El Estudio de la Historia
Por Kelder Toti.
(Arnold Joseph Toynbee; Londres, 1889 - York, 1975) Filósofo e
historiador británico, considerado como uno de los más importantes filósofos de
la historia, fama lograda gracias a sus 12 volúmenes de A study of
History (Estudio de la Historia, 1934-1961). Toynbee, sobrino del también historiador Arnold Toynbee, estudió
primaria en el Winchester Institute e ingresó en el Balliol College de la
Universidad de Oxford en 1908, donde se licenció en clásicas en 1911. Nada más
licenciarse, pasó un breve período de tiempo en el Escuela Británica de Atenas,
uno de los contactos con el mundo clásico que más impresionó al joven Toynbee, y
que tendría tanta repercusión en su obra.Especialista en filosofía de la historia,
estableció una teoría cíclica sobre el desarrollo de las civilizaciones.
Según
Toynbee, las civilizaciones son el resultado de la respuesta de un grupo humano
a los desafíos que sufre, ya sean naturales o sociales. De acuerdo con esta
teoría, una civilización crece y prospera cuando su respuesta a un desafío no
sólo tiene éxito, sino que estimula una nueva serie de desafíos; una
civilización decae como resultado de su impotencia para enfrentarse a los
desafíos que se le presentan. Dio gran importancia a los factores religiosos en
la formulación de las respuestas a los desafíos. Fruto de esta teoría, Toynbee
negó el determinismo en la evolución de las civilizaciones, negando que éstas
deban perecer finalmente (en abierta oposición a historiógrafos como Oswald Spengler) y
defendiendo que podía esperarse que la moderna civilización occidental pudiera
escapar a la norma general de decadencia de las civilizaciones. Fue un autor prolífico cuya obra más reconocida e influyente es, sin duda,
Estudio de la
Historia (A Study of History, doce volúmenes escritos entre 1934 y 1961). En esta obra describe y aplica su concepto de
desarrollo de las civilizaciones, al igual que en La civilización puesta a
prueba.
Regresó a Londres un año más tarde, para ocupar el puesto de
profesor asociado de Historia Antigua en el mismo Balliol College de Cambridge.
Allí permaneció hasta 1919, año en que fue designado profesor de Estudios
Griegos y Bizantinos en la Universidad de Londres. En 1925, como colofón a su
devenir académico, fue nombrado director de investigaciones de Historia
Internacional en la prestigiosa Escuela de Economía de Londres (London School of
Economics), así como director del también londinense Real Instituto de
Relaciones Internacionales. Ingresó en la Academia Británica en 1937. Hasta su jubilación académica (en 1955), desempeñó el cargo de
Profesor Investigador de Historia Internacional en la Universidad de Londres. La
última parte de su vida la dedicó a viajar y a dar conferencias por todo el
mundo, principalmente en Estados Unidos.
De manera paralela a su carrera académica, Toynbee desempeñó
diversos cargos en la política británica, en especial relacionados con las
relaciones internacionales. El primero de ellos, en 1915, fue el de funcionario
del departamento de Inteligencia del Ministerio de Asuntos Exteriores. En 1919
fue uno de los legados de Gran Bretaña en la Paz de Versalles, que únicamente
sirvió para encender la espoleta de la Segunda Guerra Mundial y que influyó
notablemente en la percepción de la historia de Toynbee, tal como se vislumbra
en la obra publicada a raíz de esa legación: El mundo tras la conferencia de
paz (1925).
De entre su abundante producción historiográfica hay que destacar
trabajos como La cuestión de Oriente entre Grecia y Turquía (1922),
publicación que llevó a cabo mientras era corresponsal del diario británico
Manchester Guardian en el conflicto que se desarrolló entre ambas
naciones durante los años 1921-1922. Previamente había publicado sus ensayos
Las nacionalidades y la guerra (1915) y La nueva Europa (1915),
donde realizaba un asombroso ejercicio de autocrítica hacia el devenir de
Occidente en los últimos cien años, ampliado en sus dos mejores obras sobre tal
cuestión: La civilización a prueba (1948) y, especialmente, El mundo y
el Occidente (1952).
A pesar de esta dedicación, Toynbee nunca abandonó su
especialización en historia de Grecia, a la que dedicó diversos estudios de los
que deben destacarse Pensamiento histórico griego (1924), Civilización
y carácter griegos (1924) y La civilización helénica (1959). Otro de
sus campos de acción preferente, el de la espiritualidad, también se vio
engalanado con estudios a los que Toynbee dedicó la mayor parte de su actividad
investigadora después de la Segunda Guerra Mundial; entre ellos es obligatorio
destacar Aproximación de un historiador a la religión (1956), Cambio y
costumbre (1966) y El cristianismo entre las religiones del mundo
(1958).
De sus frecuentes viajes a Estados Unidos durante los años 60
salieron algunos trabajos de importancia, en especial De Oriente a Occidente:
un recorrido a través del mundo (1958), Los Estados Unidos en la
revolución mundial (1962) y Ciudades en marcha (1973). Algún tiempo
antes de esta última obra había visto la luz Experiencias (1969), una
obra miscelánea compuesta de artículos, ensayos, notas y unos sorprendentes
poemas.
La última obra de Toynbee, que apareció de manera póstuma en 1976,
fue El género humano y la madre tierra: una historia narrativa del mundo.
En ella podía apreciarse el espíritu inquieto de Toynbee, pues realizaba una
reacomodación de varios de sus postulados filosóficos al aproximarse a
corrientes como el ecologismo, ausente en sus primeros análisis de la
civilización.
El Estudio de la Historia
De manera habitual, se tiene como cierta la anécdota relatada por
el propio Toynbee, según la cual el historiador británico decidió embarcarse en
su monumental estudio después de que, en 1922, cuando era corresponsal de prensa
en Oriente, observase una algarada de tropas campesinas búlgaras. Toynbee cayó
en la cuenta de que los soldados búlgaros usaban exactamente el mismo tipo de
gorro, tejido con piel de animal, que describía Heródoto como cimera del casco
que utilizaban los ejércitos persas de Jerjes.
Ello le movió a hacerse la pregunta clave: ¿cuál es el hilo
conductor de la historia? ¿Qué motiva el que las mismas costumbres, ritos, usos
y modas permanezcan inalteradas durante el curso de los tiempos? Con el notable
propósito de hallar una respuesta científicamente válida para estas preguntas,
Toynbee comenzó a construir el edificio de la continuidad de la historia. Los
doce volúmenes comenzaron a publicarse en 1934 y finalizaron en 1961.
El primer punto de importancia en la filosofía de la historia de
Toynbee es romper con la división temporal por etapas. En vez de estudiar la
evolución de las sociedades a través del tiempo, investigó la evolución del
tiempo en diversas sociedades, delimitadas mediante el gran concepto
fundamentado por el historiador británico: civilización.Estudio de la Historia (A Study of History) Es una obra
histórica y filosófica en la que se contienen las principales ideas del
historiador Arnold
J. Toynbee. Fue publicada en doce tomos, entre los años 1933 y 1961. El
siguiente artículo resume sus conceptos principales.
Dentro de este contexto, la primera idea relevante para comprender esta
propuesta, es su reflexión crítica a la historiografía tradicional, que hace del
"Estado Nacional" la unidad de análisis y reconstrucción histórica básica. Según
el autor, ninguna historia nacional se comprende sin atender a las relaciones
que se establecen con otras naciones y al contexto general que las incluye.
Siguiendo este razonamiento, Toynbee propone que las verdaderas unidades, los
"campos inteligibles de estudio histórico", son las civilizaciones. Estas
las concibe, en última instancia, como unidades culturales que incluyen variados
pueblos y/o naciones dentro de un mismo conjunto de creencias básicas.
El mundo occidental está
condicionado por dos fuerzas distintas, la democracia (política) y el industrialismo
(económica), que han creado un determinado modo de pensar la Historia, en torno a la idea de estados
nacionales. Sin embargo, los estados nacionales no son entes inteligibles y
autosuficientes de estudio, por lo que debe ampliarse el marco de observación
hasta la civilización.
La civilización occidental como campo de estudio puede remontarse en un espacio
determinado. También en un tiempo determinado, hasta el origen de la Edad Media, en donde es posible
reconocer su encuentro con otra civilización distinta, a la que denomina Helénica,
y que cobra forma en el Imperio romano. Siguiendo operaciones similares,
llega a determinar la existencia de 21 civilizaciones,
más un grupo de otras que han sido abortadas o detenidas.
Génesis de las civilizaciones.
Cabe preguntarse si las civilizaciones nacen automáticamente o no. La
respuesta es negativa, debido a la existencia de pueblos sin historia, que han permanecido
sin cambios desde el Paleolítico hasta la actualidad. Por tanto,
las civilizaciones deben nacer por una razón determinada. Descartado el criterio
racial (las civilizaciones son productos de razas superiores) y el ambiental
(son producto de su medio ambiente), surge el proceso de incitación
y respuesta, según el cual una comunidad es estimulada o presionada por un
problema, frente al cual ofrece una respuesta creativa, que en el caso de un
pueblo sin historia será el surgimiento de una nueva civilización. Sin embargo,
esta fuerza no opera hasta el infinito, ya que si la presión es demasiado
fuerte, quebrará a la civilización y la abortará antes de nacer, lo que hace
surgir el fenómeno de las civilizaciones
abortadas.
Crecimiento de las civilizaciones.
El crecimiento de las civilizaciones no es automático. La prueba de ello está
en las civilizaciones
detenidas, que han conseguido nacer, pero que se han estancado en una fase
primaria de su evolución. Tampoco el crecimiento es producto de la expansión
geográfica o del desarrollo tecnológico, ya que ambos coinciden no tanto con
fases de crecimiento, sino de decadencia de las civilizaciones. El crecimiento
exige sucesivas respuestas creativas por parte de personas o comunidades que
ofrezcan soluciones a los problemas que surgen, y que ex hypothesi no
pueden ser los creadores que han surgido con anterioridad, ya que ellos han
creado el estado de cosas que ocasiona el nuevo problema. El grupo o persona que
encuentre la solución es una minoría
creadora, que emprende un movimiento de retiro
y regreso, apartándose del curso normal de la civilización y reencontrándose
con la misma, ofreciéndole una respuesta. El resultado constante y repetido de
este proceso hace crecer a las civilizaciones cada vez más.
Existe una dirección del crecimiento, que es marca y señal distintiva de
éste. El crecimiento implica traspasar elementos de un plano material a un plano
espiritual, más etereo (eterealización).
De este modo, cuanto más crece una civilización, más elementos espirituales
surgen de ella. El resultado de este proceso creador no es reductible a leyes
fijas y predeterminadas, porque por hipótesis, la creación implica inventar
nuevas soluciones originales a viejos problemas, que producirán dos resultados
en la sociedad: ésta se hará más compleja (con más elementos), y también más
diversa (con elementos que la distinguen claramente de otras sociedades).
Colapso de las civilizaciones.
El colapso de las civilizaciones es evitable, ya que el proceso por el cual
sucesivas minorías creadoras se van relevando unas a otras puede continuar
teóricamente ad infinitum. Sin embargo, puede suceder que en determinados
momentos ninguna minoría creadora sea capaz de ofrecer una respuesta a un
problema que aflige a la civilización, frente al cual ya no habrá solución
posible. La civilización colapsa entonces y se precipita al abismo de la
desintegración. Este colapso puede asumir dos variantes, una pasiva y una
activa. La pasiva consiste en la némesis de la creatividad, que
es la idolatría de una institución que ha sido clave en una etapa anterior de la
historia de la civilización, pero que pasa a ser un estorbo en una etapa
siguiente, pese a lo cual los habitantes de la misma no se deshacen de ella por
venerarla en demasía. La variante activa consiste en la hybris de
extralimitarse más allá de toda medida racional, embarcándose en una carrera
desenfrenada que llevará a la ruina; frecuentemente asume el carácter de
militarismo suicida.
Desintegración de las civilizaciones.
Una civilización colapsada entra inevitablemente en desintegración. Este
proceso puede describirse de manera más o menos acabada, porque los pasos que
llevan desde el colapso al final son rutinarios y predecibles. La dirección del
crecimiento es hacia la eterealización, y la dirección de la desintegración es
hacia la automatización. Si el resultado final del crecimiento es una sociedad
más compleja y diversa a las demás, el resultado final de la desintegración es
una sociedad más simple (en última instancia la disolución de la misma) y
uniforme (sin tener elementos distintivos respecto de otras sociedades).
El colapso produce un cisma en el cuerpo social, y también un cisma en el
alma. El cisma en el cuerpo social se manifiesta en el fraccionamiento de la
civilización en tres: una minoría
dominante, un proletariado
interno y un proletariado
externo. Las minorías dominantes son aquellas que, perdida su creatividad,
controlan la sociedad no por la fascinación del poder creador sino por medios
estrictamente militares y policiales; sus productos típicos son los estados
universales y las filosofías. El proletariado interno es la masa
de esclavos y desarraigados que no pueden sacudirse la minoría dominante de
encima; en el camino inventan las religiones
superiores. El proletariado externo es el conjunto de hordas bárbaras que se
apiñan alrededor de la civilización, para rematarlas; este proceso las lleva a
crear las edades
heroicas y la épica.
Este cisma en el cuerpo social es reflejo de un cisma en el alma. Este cisma
puede ser asumido de maneras pasivas, dejándose llevar por la corriente, o
activas, luchando con fanatismo hasta la destrucción final. De esta manera
surgen actitudes contrapuestas como el abandono (pasivo) contra el martirio
(activo), o la promiscuidad artística y religiosa (pasivo) contra el
descubrimiento de un sentido de unidad (activo). Este cisma se lleva al campo
político en cuatro actitudes: el arcaísmo,
el futurismo,
el desasimiento
y la transfiguración.
Y cristaliza en cuatro tipos de salvadores de la sociedad, el salvador
por la espada, el salvador
por la máquina del tiempo, el filósofo
detrás del rey y el dios
encarnado. Sin embargo, todos estos salvadores están condenados al fracaso
en su misión de salvar a la civilización, si bien el dios encarnado puede crear
un nuevo tipo superior y trascendente de sociedad, más allá de la civilización,
cual es la religión universal, que a veces cristaliza en una iglesia
universal.
El proceso de desintegración de las civilizaciones se lleva a cabo en tres
tiempos y medio, movimientos que son de caída y recuperación. El primero
de ellos es el tiempo
de angustias, en donde un grupo de estados parroquiales contienden entre sí
en guerras fraticidas, el segundo es el estado universal que uno de los
contendientes o un conquistador extranjero impone a la civilización como cura de
reposo, y el tercero es el interregno,
en donde el estado universal se desintegra y cede paso a reinos bárbaros que
terminan de consumir la civilización por completo.
Durante la génesis, crecimiento y colapso de las civilizaciones, éstas son
unidades de estudio cerradas y más o menos autosuficientes. Durante la
desintegración en cambio, al perderse la unidad de la civilización por los
cismas de la sociedad y del alma, ésta se permea a influencias extranjeras
(otras civilizaciones) o bárbaras. El estado universal puede agrupar no sólo a
toda la civilización, sino también a otras civilizaciones extrañas en su seno.
La minoría dominante, al perder su espíritu, cae en la vulgarización y en la
barbarización. Las religiones universales presentan frecuentes inspiraciones
extranjeras. Los bárbaros, por su parte, suelen asumir variantes heréticas de la
religión propia de la minoría dominante, como una manera de demostrar su
oposición a la misma en el campo espiritual. Por ello los subproductos más
característicos de la desintegración (estados universales, iglesias universales
y edades heroicas) merecen ser analizados por separado.
Estados Universales.
Los Estados Universales son uno de los subproductos de la civilización en su fase de
decadencia, y son generados por la minoría
dominante de ésta. Usualmente surgen cuando un estado parroquial, de los
varios que se han estado disputando la hegemonía con los otros durante el tiempo
de angustias, le proporciona un golpe fatal a sus restantes vecinos y unifica
toda la civilización, aunque a veces puede surgir por obra de un conquistador
extranjero, sea bárbaro o bien de otra civilización.
Un Estado Universal sirve como una cura de reposo para la civilización que ha
estado sumergida en la guerra fraticida del tiempo de angustias. Al mismo tiempo
proporciona una serie de servicios a la minoría dominante, para que ésta pueda
regir en mejor forma a la civilización, pero éstos generalmente terminan por
aprovechar más a los proletariados, interno y externo, de la civilización. Así,
por ejemplo, los estados universales crean redes de caminos que a la larga serán
aprovechados por los bárbaros para invadir la civilización durante el
interregno, y por el proletariado interno para difundir sus religiones foráneas.
También crean fortalezas y campamentos militares, contra las cuales el
proletariado externo se entrenará hasta destruirlas, o bien el proletariado
interno usa para propagar su religión. Al mismo tiempo, se crean servicios
administrativos que después el proletariado externo usará como divisiones
fronterizas entre los estados sucesores del estado universal, mientras que el
proletariado interno podrá usar como plantilla para su propia iglesia universal.
Y así sucesivamente. De esta manera el Estado Universal, aunque es creado para
beneficiar a la minoría dominante, a la larga es inútil para salvar a la
civilización de su propia destrucción.
Iglesias Universales.
El subproducto más importante del proletariado interno es la religión
universal, que de desarrollarse, puede cristalizar en una iglesia ecuménica.
Cuatro de ellas han llegado a buen puerto y se han desarrollado plenamente: el
cristianismo (helénica de
inspiración siríaca), el islamismo
(siríaca), el budismo y el hinduismo.
Una manera de ver a las religiones universales es como cánceres de la
civilización, que lo consumen desde adentro, como hacía Gibbon al explicar cómo el cristianismo había
destruido al Imperio romano, pero esto no es verdad, ya que todas las
civilizaciones entran en colapso antes de que surja en su interior una religión
ecuménica, que es ex hypothesi producto de un proletariado interno nacido
justamente de ese colapso. En realidad, las religiones universales se revelan
como una especie de sociedad distinta y superior a las dos anteriores (los
pueblos sin historia y las civilizaciones), ya que en ellas se ha llevado a cabo
una eterealización al traspasar sus habitantes a un nivel de espiritualidad
superior, a una civitas dei que no es de este mundo, por lo que puede en
justicia considerarse a las civilizaciones nacidas al alero de esas religiones
universales, como regresiones de las mismas. también conocidas como una de las
fuentes más importantes
Edades Heroicas.
Las bandas bárbaras alrededor de una civilización en desintegración pasan a
ser de amistosas y receptivas a ella, a hostiles y combativas, debido a que el
poder creador de la civilización se ha acabado, y para mantener bajo control a
su entorno, la minoría dominante debe recurrir a la fuerza bruta. De este modo,
los umbrales de zonas decrecientemente civilizadas en la periferia son
reemplazadas por limes fronterizos bien
definidos, a un lado del cual está la civilización y al otro los bárbaros.
Durante un tiempo, los limes podrán expandirse, e incluso ahogar a los
bárbaros si éstos tienen accidentes geográficos insuperables a sus espaldas,
pero si no es ése el caso, los bárbaros podrán eventualmente frenar el
desarrollo de ese limes. Progresivamente, irán adoptando elementos y técnicas de
la civilización, los que obtienen por el comercio y la rapiña, al tiempo que se
entrenan militarmente luchando contra los límites de la civilización. De este
modo se igualan a los civilizados superándose a sí mismos, al tiempo que los
civilizados, presa de su desmoralización, se igualan hacia abajo con los
bárbaros.
El resultado final es que el limes revienta a favor de los
bárbaros, éstos saquean el estado universal, lo aniquilan, y fundan sobre él
estados sucesores (reinos bárbaros), que quemarán los últimos restos de la
civilización durante el interregno, en una mortífera guerra fraticida por el
botín rapiñado. Aunque los bárbaros están condenados a exterminarse a sí mismos, cumplen un
par de modestos servicios. Por un lado, crean la épica
heroica. Por otro lado, despejan el campo de los restos de la civilización
muerta para que una nueva sociedad, sea ésta una nueva civilización, e incluso
una religión ecuménica, se instale sobre la misma.
Contactos en el espacio de las civilizaciones.
Con algunas escasas excepciones, la mayor parte de las civilizaciones
históricas se han desarrollado de un modo tal, que en un momento u otro entran
en contacto con otras distintas. Una de estas modalidades de contacto es la que
se produce entre dos civilizaciones que coexisten en un mismo tiempo
(descartando aquellas que son padre e hija una respecto de la otra). Este contacto asume la forma de una acción y reacción, en donde una
civilización propina el primer golpe, sólo para recibir a continuación una
respuesta. Esto es una consecuencia del principio de incitación y respuesta, ya
que el golpe que una civilización le propina a la otra es una incitación, que
genera una respuesta, que para la otra civilización a su vez es una
incitación.
Si el asalto de una civilización a la otra es rechazado, la parte que ha
sufrido el ataque puede caer en hybris, e incluso puede afrontar la perspectiva
del colapso, como le ocurrió al mundo helénico después de las Guerras Médicas.
Si el asalto tiene éxito, la civilización sometida pasa a quedar sumergida, pero
tardará aún un largo tiempo en ser asimilada. El caso más prolongado conocido de
este tipo es el asalto que la civilización helénica emprendió contra la siríaca
con Alejandro Magno,
que sumergió mil años al mundo siríaco, hasta la instauración del Califato Omeya.
Contactos en el tiempo de las civilizaciones.
Dos civilizaciones pueden entrar en contacto también en el tiempo, cuando una
de ellas, que ya ha fenecido, es restaurada en el seno de una civilización
filial suya. Estas restauraciones son los renacimientos,
de los cuales el Renacimiento italiano es sólo un caso particular
más. Otros casos son: el renacimiento del Imperio romano en el Imperio bizantino,
y el renacimiento del Imperio Han en el Imperio Tang. Los renacimientos siguen un orden inverso a la desintegración de la
civilización renacida. Por ejemplo, en el mundo occidental primero se intentó evocar el Imperio
romano (estado
universal helénico), luego los estados parroquiales, y al final de todo el
proceso, las realizaciones culturales y artísticas helénicas
(Renacimiento propiamente tal).
Empero, como la civilización que se evoca ha fallecido, sus soluciones no son
todo lo provechosas que se debiera, de manera que un renacimiento exitoso
acarrea consigo la tragedia de agostar y sepultar a la civilización que intenta
evocar el espectro de una civilización muerta. Por ejemplo, el renacimiento
exitoso del Imperio romano, bajo la forma de Imperio bizantino, dentro de la
civilización cristiana ortodoxa produjo catastróficas consecuencias, que
llevaron a su colapso, lo que no ocurrió con el renacimiento fracasado de ese
mismo Imperio romano, bajo la forma de Sacro Imperio Romano
Germánico, en el mundo occidental.
Ley y libertad en la Historia.
Cabe preguntarse si las regularidades en la historia permiten predecir ésta
con relativa exactitud, o si bien ésta es un enorme caos sin sentido posible.
Cabe preguntarse también si el ser humano estará condenado a los ciclos de
desarrollo y destrucción, sin poder escaparse de ellos. Ante esto es claro que
existen ciertas regularidades históricas, que se presentan como ciclos históricos. Sin
embargo, estas regularidades no se repiten monótonamente, sino que cada
repetición del ciclo lleva consigo un estadio superior de desarrollo. De esta
manera, por ejemplo, el auge y caída de las civilizaciones pueden presentar un
cuadro monótono, pero a través de ellas surgieron un tipo diferente y superior
de sociedades, las religiones superiores.
Perspectivas de Occidente.
La civilización occidental nació del interregno a la caída del Imperio
romano, el estado universal de la civilización helénica. Existe indudablemente
una etapa de crecimiento, por lo menos hasta el siglo XVI, época en la que han
surgido los estados parroquiales. Es discutible si las fases históricas
posteriores marcan nuevos y sucesivos desarrollos posteriores, o bien significan
el colapso y desintegración de la civilización occidental. Lo que sí es claro es
que, si Occidente ha entrado en desintegración, ha cubierto sólo la fase del
tiempo de angustias, sin haber alcanzado aún la fase de estado universal.
La inspiración de los historiadores.
Muchos historiadores han encontrado inspiración en distintos acontecimientos
históricos que, de alguna manera, le revelan el presente y sus regularidades. Edward Gibbon se inspiró en
los cánticos gregorianos que escuchó accidentalmente para escribir su
Decadencia y caída del Imperio romano. El propio Toynbee tuvo un chispazo
capital cuando descubrió que su experiencia de la Primera Guerra Mundial, era
análoga a la Guerra del Peloponeso, tal y como la había descrito Tucídides.
Para Toynbee, la civilización, y no los estados, naciones o
etnias, era el fundamento inteligible mínimo de la sociedad humana. Además,
estableció la interacción entre reto y respuesta como la base de una
civilización, una explicación científica por encima de razas, sociedades y otros
conceptos deterministas. En su investigación describió el auge y la caída de 26
civilizaciones a través del curso de la historia, y observó que en todas ellas
el origen se situaba en una respuesta ofrecida por la población en conjunto,
dirigida por una minoría elitista con capacidad creativa, para superar el reto
natural o social a que esa población estaba sometida.
http://es.wikipedia.org/wiki/Estudio_de_la_Historia_(Arnold_J._Toynbee). "Estudio de la Historia (Arnold J. Toynbee)"
http://es.wikipedia.org/wiki/Arnold_J._Toynbee. "Arnold_J._Toynbee".
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/t/toynbee.htm."Arnold J. Toynbee"
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