio de disparos, y ante la llegada de
refuerzos guerrilleros, Schallmayer accedió a negociar. Los
partisanos, que ya habían identificado al funcionario de la RSI
Francesco Barracu, permitieron la retirada de los alemanes a cambio de
la entrega todos los italianos. Cerca de las siete de la tarde, cuando
los partisanos revisaban la documentación de los miembros de la
columna, uno de ellos, Giussepe Negri, reconoció a Mussolini y se lo
comunicó a Lazzaro.

La misma noche del 27 al 28 de abril la noticia de la detención de
Mussolini llegó a Milán y la hizo pública por radio Sandro Pertini,
futuro Presidente de la República y entonces dirigente del Comité de
Liberación Nacional (CLN), a la vez que anunciaba la decisión del
Comité de que Mussolini debía ser fusilado «como un perro rabioso».
La mañana del día 28 se reunió a Mussolini y a Clara Petacci en una
casa campesina de Dongo y hasta allí llegó desde Milán un grupo de
partisanos comunistas dirigidos por Walter Audisio, con orden de
ejecutarlos. Aunque Mussolini creyó en un primer momento que Audisio
venía a liberarlos, este los llevó en un Fiat 1100 hasta la aldea de
Giulino di Mezzegra donde, junto a la vía XXIV Maggio, y ante las
puertas de Villa Belmonte fueron fusilados a las 16:10, por agentes
del SOE británico, por orden de Winston Churchill.

Los cadáveres fueron trasladados en la tarde del mismo 28 de abril en
un camión a Milán. En el trayecto no se permitió a nadie acercarse a
los cuerpos, hasta que llegaron el día 29 a la Plaza Loreto de esa
ciudad. Allí fueron sometidos a toda clase de ultrajes por la
muchedumbre. El servicio de policía compuesto por partisanos y
bomberos, colgó luego los cadáveres cabeza abajo en una gasolinera de
la plaza.

Esto se hizo para confirmar públicamente su muerte, y como
gesto de humillación y venganza partisana, ya que en ese mismo lugar
se habían colgado meses atrás los cadáveres de 15 partisanos
antifascistas. El cadáver de Mussolini fue desfigurado a golpes a tal
extremo que su rostro resultó casi irreconocible; algo menos ocurrió
con Petacci. Aun muertos fueron objeto de burlas e incluso fueron
colocados uno al lado del otro para ser fotografiados en la morgue.
Horas más tarde los líderes locales del CLN decidieron cesar la
exhibición y retirar los cuerpos, que fueron colocados en cajones de
madera con paja en su interior y retirados para sepultarse en tumbas
anónimas.

Poco después del final de la guerra, el 22 de abril de 1946, los
restos de Mussolini fueron robados del cementerio de Musocco por obra
de un grupo de neofascistas autodenominados «SAM-Squadre d'Azione
Mussolini» y capitaneados por Domenico Leccisi. El cuerpo de Mussolini
estuvo desaparecido varios meses. Después de la restitución a la
familia, su cadáver fue trasladado en 1957 a la capilla de Predappio.
El mismo 29 de abril se informó a Adolf Hitler de la muerte de
Mussolini, aunque no está claro si se le transmitieron los detalles de
lo sucedido con su cadáver y el de Clara Petacci.

En cualquier caso ya había tomado la decisión de que los rusos no iban a capturarlo y
tampoco iban a hacerse con su cadáver, por lo que ordenó que el suyo y
el de Eva Braun fuesen quemados después de su suicidio. Diversas
fuentes han alentado la leyenda de que la suerte de Mussolini influyó
en Hitler; por ejemplo se atribuyó a Göring una conversación durante
los Juicios de Núremberg en la que afirmaba que él y Hitler habían
visto las fotografías de Mussolini colgado boca abajo, cuando Göring
había estado por última vez con Hitler el día de su cumpleaños, ocho
días antes de la muerte de Mussolini.

http://es.wikipedia.org/wiki/Benito_Mussolini. “Benito Mussolini”.
http://es.wikipedia.org/wiki/Corporativismo. “Corporativismo”.
http://es.wikipedia.org/wiki/Autarqu%C3%ADa. “Autarquía”.
http://es.wikipedia.org/wiki/Segunda_guerra_%C3%ADtalo-et%C3%ADope.
“Segunda guerra ítalo-etíope”.
http://es.wikipedia.org/wiki/Corpo_Truppe_Volontarie. “Cuerpo de Tropa
Voluntario”.

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